Plan Frontera Sur: entre el desierto y el plomo
M¨¦xico implanta medidas para frenar la invisible migraci¨®n centroamericana hacia Estados Unidos. Pero miles de personas prefieren arriesgarse a morir por vivir fuera antes que sufrir la violencia y la precariedad dentro de sus pa¨ªses
"Y t¨², ?por qu¨¦ quieres cruzar?" Gonzalo, Wilson, Wendy y Edwin escuchan la pregunta en el comedor del Padre Sean, en el lado mexicano de Nogales. Nogales, en el estado de Sonora, a menos de 300 metros del "sue?o americano". El Nogales del otro lado de la valla es Arizona, ya es gringo y es sue?o. El men¨² es el habitual y mexicano: arroz, frijoles, tortillas de harina, cochinita pibil y sopa de papa. La Iniciativa Kino lleva una d¨¦cada alimentando a migrantes en la frontera con Estados Unidos. Nadie pregunta qui¨¦n va o qui¨¦n viene, cu¨¢ntos d¨ªas piensa venir a comer o cu¨¢nto tiempo lleva viajando. En el comedor de Sean Carroll se sientan 20 hombres y seis mujeres un d¨ªa cualquiera. Se reza una oraci¨®n antes de empezar el almuerzo tard¨ªo a las cuatro en punto de la tarde y todos se santiguan para empezar a comer. No importa el credo. Dios s¨®lo hay uno y es la meta. Las historias fluyen entre bocados. Hay hambre.
"Quiero cruzar porque vengo huyendo de mi pa¨ªs. En Honduras s¨®lo hay pobreza y miseria. Da igual a lo que te dediques. Si eres campesino, vienen y te roban. Si eres ch¨®fer, vienen y te extorsionan. As¨ª no se puede vivir. Voy a trabajar a Estados Unidos, lejos de la violencia, de las maras, de la pobreza". Edwin llega desde Tegucigalpa. Ha cruzado M¨¦xico en un mes. Sin papeles. "Me han pasado tantas cosas estas ¨²ltimas semanas que saltar la valla, ahora, me parece lo de menos. Ahora ya no me voy a parar". A Edwin lo asaltaron en Chiapas antes de tomar La Bestia, el tren de mercanc¨ªas que recorre M¨¦xico de sur a norte y que ha sido el medio de transporte m¨¢s habitual para migrantes centroamericanos durante los ¨²ltimos 15 a?os.
"Ahora es diferente. El Plan Frontera Sur lo ha cambiado todo y las viejas rutas ya no existen. Se est¨¢ formando nuevas, pero el migrante est¨¢ perdido porque todo eso es muy nuevo a¨²n y cuando est¨¢s all¨¢ abajo, no sabes para donde ir". Edwin apura sus frijoles. ?l consigui¨® subirse al tren. Otros no. Desde el verano, los controles migratorios se han multiplicado. La Bestia antes era un tren sin ley de peligros insospechados. Hoy adem¨¢s viaja con ¨¦l?la migra (polic¨ªa migratoria) y, con ella, una posible detenci¨®n y el fin del viaje: la deportaci¨®n.
M¨¦xico aplica el Plan Frontera Sur gracias a una subvenci¨®n de Estados Unidos. Comenz¨® a implantarse en verano de 2014, tras una grave crisis migratoria que llev¨® a numerosos menores centroamericanos a cruzar solos la frontera. El Plan busca retener en sus pa¨ªses de origen a la migraci¨®n centroamericana, la invisible, la que expulsa el tridente de miedo, pobreza y violencia: El Salvador, Guatemala y Honduras vomitan ciudadanos cansados de gobiernos corruptos, de extorsiones por parte de la mafia, de pobreza atroz y de Tratados de Libre Comercio con Norteam¨¦rica que diezman sus campos de cultivo y sus recursos naturales a cambio de poco o nada. De desigualdad y olvido. Para miles de personas no hay equilibrio cuando se trata de elegir entre morir de hambre o caer a plomo.
"El Plan Frontera Sur no quiere hacer desaparecer la migraci¨®n", sostiene Irineo, un activista de Chauites, un pueblo de Oaxaca convertido en un punto improvisado de llegada de expatriados. All¨ª, Irineo y los que van llegando han levantado un albergue para dar cabida a los viajeros que dorm¨ªan al raso en la plaza p¨²blica. Llegan de Arriaga, un pueblo a 23 kil¨®metros, punto tradicional donde esperar a La Bestia. Hoy los controles se lo impiden, por eso cogen su mochila, se anudan el jersey a la cintura y caminan por las v¨ªas del tren hasta Chauites. "Lo que pretende este plan es ocultar, hacer invisible la migraci¨®n. Poner polic¨ªa y soldados en los puntos donde tradicionalmente ha habido viajeros para que dejen de ir all¨ª y poder decir que se acab¨® el problema. Pero que no se equivoquen. Los flujos no van a parar. S¨®lo est¨¢n siendo atacados de una manera brutal".
El Plan Frontera Sur se implant¨® tras la llegada masiva de menores no acompa?ados a EE.UU en 2014
El Plan Frontera Sur tambi¨¦n ha aumentado un 200% los retenes o controles migratorios en carretera en los Estados de Chiapas, Oaxaca, Tabasco y Campeche, as¨ª que los sin papeles han cambiado las v¨ªas por el asfalto. Se suben en combis, furgonetas de transporte colectivo irregular, avanzan cuanto pueden y al divisar un ret¨¦n se bajan y lo rodean caminando por los cerros. Es ah¨ª donde las bandas criminales, las mafias y los pandilleros est¨¢n atacando. Es as¨ª c¨®mo debido al Plan (de seguridad) Frontera Sur su inseguridad ha aumentado. De esta manera asaltaron y secuestraron a Edwin.
Los voluntarios recogen el comedor y Edwin baja o sube la voz cuando se siente menos o m¨¢s c¨®modo contando su historia. "Eso es lo peligroso para nosotros. La ley no nos importa pero los malos s¨ª. Nos agarraron y nos pusieron a todos de rodillas, en el piso. Nos pusieron una pistola en la cabeza y nos pidieron el n¨²mero de tel¨¦fono de nuestros familiares en EE.UU. Quer¨ªan 5.000 d¨®lares de cada uno antes del d¨ªa siguiente". Su familia no pag¨® porque Edwin no ten¨ªa parientes en Estados Unidos. Tuvo suerte. Los bandidos le creyeron y a cambio del no pago le pusieron a trabajar para ellos. ?Cu¨¢l era su trabajo?. Edwin baja la cabeza y tarda en responder. Le averg¨¹enza reconocer que trabaj¨® para una pandilla de criminales comunes. "Yo me encargaba de cuidar a los secuestrados. Para que no se escaparan. Dios me perdone pero yo lo hice". Pero al final el que escap¨® fue ¨¦l. Y hoy come caliente cada d¨ªa gracias a la beneficencia mientras estudia la valla roja de metal construida con los deshechos de la Segunda Guerra del Golfo. "?C¨®mo vas a cruzar?". "Lo estamos pensando". "?Y qu¨¦ piensas?". "Pienso en buscar a alguien que nos ayude a pegar el brinco". "?Y ya conoces a alguien?". "Todav¨ªa no".
No tardar¨¢. Los polleros, o coyotes, los encargados de pasar a los migrantes de un lado al otro de la valla, se pasean por Nogales, Sonora, y no son precisamente discretos. Comen tacos de carnita y beben Negra Modelo en los mismos rincones que todos. Se colocan en las estaciones y en las esquinas de los hoteles y se ofrecen. No hay glamour en el trabajo del coyote. "Yo hago esto por necesidad, porque no tengo estudios y con trabajar en una f¨¢brica no me alcanza para mantener a la familia. Tengo dos hijos en la universidad", cuenta Ra¨²l a este peri¨®dico en una habitaci¨®n de hotel a escasos metros de la Aduana donde cada d¨ªa llegan entre tres y cuatro autobuses con migrantes listos para ser deportados a sus pa¨ªses de origen. El desierto de Arizona no es piadoso. Tampoco la Patrulla Fronteriza estadounidense. En el a?o 2014 detuvo a 486.651 personas provenientes de El Salvador, Honduras, Guatemala y M¨¦xico. En el a?o 2013 la cifra fue de 420.789. En 2012, de 364.768. Los menores que viajan solos tambi¨¦n se han incrementado de manera considerable. Seg¨²n datos oficiales del propio Gobierno estadounidense, desde octubre del 2013 hasta Julio del 2014, m¨¢s de 56.000 menores no acompa?ados hab¨ªan cruzado la frontera americana.
Yo me encargaba de cuidar a los secuestrados. Para que no se escaparan. Dios me perdone pero yo lo hice Edwin, migrante
Ra¨²l desgrana los detalles del c¨®mo. Les captan, les convencen, les cobran 3.000 d¨®lares, les llevan a una habitaci¨®n de hotel, esperan, cruzan por la noche o por la ma?ana muy temprano, nunca despu¨¦s de las cinco de la ma?ana. Usan una escalera para saltar la valla, caminan por el desierto durante una semana. Los supervivientes llegan a Phoenix. Primera parada. El norte es territorio narco y la ruta de los migrantes es la misma que la ruta de la droga. Cada pollero paga aproximadamente 100 d¨®lares a la mafia por cada persona que cruza al otro lado. Eso, en Nogales. En otros pueblos del Estado de Sonora es el propio narco quien cruza a los migrantes. Los polleros son ellos. Van en n¨®mina.
Altar es un pueblo a dos horas de Nogales. Est¨¢ en el desierto, a 98 kil¨®metros de la l¨ªnea fronteriza con Arizona. Altar es un narco-pueblo. El Padre Prisciliano lleva el albergue para migrantes gestionado. Lleva un sombrero negro de cowboy y gafas de sol oscuras. En 20 a?os ha dado la extremaunci¨®n a los muertos del narco, que son los muertos de Altar, y en su iglesia se ha ganado el respeto profundo de una mafia con moral cat¨®lica por encima de todo. La Iglesia de Nuestra Se?ora de Guadalupe est¨¢ en la plaza central. Es bonita, colonial, y est¨¢ rodeada de tiendas que venden todo tipo de objetos y ropa de camuflaje: sudaderas, pantalones, mochilas, zapatos, cantimploras. Es el kit indispensable del irregular para confundirse con el desierto y burlar a la Patrulla Fronteriza.
La Bestia antes era un tren sin ley de peligros insospechados. Hoy viaja con ¨¦l la migra
Junto a las tiendas hay un mont¨®n de furgonetas aparcadas. ¡°Las mafias meten los meten en vans y los llevan hasta la l¨ªnea de la frontera con Estados Unidos. Son camionetas viejas donde caben hasta 15 o 20 personas¡±, cuenta el Padre Prisciliano. En la l¨ªnea hay otro pueblo: El S¨¢sabe. Las vans llegan al S¨¢sabe a trav¨¦s de una carretera intransitable que llamada La Brecha. Son 98 kil¨®metros imposibles de recorrer en menos de dos horas y s¨®lo si maneja el carro un conductor experimentado. La Brecha es camino, rally, agujeros. Cruza el desierto y es una carretera privada. Hay casetas de control y en el camino se puede ver la misma pickup negra con cristales polarizados m¨¢s de una y dos y tres veces. Vigila al forastero.
El S¨¢sabe vive del contrabando de "drogas, armas y material de construcci¨®n". Lo cuenta Rafael. Es amigo del Padre y acompa?a a estos periodistas a la frontera. El S¨¢sabe est¨¢ en medio del desierto, no paga electricidad, y las tres de la tarde es una hora tan buena como cualquier otra para que no pase nada. No hay nadie por la calle pero la pickup negra sigue ah¨ª. Los migrantes se esconden vestidos de camuflaje en casas con patio donde cuelgan la ropa sucia y hacen tortillas a la lumbre. El fuego tambi¨¦n sirve para calentarse porque en el desierto hace fr¨ªo cuando se pone el sol. Ellos lo saben y por eso cargan a la cintura un jersey anudado desde Chiapas. Muchos han pagado por el camuflaje y el brinco 6.000 d¨®lares a la mafia. Los que no pueden cruzan con "la mochila". Literalmente. Cruzan con una mochila colgada a la espalda en la que llevan 20 kilos de marihuana y 20 de coca¨ªna. Su misi¨®n es atravesar el desierto con ella y dejarla en el lugar indicado. Si se arrepienten por el camino, mueren. No se arrepienten.
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