La soberan¨ªa m¨¢gica
Democratizar las instituciones de la UE responde al simplismo y al populismo
La Uni¨®n Europea es un experimento pol¨ªtico que ha llevado la integraci¨®n democr¨¢tica a niveles desconocidos en la historia. Sin imposiciones militares, basado en la libre voluntad de sus miembros, la UE se sit¨²a en la vanguardia de la innovaci¨®n institucional. Por eso, desde esa perspectiva, no tiene sentido que unos ¡ªnecesitados de ayuda financiera¡ª act¨²en de manera unilateral aduciendo su condici¨®n de soberanos y otros funcionen como simples acreedores ignorando el sufrimiento social que ha provocado la crisis. Hay que mover el marco del debate p¨²blico europeo. Es urgente asentar un paradigma de cooperaci¨®n leal entre socios y amigos, no entre rivales cuyas posiciones parecen irreconciliables.
El proceso de integraci¨®n europeo ha sido, en lo fundamental, armonioso, ordenado y justo. Ahora, sin embargo, la larga crisis econ¨®mica ha puesto en jaque los cimientos m¨¢s profundos de nuestra uni¨®n. Hasta ahora, y gracias a fondos como los de cohesi¨®n, los pa¨ªses comparativamente menos ricos han recibido gran cantidad de recursos econ¨®micos que han mejorado su renta per c¨¢pita. La crisis ha cambiado las condiciones. La pertenencia a la UE se percibe como costosa por gran parte de esas sociedades.
Es por ello que la demanda de soberan¨ªa nacional retorna con fuerza al debate p¨²blico europeo. La victoria electoral de Syriza en Grecia y el auge de diferentes partidos de todo signo pol¨ªtico en el resto de Estados miembros lo pone de manifiesto. Todos ellos hablan de soberan¨ªa nacional frente a los llamados poderes exteriores, conformando un eje pol¨ªtico transversal con un gran componente nacionalista. Es lo ¨²nico que puede explicar la coalici¨®n de Gobierno en Atenas.
En su discurso, ¡°soberan¨ªa¡± se traduce como ¡°empoderamiento¡± frente a instituciones percibidas como no democr¨¢ticas. Equiparan la soberan¨ªa a la democracia. El mensaje seduce a ciudadanos de los pa¨ªses del sur que se sienten perdedores de una integraci¨®n que perciben impositiva y r¨ªgida. Tambi¨¦n a ciudadanos del norte vulnerables a un mensaje simplista que asume que el sur es un compendio de pa¨ªses derrochadores e irresponsables. La esencia de ese voto, al final, es el miedo a la globalizaci¨®n. Ciudadanos que, temerosos de perder las seguridades y recelosos de un mundo que no acaban de entender, se abrazan a un mensaje reduccionista pero comprensible.
Pero el mundo ya no es ni ser¨¢ el de Estados-naci¨®n cerrados en s¨ª mismos. Tampoco en la Europa de la poscrisis. La amalgama heterog¨¦nea de partidos m¨¢s o menos populistas no plantea bien los t¨¦rminos del debate. Su marco, basado en posiciones radicales, conduce a un paradigma del que debemos huir. Plantear el debate como si los dos extremos fueran las ¨²nicas opciones posibles ¡ªo integraci¨®n impositiva o soberan¨ªa nacional absoluta¡ª es falaz y peligroso. No planteemos todo en t¨¦rminos de soberan¨ªa nacional absoluta o integraci¨®n exclusivamente tecnocr¨¢tica y coercitiva. Para ello, la UE debe apostar por la democratizaci¨®n de sus instituciones, como ya hizo con la designaci¨®n de candidatos a presidir la Comisi¨®n. Esa es la senda.
Los Estados europeos son soberanos, y negocian entre s¨ª como tales. Sin embargo, son mutuamente dependientes o interdependientes. A escala global ocurre lo mismo, pero en Europa es especialmente evidente. La actuaci¨®n de cada uno de los Estados, soberanos, est¨¢ condicionada por factores y actores externos. El Mecanismo Europeo de Estabilidad, MEDE (fondo de rescate europeo), es un buen ejemplo. Debe entenderse en t¨¦rminos de proyecto colectivo, no como instrumento de dominaci¨®n o confrontaci¨®n. Los recursos del MEDE son de todos, y los efectos negativos de la quiebra de uno de sus miembros afectan tambi¨¦n a todos. Sin olvidar que el sufrimiento de los pa¨ªses con necesidad de ayuda financiera es responsabilidad de todos. Es la esencia de nuestra interdependencia.
Estar juntos es una opci¨®n libre. Y acertada. El repliegue nacional es err¨®neo
Pero la interdependencia no s¨®lo deriva de compartir moneda. Tambi¨¦n es consecuencia de m¨²ltiples interacciones socio-econ¨®micas, propias de un espacio compartido como es la Uni¨®n Europea. La UE ha vehiculado enormes transferencias econ¨®micas entre sus miembros mediante los fondos de cohesi¨®n. Quien m¨¢s ten¨ªa ha aportado ingentes cantidades de dinero a quien menos ten¨ªa a lo largo de d¨¦cadas. Fueron Gobiernos democr¨¢ticos y soberanos los que lo hicieron, tanto los que daban como los que recib¨ªan.
Fue tambi¨¦n un Gobierno soberano griego el que solicit¨® un rescate a sus socios europeos. Como el portugu¨¦s, el chipriota o el irland¨¦s. Grecia, de hecho, ha recibido ya hasta un 117% de su PIB en ayudas, Chipre, el 55,9%, Irlanda, el 45,1%, y Portugal, el 46,6% de su PIB. Espa?a recibi¨® el equivalente al 3,9% de su PIB en forma de rescate bancario. No se puede plantear hoy la soberan¨ªa como una suerte de comod¨ªn al que recurrir para, solo con nombrarla, hacer desaparecer los problemas. La soberan¨ªa m¨¢gica es una falacia intelectual, una quimera pol¨ªtica y una frustraci¨®n social. El debate no se puede desligar de la interdependencia ni de la responsabilidad que ¨¦sta conlleva. En todas las partes, sean acreedores o deudores.
La soberan¨ªa no elimina la dependencia. Ni la sustituye. Las malas decisiones soberanas conllevan m¨¢s dependencia en el futuro. Sobre todo si se solicita ayuda a terceros para enmendar errores propios. Debemos operar en otro paradigma, donde no se rompan los pactos en base a la soberan¨ªa m¨¢gica ni se asuma que aportar recursos al fondo de rescate signifique empobrecimiento nacional. Los recursos que aporta cada pa¨ªs no se detraen de las pensiones p¨²blicas. Igual que cuando se han recibido fondos de cohesi¨®n durante d¨¦cadas no se estaba condenando a la pobreza a los socios m¨¢s ricos; todo lo contrario, les beneficiaba al estabilizar su periferia y crear socios comerciales solventes donde exportar y asentar su mercado.
Basta de recurrir a la soberan¨ªa m¨¢gica. Grecia, como otros pa¨ªses, debe aspirar a equilibrar su interdependencia. Equilibrar las fuerzas y no avivar fuegos tan peligrosos como los nacionalismos excluyentes y el miedo al diferente. La soluci¨®n no est¨¢ en los Estados-naci¨®n, ni en el enroque nacionalista. Como reconoci¨® finalmente hace unos d¨ªas el primer ministro griego, Alexis Tsipras, ¡°Europa es un espacio para la negociaci¨®n y los compromisos beneficiosos para ambas partes¡±. Estar juntos es una elecci¨®n libre. Y acertada. El repliegue nacional, apelando a los instintos primarios de los electorados, es un error que puede llevar a finales indeseados. Europa debe trabajar en las identidades m¨²ltiples que defin¨ªa Amartya Sen. Seamos del Norte o del Sur, finlandeses o griegos, austriacos o portugueses, todos somos europeos. Eso nos enriquece y nos permite crecer. Es nuestra garant¨ªa de desarrollo y prosperidad individual y colectiva.
Javier Solana es exsecretario general de la OTAN y exAlto Representante del Consejo para la Pol¨ªtica Exterior y de Seguridad Com¨²n de la Uni¨®n Europea.
? Project Syndicate, 2015.
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