Una vez la virilidad
A diferencia de las escritoras, no es muy habitual que los narradores masculinos se interroguen por su propia identidad de g¨¦nero. Crecidos en un orden cultural que hist¨®ricamente ha identificado lo masculino con lo universal, y en el que los hombres hemos gozado de todos los privilegios, los escritores no han tenido la necesidad de mirarse en el espejo y de descubrir que, parafraseando a la Beauvoir, nosotros tampoco nacemos, sino que nos hacemos.
Los autores masculinos no han dejado de interrogarse sobre todos los rincones de la existencia, incluidas tambi¨¦n las mujeres y sus relaciones con ellas, pero no se han preocupado de cuestionarse el porqu¨¦ de una virilidad obligatoria. Por supuesto que encontramos magn¨ªficos retratos de los excesos de esa identidad -baste con recordar por ejemplo a Norman Mailer y Los tipos duros no bailan-, pero echamos en falta miradas que supongan una reflexi¨®n cr¨ªtica sobre la carga que tambi¨¦n ha supuesto y supone para muchos cumplir los c¨¢nones que marca el patriarcado.
El argentino-granadino Andr¨¦s Neuman es sin duda una excepci¨®n. En su reeditada y reescrita novela Una vez Argentina el narrador, que por supuesto tiene mucho de ¨¦l mismo, se interroga insistentemente sobre unas estructuras culturales que le hacen ser hombre de una determinada manera. En este libro, que es una especie de memoria paralela de su familia y de su pa¨ªs, y en el que se entremezclan personajes e historias y en el que se hilvanan cuentos y hasta poemas, detectamos una voz masculina inquieta ante el modelo que se espera que satisfaga, inc¨®moda en muchas ocasiones ante los imperativos de g¨¦nero, rompedora incluso con las expectativas que dif¨ªcilmente cumple.
Una mirada que detectamos desde la misma narraci¨®n de su nacimiento, que acaba convertida en una especie de parad¨®jico pulso contra el machismo. Porque si a los hombres se nos educa para no llorar, cuando nacemos se espera que lo hagamos para confirmar que estamos vivos. Sin embargo, el narrador Neuman ¡°no tuvo a bien llorar¡±. El doctor Riquelme advirti¨® a su madre del problema: ¡°Digamos que, si el nene se acostumbra a mirar tanto, entonces va a tener que aprender a llorar¡±. No sabemos si afortunadamente o no, pero el doctor rompi¨® el maleficio acudiendo a un ejercicio de hombr¨ªa, es decir, al insulto violento y mis¨®gino: ¡°?Pero llor¨¢ de una vez, carajo, la reputa madre que te pari¨®!¡±. La partera ten¨ªa claro que el reci¨¦n nacido iba a ser ¡°hijo del rigor¡±, de muchos rigores dir¨ªa yo, entre ellos el que supone ajustarse a la virilidad normativa.
El narrador nos va dando claves de c¨®mo construye su identidad masculina, a trav¨¦s b¨¢sicamente del entorno familiar, la escuela y las fratr¨ªas de varones. Es educado en un colegio sin ni?as y en el que se respiraba una ¡°virilidad asfixiante¡±. En ese contexto la regla no ofrec¨ªa lugar a discusi¨®n: ¡°En la escuela uno deb¨ªa, por supuesto, ser buen macho¡±. Ajustarse al modelo del patriarca se convert¨ªa pues en un examen permanente. Padre, patria, patriarca. La identidad masculina acababa siendo una con la nacional.
Neuman se interroga sobre la permanente necesidad que los hombres hemos tenido siempre de demostrar nuestra hombr¨ªa, ante nosotros mismos y ante los dem¨¢s. ¡°Virilidad: ?no era una redundancia? Aunque a¨²n no hab¨ªa llegado el momento de aprender etimolog¨ªa, me daba la sensaci¨®n de que algo no encajaba. ?De verdad hab¨ªa que demostrar que ¨¦ramos lo que ¨¦ramos?¡±. Un proceso que especialmente los chicos y adolescentes sufren en el colegio y en los grupos de amigos, ante los cuales hay que dejar bien claro que uno es fiel al tri¨¢ngulo masculinidad-poder-violencia: ¡°Era perfectamente capaz de intercambiar bofetadas y me encantaban los empujones, ese cl¨¢sico proleg¨®meno del enfrentamiento masculino, cuando hombre y simio est¨¢n a punto de volver a coincidir¡±. La clave era, y es, no demostrar debilidad, no aparecer como un no-hombre, es decir, como un mariconazo o una nenaza: ¡°Si mi facilidad para los deportes, y acaso tambi¨¦n mi insumisi¨®n verbal, me permit¨ªan no ser identificado por completo con los d¨¦biles, tampoco me alcanzaban para mucho m¨¢s. As¨ª que de vez en cuando me conven¨ªa involucrarme en alguna reyerta para mantener el estatus. Y el problema era que ya iba haciendo demasiado tiempo que no demostraba mi virilidad¡±.
Como buen argentino, Neuman es futbolero e incorpora esta pasi¨®n no solo como ingrediente de la propia identidad de su pa¨ªs sino tambi¨¦n como un factor decisivo en la masculina. En esa escuela donde se deb¨ªa demostrar que uno era buen macho, el f¨²tbol era la salvaci¨®n. A Neuman el f¨²tbol le salv¨® ¡° de ser el ni?o raro, m¨¢s o menos aspirante a poeta, al que los compa?eros martirizan en el patio. De no poder intercambiar m¨¢s de tres o cuatro gru?idos vacantemente sint¨¢cticos con mis cong¨¦neres, cuya brusquedad me intimidaba. El f¨²tbol me ense?¨® que, si uno corre, es mejor hacerlo hacia delante. Que no conviene pelear solo. Que a la belleza siempre se la dan patadas. Y que nuestros rivales se parecen siempre demasiado a nosotros¡±. No se me ocurre mejor definici¨®n de la virilidad normativa, tan subrayada todav¨ªa hoy en un mundo en que con frecuencia se ¡°confunde el talento con las zonas inguinales¡±.
En esa patria de hombres proveedores, de dictadores y militares, de servicio militar obligatorio y en la que era habitual dejar debiendo ¡°un abrazo entre hombres¡±, el escritor tiene sin embargo la fortuna de crecer en una familia llena de mujeres poderosas. Frente al patriarcado social y pol¨ªtico, Neuman crece en una especie de matriarcado que precisamente ser¨¢ el que, a?os m¨¢s tarde, le sirva para tirar del hilo de novela. Un mundo de abuelas, bisabuelas y t¨ªas, en el que aunque muchas de ellas renunciaron a sus sue?os y no tuvieron m¨¢s remedio que vivir el ¡°puro teatro¡± familiar , fueron atesorando lecciones que el narrador aprende y que tal vez sean las que le llevan a mirarse con lupa su virilidad futbolera y de escuela sin ni?as. Las que le llevar¨ªan por ejemplo a construir un personaje femenino tan feminista y revolucionario como la Sof¨ªa de su espl¨¦ndida novela El viajero del siglo. Las que, y esto es lo m¨¢s importante, han hecho que Andr¨¦s Neuman sea no solo un escritor sino tambi¨¦n un hombre que habita la frontera de quienes preguntan, dudan y se abrazan. La abuela Blanca estar¨ªa feliz.
Una vez Argentina. Andr¨¦s Neuman. Edici¨®n reescrita y ampliada. Alfaguara, 2014.
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