La v¨ªa constituyente
Impera la sensaci¨®n de que se le ha perdido el pulso al pa¨ªs y que es dif¨ªcil saber ad¨®nde va
La imagen del presidente Rajoy en la tribuna del Parlamento, con el rostro desencajado dici¨¦ndole a Pedro S¨¢nchez que ¡°no vuelva aqu¨ª a hacer ni decir nada¡± y calific¨¢ndole de ¡°pat¨¦tico¡±, puede quedar como icono del final del ciclo bipartidista. Rajoy, el hombre tranquilo, el que sus aduladores dicen que nunca se altera, perdiendo los nervios ante un debutante. ?Qu¨¦ le pasa al presidente? Algunos interpretan que Rajoy tiene atravesado en su conciencia el caso B¨¢rcenas y cuando se le toca esta fibra pierde el control. Pero creo que su reacci¨®n es un s¨ªntoma de la gran confusi¨®n reinante. Impera la sensaci¨®n, no s¨®lo en medios pol¨ªticos sino tambi¨¦n econ¨®micos y medi¨¢ticos, de que se le ha perdido el pulso al pa¨ªs y que es muy dif¨ªcil saber hacia d¨®nde va. Lo advierten los profesionales de las encuestas: hay ciertamente una pulsi¨®n de cambio, pero mucha volatilidad en la opini¨®n, mucho fen¨®meno nuevo cuya consistencia es dif¨ªcil de determinar, y una ciudadan¨ªa m¨¢s politizada y exigente de lo que se pensaba, menos f¨¢cil de manejar.
El bipartidismo imperfecto era un sistema de referencias claras, en que se conoc¨ªan perfectamente los l¨ªmites de lo posible y los par¨¢metros de los debates. Los dos grandes sab¨ªan de antemano cu¨¢ndo se agotaba su tiempo y llegaba la hora del relevo. PP y PSOE se acomodaron, no anticiparon el descontento ciudadano y se resisten a perder privilegios. Hay que aprender a pensar la pol¨ªtica y vivir en ella de otra manera, con m¨¢s actores, con menos sobreentendidos, con m¨¢s dificultad para controlarlo todo. Romper con el bipartidismo es entrar en un espacio desconocido. Y esto es lo que desconcierta a Rajoy: fallan las claves para entender d¨®nde est¨¢ la ciudadan¨ªa, aparecen nuevos interlocutores que no se acomodan a la cultura compartida por los viejos compadres. Ante la duda, el presidente acent¨²a su pulsi¨®n conservadora, parapet¨¢ndose en la econom¨ªa de las cifras, tan alejada de la percepci¨®n de las personas.
Tenemos un a?o electoral por delante. En vez de fiarlo todo a la confrontaci¨®n a cara de perro, sobre la base del discurso del miedo, ?no ser¨ªa m¨¢s razonable asumir la din¨¢mica del cambio? La mejor defensa para PP y PSOE es hacer suya la bandera de la renovaci¨®n. Evidentemente, ambos tienen un problema de credibilidad. Para superarlo, el PP choca con el intocable Rajoy, ¨²ltimo superviviente de la vieja guardia bipartidista. El PSOE necesita resolver sus cuitas internas y recuperar la autoestima. Pero la democracia espa?ola ganar¨ªa calidad y dinamismo si se encarara este periodo electoral con un objetivo: que el Parlamento que surja de las pr¨®ximas elecciones generales tenga un car¨¢cter constituyente, en el sentido amplio de la palabra: reforma de la Constituci¨®n pero tambi¨¦n renovaci¨®n de la cultura pol¨ªtica, de los procedimientos, de los modos y de las maneras de actuar. Ser¨ªa una gran oportunidad para que la pol¨ªtica recuperara su prestigio y los ciudadanos no se sintieran tratados como un estorbo.
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