Grecia: solo hay una salida
Si Atenas hace reformas que modernicen el sistema fiscal y rompan con las pr¨¢cticas clientelares, la eurozona deber¨ªa ser generosa para reestructurar su deuda y permitir m¨¢s alegr¨ªa presupuestaria
Las negociaciones entre Grecia y las instituciones,eufemismo de la denostada troika, nos han tenido en vilo, y prometen seguir haci¨¦ndolo. As¨ª, el lunes de la semana pasada se saldaron con un fracaso y el viernes se lleg¨® a un principio de acuerdo, que fue ratificado el martes pasado. Para prorrogar el programa de rescate por cuatro meses el Gobierno griego ha propuesto una lista de reformas que ha sido aprobada por el Eurogrupo, con reticencias expresadas en sendas cartas de Draghi por parte del Banco Central Europeo (BCE) y de Lagarde por parte del FMI. Asimismo, diversos Parlamentos europeos deber¨¢n aprobar la extensi¨®n del rescate, entre ellos el tambi¨¦n reticente Bundestag.
El Ejecutivo griego ped¨ªa un cr¨¦dito puente de unos meses para poner la casa en orden, realizar un 70% de las reformas propuestas sin tener que privatizar, reincorporar a los funcionarios despedidos, subir el salario m¨ªnimo, y poner en pr¨¢ctica un plan contra la pobreza. Grecia plantea ideas como pagar la deuda seg¨²n el crecimiento de su PIB, dado que no es realista pensar en devolverla cuando casi dobla el producto griego, y reducir el super¨¢vit primario (sin contar los pagos por intereses de la deuda) a un 1,5% en lugar del objetivo actual del 4,5%.
El resto de pa¨ªses europeos, con Alemania, Finlandia, y los pa¨ªses rescatados y austerizados (Irlanda, Espa?a y Portugal) a la cabeza, demandan que se cumplan los acuerdos del programa de rescate (de cerca de 200.000 millones de euros) y que la ayuda llegue mediante una extensi¨®n del programa. Alemania teme que si cede ante las demandas griegas ya no habr¨¢ ning¨²n mecanismo para que los pa¨ªses rescatados hagan reformas en sus econom¨ªas y a la larga el euro no sea sostenible.
En el proceso de negociaci¨®n con Grecia amenaza impl¨ªcitamente con Grexit, la salida del euro, con la convicci¨®n que la UE no lo puede permitir por el posible efecto contagio que producir¨ªa en la periferia europea. La salida del pa¨ªs heleno no importar¨ªa tanto por su peso econ¨®mico, que es muy peque?o, ni por las posibles repercusiones en los acreedores, puesto que la mayor¨ªa de los privados han sido sustituidos por p¨²blicos. Importar¨ªa porque demostrar¨ªa que el euro no es irreversible: si sale Grecia, entonces, ?por qu¨¦ no Portugal y otros en cadena?
Sin embargo, la salida del euro no es deseada por la mayor¨ªa de los griegos ni por su Gobierno. En efecto, pa¨ªses con instituciones d¨¦biles, y Grecia es un caso paradigm¨¢tico, prefieren delegar la pol¨ªtica monetaria en manos m¨¢s seguras que las dom¨¦sticas. Al mismo tiempo una salida del euro podr¨ªa poner en peligro los subsidios ¡ªque no rescate¡ª que recibe Grecia en condiciones normales de la UE.
El punto d¨¦bil de la posici¨®n negociadora de Grecia es que no tiene un plan B cre¨ªble. Syriza ha intentado plantear el fantasma de un plan alternativo ali¨¢ndose con la derecha extremista y nacionalista griega, profundamente antieuropea, y haciendo amagos de que podr¨ªa aceptar la ayuda de Rusia. Sin embargo, se ha impuesto el peso de la realidad con una fuga de dep¨®sitos de Grecia estimada en un 15% desde noviembre. El resultado es que Grecia cumpli¨® el plazo del pasado viernes dado por el Eurogrupo para pedir la extensi¨®n del rescate. Sin este, Grecia no se podr¨ªa financiar en los mercados y hubiera tenido problemas de liquidez tan pronto como el mes que viene. Sin el rescate el BCE hubiera podido retirar la financiaci¨®n a la banca griega, y muy probablemente se hubiera impuesto un corralito en Grecia. Es preciso notar que la insistencia griega de que el pa¨ªs est¨¢ quebrado implica que sus bancos tambi¨¦n lo est¨¢n, dado que en su cartera tienen mucha deuda emitida por el Estado griego. El problema es que el BCE solo puede prestar a bancos solventes.
Syriza intent¨® un plan B ali¨¢ndose con la derecha extremista, pero el peso de la realidad se ha impuesto
El resultado nos recuerda otra vez el juego del gallina, en donde dos conductores van en curso de colisi¨®n y cada uno quiere convencer al otro de que ceda el paso. As¨ª se pueden entender los desplantes de los negociadores griegos en relaci¨®n a toda posibilidad de extensi¨®n del rescate y el ultim¨¢tum del Eurogrupo para aceptarlo. El Gobierno griego afirmaba que no quer¨ªa contemplar la posibilidad de pedir una extensi¨®n del rescate que vence a finales de mes, al que consideraba ¡°absurdo¡± e ¡°inaceptable¡±. Seg¨²n esta interpretaci¨®n Grecia habr¨ªa cedido.
Sin embargo, hay otra interpretaci¨®n, que se basa en el dilema del prisionero, otro modelo famoso de la teor¨ªa de juegos, de la cual el ministro griego de Finanzas, Yanis Varoufakis, es un experto. Aqu¨ª, Grecia y la eurozona tienen la posibilidad de cooperar: Grecia reformando su econom¨ªa, y la eurozona extendiendo la ayuda, pero cada parte tiene incentivos para desviarse del acuerdo, puesto que si Grecia reforma, la eurozona puede tener la tentaci¨®n de ahorrarse el dinero, y si la eurozona ayuda incondicionalmente, Grecia puede tener la tentaci¨®n de seguir con su econom¨ªa clientelar en lugar de reformarla. El acuerdo del pasado martes se puede leer como el primer paso de la cooperaci¨®n.
El terreno com¨²n donde fundamentar un acuerdo, que de hecho no ser¨ªa v¨¢lido para Grecia solamente sino que se podr¨ªa extender a la periferia europea, es pactar un programa serio de reformas y la relajaci¨®n de las restricciones presupuestarias (la austeridad, para entendernos). Grecia necesita una profunda reforma que haga sostenible y ampl¨ªe su Estado de bienestar, y para ello es necesario un sistema fiscal moderno, equitativo y eficiente. Adem¨¢s, debe aumentar la competencia en los mercados para acelerar el crecimiento de su productividad y reconstruir su maltrecha econom¨ªa.
Hay que dar un voto de confianza al Gobierno de Alexis Tsipras, aunque el tiempo apremia
El plan de reformas propuesto por Grecia contiene la terminolog¨ªa adecuada de manera que las partes implicadas se sientan relativamente confortables, aunque ya hemos visto las reticencias de Draghi y de Lagarde que apuntan a su falta de concreci¨®n y posible incompatibilidad con el programa de rescate. El plan aborda los aspectos esenciales en una reforma de la econom¨ªa griega, pero el lenguaje es suficientemente ambiguo para permitir interpretaciones divergentes. Promete el control del gasto p¨²blico, que en un elevado 56% no es para salarios o pensiones; una reforma fiscal para recaudar m¨¢s y de manera m¨¢s justa; y un plan contra la pobreza. Es m¨¢s vago en t¨¦rminos del mercado laboral, IVA y posibles aumentos de las pensiones.
En resumen, no queda claro si es un plan factible desde el punto de vista presupuestario. Por ejemplo, al mismo tiempo que se indica que se controlar¨¢n los gastos en sanidad se dice que se aumentar¨¢n las prestaciones y se garantizar¨¢ el acceso universal.
En mi opini¨®n, si el Gobierno griego se embarca en un programa de reforma integral que modernice el sistema fiscal y elimine las barreras a la competencia rompiendo con las pr¨¢cticas clientelares, la eurozona deber¨ªa ser muy generosa en t¨¦rminos de reestructurar su deuda y permitir m¨¢s alegr¨ªa presupuestaria. Esta es la oportunidad y el reto que tiene el Gobierno griego en los pr¨®ximos cuatro meses.
El pacto de reformar y relajar la austeridad, y de que haya un mayor est¨ªmulo econ¨®mico en los pa¨ªses m¨¢s solventes como Alemania, es la ¨²nica v¨ªa de salida a la crisis econ¨®mica y para consolidar el euro. Ahora bien, si el Gobierno griego utiliza el margen que le puede dar la eurozona para mantener y ampliar las pr¨¢cticas clientelares y no modernizar el pa¨ªs, entonces no habr¨¢ salida. O peor: s¨ª que la habr¨¢, pero ser¨¢ fuera del euro. Ahora hay que dar un voto de confianza al Gobierno de Alexis Tsipras, pero el tiempo apremia.
Xavier Vives es profesor de IESE
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