Mongolia ya no es pa¨ªs para n¨®madas
Entre 30.000 y 40.000 n¨®madas deciden cada a?o echar ra¨ªces en los suburbios de Ul¨¢n Bator, la capital de Mongolia Varias familias explican por qu¨¦ decidieron abandonar el campo
Desde el exterior, la vivienda de la familia de Erden Bat parece una yurta tradicional mongola como cualquier otra. Es m¨¢s, con la lona ra¨ªda en algunas zonas, incluso se podr¨ªa pensar que es la de unos n¨®madas que apenas consiguen subsistir. Sin embargo, las apariencias enga?an y en el interior espera una gran sorpresa: este hogar m¨®vil, que ha guarecido a los mongoles durante milenios, est¨¢ plenamente equipado para la vida en el siglo XXI. No en vano, sus dos hijos, Maral de 17 a?os y Gankhoyag de 20, disfrutan de una superproducci¨®n de Hollywood en una gigantesca pantalla de plasma mientras la madre, Toya Tsetseg, pone una lavadora y calienta leche en el microondas. A pesar de que fuera hace fr¨ªo, Maral viste unos breves pantalones cortos y su hermano se pasea con el torso desnudo.
Pero lo que m¨¢s llama la atenci¨®n es que, a pesar de que las yurtas est¨¢n dise?adas para ser montadas y desmontadas cada estaci¨®n del a?o, una caracter¨ªstica indispensable para los ganaderos que van en busca de los mejores pastos, la de Erden Bat est¨¢ anclada en los suburbios de Ul¨¢n Bator, capital de Mongolia. Y no es la ¨²nica. Las laderas del valle que ocupa esta ciudad, en la que reside m¨¢s de un tercio de los tres millones de habitantes del pa¨ªs, est¨¢n tomadas por decenas de miles de ger ¡ªdenominaci¨®n mongola de este tipo de tienda de campa?a¡ª protegidos por un elemento impropio de la vida errante: el cercado de madera.
La postal roza el surrealismo. Desde el centro de la capital, dominado por nuevos rascacielos de cristal y acero que reflejan el enorme crecimiento econ¨®mico proporcionado por el boom del sector minero, las monta?as aparecen salpicadas por una avalancha de puntos blancos que suma fuerza sin parar. Cada uno de ellos es una familia n¨®mada que ha echado ra¨ªces en busca de una vida mejor sobre el asfalto. Erden Bat hizo ese viaje hace seis a?os, cuando decidi¨® abandonar las interminables llanuras verdes del centro de Mongolia: ¡°No ten¨ªamos mucho ganado y un invierno particularmente duro diezm¨® nuestros reba?os de ovejas. As¨ª que, harto de vivir a merced del tiempo, vend¨ª el resto y decid¨ª probar suerte en UB [como se conoce popularmente a Ul¨¢n Bator], donde sab¨ªa que mis hijos recibir¨ªan tambi¨¦n una educaci¨®n mejor que les permitir¨¢ disfrutar de un futuro m¨¢s pr¨®spero. Porque la vida en el campo es cada vez m¨¢s dura¡±.
No obstante, el dinero que le dieron por el ganado no fue suficiente como para adquirir un apartamento b¨¢sico en la capital, cuyo precio ronda los 800 euros por metro cuadrado. As¨ª que decidieron hacer valer el derecho a 0,7 hect¨¢reas de terreno que recoge la legislaci¨®n mongola y establecieron su yurta en la parcela que les asign¨® la Administraci¨®n, ubicada en una colina a unos diez kil¨®metros al este del centro. ¡°Hemos nacido y vivido siempre en el ger, as¨ª que nos resulta algo natural seguir aqu¨ª¡±. Pero, de momento, las expectativas de Erden Bat no se han cumplido. Aunque ambos reto?os han recibido una educaci¨®n reglada que habr¨ªa sido imposible en la estepa, el 60% de paro que asola los suburbios de yurtas resulta implacable. ¡°Mi madre es costurera y mi padre no tiene trabajo, hace chapuzas en la construcci¨®n. As¨ª que no tenemos unos ingresos estables, ni parece que los vayamos a tener¡±, se lamenta Maral.
Porque la presi¨®n demogr¨¢fica contin¨²a aumentando sin cesar y, con ella, la dificultad para encontrar un empleo. Seg¨²n estad¨ªsticas no oficiales de diferentes ONG locales, cada a?o emigran a los suburbios de yurtas unas 40.000 personas procedentes de la estepa y el desierto. Ya suman m¨¢s de 800.000, y la tendencia a la sedentarizaci¨®n se ha agudizado desde 2010. Aquel fue un a?o negro para la vida n¨®mada, ya que m¨¢s de 8,5 millones de animales, en torno al 20% del total del pa¨ªs, murieron durante uno de los inviernos m¨¢s duros que se recuerdan. Lo llaman Zud, literalmente muerte blanca. Y no exageran: 770.000 ganaderos se vieron afectados, de los cuales 165.000 perdieron m¨¢s de la mitad del ganado y 43.500 se quedaron sin un solo animal.
Aunque desde entonces no se ha vivido una crisis similar, el Gobierno ya hab¨ªa avanzado en un completo informe publicado en 2009 que el cambio clim¨¢tico iba a tener un efecto devastador en la vida n¨®mada. No en vano, desde 1940, la temperatura media ha aumentado 2,14 grados y las precipitaciones en invierno han crecido de forma inversamente proporcional a las del verano. As¨ª, cada dos d¨¦cadas, el desierto del Gobi avanza hacia el norte unos 150 kil¨®metros. Y la situaci¨®n empeorar¨¢ todav¨ªa m¨¢s. Seg¨²n las proyecciones realizadas por el Ministerio de Naturaleza y Medio Ambiente, a lo largo de este siglo continuar¨¢n aumentando considerablemente los fen¨®menos clim¨¢ticos extremos como el Zud de 2010, la precipitaci¨®n se disparar¨¢ en torno al 20%, y la temperatura continuar¨¢ creciendo.
Por si fuese poco, la actividad humana en Mongolia tambi¨¦n est¨¢ contribuyendo a la imparable degeneraci¨®n medioambiental. El desarrollo de la industria minera, cuyos recursos se estiman en un bill¨®n de euros, ha provocado un milagro econ¨®mico que ha convertido al pa¨ªs de Gengis Kan en el que m¨¢s crece del mundo ¡ªalcanz¨® un 17,5% en 2011 y se prev¨¦ un aumento del PIB en torno al 15% para 2014¡ª, y ha logrado que la renta per c¨¢pita se vaya a multiplicar casi por cinco para pasar de 1.460 euros en 2000 a unos 7.000 euros el a?o que viene. Pero tambi¨¦n acarrea la contaminaci¨®n del suelo y de las v¨ªas fluviales. Adem¨¢s, el excesivo pastoreo ha hecho que el pa¨ªs ¡ªtres veces del tama?o de Francia pero con una poblaci¨®n inferior a la de Madrid capital¡ª haya perdido el 30% de la producci¨®n de biomasa de las praderas en las ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas. En resumen, la vida n¨®mada resulta cada vez m¨¢s dif¨ªcil. Y la sedentarizaci¨®n en la capital tampoco es sencilla.
Todo ciudadano mongol tiene derecho a 0,7 hect¨¢reas de terreno seg¨²n? la legislaci¨®n?
Ankhtsetseg Bardal es buen ejemplo de ello. Hace un a?o que dej¨® la provincia de Orkhon, a unos 400 kil¨®metros de Ul¨¢n Bator, para echar ra¨ªces en los suburbios de yurtas. ¡°En la familia de mi marido son once hermanos, y nosotros s¨®lo ten¨ªamos diez vacas y unas treinta ovejas y cabras para sobrevivir. No era suficiente, as¨ª que ¨¦l decidi¨® que nos mud¨¢semos aqu¨ª¡±. Desmontaron el ger, lo cargaron en un cami¨®n e hicieron el viaje con el beb¨¦ al que Bardal hab¨ªa dado a luz unos meses antes y con la abuela de su marido, Yunren, que ahora tiene 89 a?os y problemas de salud propios de su avanzada edad. ¡°Vendimos los animales para comprar la tierra aqu¨ª y ¨¦l trabaja cuando puede en la construcci¨®n. El problema es el invierno, porque son cuatro o cinco meses en los que no hay nada que hacer, y tampoco ingresos¡±.
La decisi¨®n de este matrimonio fue, como la de muchos otros, forzada por las circunstancias. ¡°Si no se tienen animales, es imposible vivir en el campo. Preferir¨ªamos haber mantenido la vida n¨®mada, y echamos mucho de menos el contacto con la naturaleza, pero habr¨ªa sido imposible dar de comer a nuestros hijos¡±. Bardal est¨¢ ahora embarazada de nuevo, y est¨¢ convencida de que, a pesar de las duras condiciones de vida, Ul¨¢n Bator ofrece m¨¢s posibilidades para sus reto?os. ¡°Es verdad que hasta hace muy poco no ten¨ªamos electricidad en el ger y que las canalizaciones son malas all¨ª donde existen. Tambi¨¦n es cierto que aqu¨ª hay mucha pobreza y demasiada delincuencia. Pero aqu¨ª se pueden encontrar diferentes tipos de trabajos, mientras que en el campo s¨®lo se puede sobrevivir con la ganader¨ªa. Y el problema est¨¢ en que un peque?o porcentaje de la poblaci¨®n n¨®mada cada vez controla cantidades m¨¢s grandes de ganado, mientras que el resto apenas tiene para sobrevivir¡±.
El objetivo de Bardal, compartido por casi todos los habitantes de estas peculiares favelas, es poder comprar un apartamento de hormig¨®n y abandonar la yurta. Pero no resulta una empresa f¨¢cil. La tierra sobre la que han plantado ya dos gers ¡ªla familia del marido tiene intenci¨®n de establecerse con ellos¡ª les cost¨® cuatro millones de tugrug (1.800 euros), mientras que con esa suma s¨®lo podr¨ªan adquirir dos metros cuadrados de un piso en las afueras. De hecho, el precio de la vivienda crece tan r¨¢pido debido a la expansi¨®n econ¨®mica del pa¨ªs que acceder a una es casi imposible para quienes no est¨¦n empleados en el sector de la miner¨ªa o en el de la Administraci¨®n. As¨ª, lo que se prev¨¦ en un inicio como un tipo de vida temporal puede convertirse en definitivo.
El 60% de la poblaci¨®n que vive en asentamientos informales en la capital mongola no tiene empleo
Sukhtogoo lo sabe bien. Dej¨® el campo en 1965 y todav¨ªa vive en la yurta con la que se mud¨® a la ciudad. ¡°Me arrepiento de haberlo hecho. Pero cuando se vende el ganado ya no hay vuelta atr¨¢s. Y aqu¨ª la esperanza va muriendo hasta que ya s¨®lo queda sobrevivir. La gente llega con mucha ilusi¨®n, pero la realidad es cruel. As¨ª que nadie se puede extra?ar de que estemos todos medio borrachos, de que los hombres peguen a sus mujeres, y de que los ni?os se den a las drogas. Los mongoles hemos sido siempre libres, y entre muros no sabemos vivir. Adem¨¢s, Ul¨¢n Bator es incapaz de generar puestos de trabajo para toda la gente que llega. S¨®lo espero que las nuevas generaciones aprendan¡±.
El Gobierno es consciente de los graves problemas sociales que bullen en los suburbios de yurtas, y, para solucionarlos, el a?o pasado aprob¨® un master plan que pretende transformar esos barrios. En primer lugar, se construir¨¢ la infraestructura necesaria para que las embarradas calles por las que ahora es casi imposible conducir se conviertan en las arterias sanas de una urbe en la que tambi¨¦n crecer¨¢n escuelas y centros sanitarios. Con ese fin, el Banco Asi¨¢tico para el Desarrollo ha proporcionado un cr¨¦dito de 246 millones de euros que se invertir¨¢n hasta 2023. Por otro lado, el Ayuntamiento tambi¨¦n ha invitado a constructoras para que pujen por los bloques de viviendas protegidas que quiere levantar para nada menos que 70.000 familias. Si lo consigue, el porcentaje de la poblaci¨®n que reside en edificios pasar¨¢ del 40% actual al 58,5% en 2020 y al 70,1% en 2030.
La consecuci¨®n de este plan es vital no s¨®lo para los residentes en yurtas, tambi¨¦n para el resto. La capital, en su estado actual, no puede absorber m¨¢s poblaci¨®n. No en vano, un informe de Naciones Unidas estima que los 375.000 veh¨ªculos actuales, con los que ya se crean atascos de proporciones ¨¦picas, ser¨¢n 900.000 en 2020. El transporte p¨²blico representa s¨®lo un 1% de esa cifra y rara vez llega a los suburbios, un hecho que incrementa la sensaci¨®n de apartheid y dificulta la vida de los residentes m¨¢s pobres. ¡°Ir a la escuela o a hacer la compra es muy dif¨ªcil, porque todo queda muy lejos y apenas pasa un autob¨²s cada media hora a varios kil¨®metros del ger¡±, se lamenta Bardal.
El Ayuntamiento de Ul¨¢n Bator planea construir edificios para reubicar a 70.000 familias
En cualquier caso, para acometer el proceso de urbanizaci¨®n de Ul¨¢n Bator y reubicar a tanta gente, el Gobierno tambi¨¦n tendr¨¢ que afinar la legislaci¨®n que regula la concesi¨®n de tierra en zonas urbanas. Porque el derecho a una parcela que tienen todos los ciudadanos ¡ªla mayor parte del suelo sigue siendo propiedad del Estado a pesar de que Mongolia abandon¨® el comunismo en 1990¡ª provoca tensiones y desconcierto. ¡°Hay gente que monta su ger donde le da la gana, sin pasar por el proceso administrativo exigido, como si estuviese todav¨ªa en la estepa¡±, critica Batar Bold, un hombre de 65 a?os que se mud¨® a UB hace uno para que sus hijos pudiesen estudiar en la universidad. A pocos metros, sus palabras cobran sentido: una familia hace las maletas despu¨¦s de haber sido expulsada del lugar en el que acababan de establecer su yurta.
Adem¨¢s, los pol¨ªticos mongoles tambi¨¦n tendr¨¢n que trabajar para limar las crecientes diferencias sociales, aunque en las barriadas de gers no cunde el optimismo al respecto. ¡°Hay ricos que acaparan mucha tierra y se comportan como terratenientes gracias a la protecci¨®n de pol¨ªticos corruptos¡±, denuncia Bold. As¨ª, contrastes m¨¢s propios de la vecina China comienzan a florecer en el centro de Ul¨¢n Bator, donde ya han encontrado su lugar empresas del sector de lujo, como Louis Vuitton, y en el que se mezclan viejos coches sovi¨¦ticos con deportivos de ¨²ltima generaci¨®n. ¡°Me apena que los n¨®madas hayamos perdido una forma de vida milenaria¡±, reconoce Bold. ¡°Pero no veo una alternativa en la coyuntura actual¡±, sentencia.
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