Vivir m¨¢s y con salud
La mayor longevidad obliga a replantear ciertas estructuras heredadas de ¨¦pocas anteriores
Una afortunada combinaci¨®n de factores ha hecho que los espa?oles estemos en una posici¨®n envidiable dentro de una de las estad¨ªsticas m¨¢s relevantes a la hora de medir el desarrollo de una sociedad: el de la esperanza de vida. Los ni?os que nacen ahora tienen el doble de esperanza de vida que sus bisabuelos. Un reciente estudio muestra que entre 1910 y 2009 los hombres pasaron de una esperanza de vida al nacer de 38,8 a?os a 78,4, y las mujeres de 42,6 a 84,5. Y sigue mejorando a raz¨®n de tres meses y medio por a?o; cada cuatro a?os, sumamos uno a nuestras expectativas de vida. En 2012, el promedio para hombres y mujeres era de 82,8 a?os, y en el caso de las mujeres alcanzaba los 85,1, solo superadas en el mundo por las japonesas, que llegan a 87.
En apenas cuatro generaciones hemos a?adido m¨¢s de 40 a?os a la expectativa de vida media; si no cambian las condiciones, la mitad de los ni?os que nacen ahora en Espa?a vivir¨¢n m¨¢s de cien a?os. Como en el resto de pa¨ªses avanzados, la reducci¨®n de la mortalidad infantil explica la mitad de la ganancia. Se ha conseguido gracias al control del embarazo y el parto, al sistema de vacunaci¨®n obligatoria y al control de las enfermedades infecciosas. A ello hay que a?adir la prevenci¨®n y tratamiento de las enfermedades cardiovasculares (ictus e infartos) y, en menor medida, las mejoras en la supervivencia del c¨¢ncer. Se trata de factores muy vinculados al desarrollo econ¨®mico y a la existencia de pol¨ªticas de salud p¨²blica y de bienestar social, como se ha demostrado en algunas zonas de la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica, donde la esperanza de vida ha retrocedido conforme empeoraban las condiciones sociales.
Editoriales anteriores
La mayor longevidad plantea desaf¨ªos importantes que deben ser afrontados. Pero este gran avance de la humanidad no debe ser visto como una cat¨¢strofe (como a veces parece), sino como una oportunidad. La mayor parte de la vida ganada goza de buenas condiciones de salud, lo cual significa que hemos prolongado la capacidad de producir y crear.
Aunque es cierto que con la mayor longevidad aumenta el n¨²mero de patolog¨ªas cr¨®nicas que atender, el coste es asumible. Diversos estudios muestran que la mayor parte del consumo sanitario de una persona se produce en los ¨²ltimos cinco a?os de vida, independientemente de la edad a la que muera. Con ser importante, el problema sanitario es manejable. Pero la mayor longevidad deber¨ªa llevarnos a replantear ciertas estructuras heredadas de una situaci¨®n anterior. Por ejemplo, los l¨ªmites de la llamada tercera edad o el concepto mismo de vejez. ?Se es viejo a partir de los 65-67 a?os porque esa es la edad de jubilaci¨®n? ?Tiene sentido que una persona en plenas facultades deba salir forzosamente de toda actividad productiva? En la actual coyuntura, con la dificultad para los j¨®venes de encontrar empleo, dif¨ªcilmente estaremos en condiciones de aprovechar el potencial productivo ganado. Pero ese deber¨ªa ser el objetivo.
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