Viaje al Limbo
Solo reconozco al extesorero. Detr¨¢s, una eficaz Santa Compa?a se desliza con los rostros cubiertos
He decidido echar un vistazo en el Limbo. Todas las fuentes confidenciales me llevan a la misma pista. El sumario sobre el borrado de los ordenadores en la sede del PP, y la sospecha de destrucci¨®n de pruebas del caso B¨¢rcenas, no es un simple extrav¨ªo. Mil p¨¢ginas de literatura peligrosa no se traspapelan as¨ª como as¨ª. El sumario, me insisten, est¨¢ en alg¨²n lugar del Limbo. Pasado Poisonville, hay un gran t¨²nel en forma de embudo y el camino se estrecha como filo de navaja. Al final de la ruta, han levantado un motel con el nombre de Almas Perdidas, que me recuerda vagamente un local portuario de Vigo. El recepcionista me cuenta que era catedr¨¢tico en Teolog¨ªa, pero que lo hab¨ªa dejado el d¨ªa en que tuvo que explicar la decisi¨®n del Vaticano de dar por v¨¢lidas las indulgencias por Twitter. Desde la ventana, se ve pasar una bandada de vol¨¢tiles casi transparentes. No crea, no son almas, me dice con voz esc¨¦ptica, son spams. Cada vez hay menos almas, y m¨¢s spams: ofertas de Viagra, p¨ªldoras de adelgazamiento r¨¢pido, operaciones de alargamiento de pene, y as¨ª. El Limbo no es lo que era, concluye melanc¨®lico. Esto antes estaba poblado de cl¨¢sicos griegos y ¨¢ngeles que se alimentaban de azahar. Le pregunto si entre tanto spam ha visto pasar alg¨²n sumario. Ahora me mira de arriba abajo. Mastica un secreto. Esas monta?as que se ven, suelta por fin, son almacenes de legajos virtuales, toneladas de escombros de memoria, cubiertas por un manto de nieve. Decido salir a escarbar un poco. Es verdad. Al andar, las huellas descubren una naturaleza tipogr¨¢fica. De repente, se oyen gritos de j¨²bilo. Es un grupo de esquiadores. Solo reconozco al extesorero. Detr¨¢s, una eficaz Santa Compa?a se desliza con los rostros cubiertos.
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