La mina de los 10.000 afectados
Nueve a?os despu¨¦s de la apertura de dos canteras de oro en Ahafo (Ghana) por la compa?¨ªa Newmont con apoyo financiero del Banco Mundial, la poblaci¨®n de la zona afectada no puede ocultar su frustraci¨®n
En Kantinka, un peque?o pueblo de 400 habitantes del interior de Ghana, es dif¨ªcil conciliar el sue?o. Las explosiones y el movimiento diario de toneladas de piedra en gigantescos taludes a apenas cien metros de sus casas perturban la tranquilidad de sus gentes. Y este no es el peor de sus males. Henry Ansa Kujo, agricultor y padre de familia de 50 a?os, asegura que ahora la vida aqu¨ª es imposible: "Han aumentado los mosquitos, hay polvo todo el d¨ªa y el agua del r¨ªo est¨¢ contaminada¡±. El problema es que el pueblo est¨¢ pr¨¢cticamente pegado al l¨ªmite suroeste de la mina de oro Ahafo, un macroproyecto explotado por la compa?¨ªa norteamericana Newmont y financiado en parte por el Banco Mundial, que ha transformado profundamente y para siempre a esta regi¨®n de ?frica, removiendo los cimientos de una comunidad que ha pasado de llevar una vida muy pobre, pero sin sobresaltos, a tener que soportar muy de cerca la presencia de un inc¨®modo gigante. La mina ha bloqueado el r¨ªo Subri con una presa, ha forzado el desalojo y traslado de unas 10.000 personas y ha engullido cientos de campos de cultivo. Hace una d¨¦cada pensaron que el oro les traer¨ªa una vida mejor, pero ya no lo tienen tan claro.
Todo comenz¨® en 2003, cuando el Gobierno de Ghana dio su visto bueno a la empresa Newmont, una de las compa?¨ªas l¨ªderes en la extracci¨®n de oro mundial, para que comenzara la explotaci¨®n de este mineral en la depauperada regi¨®n de Brong-Ahafo, hasta entonces virgen en este tipo de industrias. La mina a cielo abierto, en realidad la primera fase del proyecto, se encuentra situada entre las peque?as ciudades de Kenyasi, al sur, y Ntotroso, al norte, unos 300 kil¨®metros al noroeste de Accra, la capital del pa¨ªs. Su superficie es de 31 kil¨®metros cuadrados, es decir como unos 3.000 campos de f¨²tbol, y cuenta con dos canteras en explotaci¨®n, Apensu y Subika, que producen unas 442.000 onzas de oro al a?o (cifras de 2014) y da empleo directo en la actualidad a 1.116 personas, el 43% de las propias comunidades afectadas. El coste total del proyecto ronda los 475 millones de d¨®lares, de los que 75 millones han sido aportados por la Corporaci¨®n Financiera Internacional, una instituci¨®n del Banco Mundial. Se calcula que esta mina, el proyecto m¨¢s grande de Newmont en todo el continente africano, ser¨¢ productiva durante unos 20 a?os.
Alex Kodjo Asar camina apoyado en un bast¨®n y no ha visto una onza de oro en su vida. Lleva 30 a?os viviendo en el pueblo de Manu Shed, de 300 habitantes, tambi¨¦n pr¨®ximo a los l¨ªmites de la mina. En el camino hasta all¨ª desde Kenyasi, un cartel clavado en un ¨¢rbol avisa con las horas y el lugar de las explosiones del d¨ªa. ¡°Hace tres a?os el almac¨¦n de cacao del pueblo se vino abajo despu¨¦s de un ruido enorme procedente de la mina, algunas casas tambi¨¦n se han derrumbado. Hemos hablado con la empresa varias veces, queremos que nos trasladen a otro lugar, que nos den viviendas nuevas, pero hasta ahora nadie se ha ocupado de nosotros¡±, dice con amargura. El agua, una vez m¨¢s, tambi¨¦n les trae de cabeza. Y es que desde que Newmont comenz¨® con sus actividades, el r¨ªo es inaccesible.
Dentro de los afectados por la mina hay dos grandes categor¨ªas. En primer lugar est¨¢n los desplazados, es decir, aquellos que han perdido sus casas y tierras y que han sido trasladados a otro lugar, unas 10.000 personas en total, procedentes de 10 comunidades: Kenyasi 1, Kenyasi 2, Ntotroso, Hwidiem y Gyedu (afectados por Ahafo Sur, que ya est¨¢ en explotaci¨®n) y Dokyekrom, Kodiwohia, Kwakyekrom, Yawusukrom y Acherensua (Ahafo Norte). La legislaci¨®n en Ghana establece que si bien pueden ser considerados propietarios de la tierra que cultivan, algo que viene amparado por la costumbre y los usos tradicionales, el derecho de explotaci¨®n de las riquezas del subsuelo est¨¢ en manos del Estado, quien por tanto puede hacer uso de ellas abonando una compensaci¨®n. Y esto es lo que ha ocurrido. La concesi¨®n es temporal, pero las tierras ya no son cultivables. Al menos durante d¨¦cadas.
En segundo lugar est¨¢n los habitantes de pueblos como Kantinka, Manu Shed, Yaro Gruma o Anane Krom, que viven cerca de la mina, pero no lo suficiente como para ser trasladados. Ellos son los que sufren los ruidos, el polvo en el ambiente, las explosiones pr¨®ximas, la contaminaci¨®n del agua de los pozos, la imposibilidad de acceder al r¨ªo. Agbeko Azumah, portavoz de Newmont, asegura: ¡°Para nosotros trasladarlos es el ¨²ltimo recurso, antes intentamos mitigar el impacto de nuestra actividad. Si no es posible, optamos por el reasentamiento. Fue un sistema en el que todos estuvieron de acuerdo¡±. En todo caso, insiste, nadie vive a menos de 500 metros de las canteras de donde se extrae el mineral.
La mina da empleo directo a 1.116 personas, el 43% procedente de las comunidades afectadas. El coste del proyecto ronda los 475 millones de d¨®lares, de los que 75 han sido aportados por el Banco Mundial
En Kenyasi ha surgido un nuevo barrio de la nada. Se trata de OLA, donde han sido reasentadas 3.500 personas. Lo primero que llama la atenci¨®n es que aqu¨ª las calles son muy rectas y todas las casas iguales, construidas en serie por la compa?¨ªa. ¡°La primera vez que o¨ª hablar de Newmont nos pusimos muy contentos¡±, asegura Norbert Nyarko, agricultor de 77 a?os, ¡°pensamos que esto iba a traer desarrollo, trabajo, oportunidades para todos. Y si bien la ciudad ha crecido y se ve m¨¢s dinero en movimiento, lo cierto es que ese dinero pasa delante de nuestros ojos y no se para en nuestros bolsillos¡±. Y los reasentamientos no han acabado, en este momento se est¨¢ terminando de construir un nuevo lote de casas en la zona norte. Se calcula que otras 10.000 personas podr¨ªan ser reasentadas en los pr¨®ximos a?os si la compa?¨ªa sigue adelante con su proyecto e inicia la segunda fase, todo depender¨¢ del dinamismo del mercado internacional del oro, en los ¨²ltimos dos a?os en horas bajas tras una d¨¦cada espectacular.
Los hermanos Gabriel Ayensu y Eric Nsiah tambi¨¦n viven en OLA. ¡°Antes trabaj¨¢bamos con nuestro padre en la finca familiar de cacao. Pero al venir aqu¨ª se quedaron con nuestra tierra y nos dieron a cambio una finca de menos de una hect¨¢rea. Con eso no puede vivir una familia. Luego nos prometieron que nos iban a contratar, pero no ha sido as¨ª. Y en Kenyasi hay que comprar todo, el arroz, la carne, el coste de la vida es m¨¢s caro¡±, asegura Gabriel. El proceso de compensaciones a los agricultores que perdieron su tierra no ha sido f¨¢cil, muchos aceptaron el dinero que les ofrec¨ªa la compa?¨ªa (en funci¨®n de la superficie de las tierras) y que fue pactado entre Newmont y las propias comunidades a trav¨¦s de un comit¨¦ de compensaciones, pero otros han presentado reclamaciones y siguen peleando. Nyarko perdi¨® una plantaci¨®n de tecas (¨¢rboles que se usan para construir los postes de la luz) con una extensi¨®n de nueve hect¨¢reas y a¨²n est¨¢ esperando por que le paguen un precio justo. Y no es el ¨²nico.
La compa?¨ªa asegura que el proceso ha sido transparente y negociado en todo momento con los representantes de la poblaci¨®n. ¡°Hemos tenido algunos problemas porque nuestra llegada gener¨® unas enormes expectativas comunitarias¡±, asegura el portavoz de Newmont. ¡°Muchos nos vieron como la ¨²nica fuente de riqueza de la ciudad, que les pod¨ªamos solucionar la vida d¨¢ndoles trabajo, dinero y casa. Pero lo cierto es que siempre hemos actuado en coordinaci¨®n con las comunidades, con un alto nivel de di¨¢logo¡±, a?ade.
En Ntotroso, al norte de la explotaci¨®n minera, se encuentra la sede de la Fundaci¨®n Newmont Ahafo para el Desarrollo (NADeF). Creada en 2008 y financiada por Newmont con un d¨®lar por cada onza de oro extra¨ªda, su consejo de direcci¨®n est¨¢ integrado a partes iguales por miembros de las comunidades y de la empresa. NADeF ha construido centros sociales, una escuela de Enfermer¨ªa, da becas a estudiantes, levanta aulas en colegios o facilita microcr¨¦ditos, mientras que la empresa ha generado una evidente din¨¢mica de empleo (1.116 trabajadores directos, de los que 481 son locales; 2.947 empleos en empresas contratadas, de los que 1.122 son de las comunidades afectadas), realoja a los desplazados, paga por sus tierras y patrocina programas de lucha contra la malaria. Pero todos se hacen la misma pregunta, ?es esto suficiente?, ?compensa el impacto generado?
El impacto ambiental de la mina es indiscutible. Sus defensores alegan que aporta riqueza a la zona
Hay opiniones para todos los gustos. Eric Addae es el actual alcalde del distrito de Atusifi Norte que integra a buena parte de las comunidades afectadas, pero cuando se anunci¨® la llegada de Newmont era uno de los l¨ªderes sociales m¨¢s activos en defensa de estos pueblos. ¡°Esta siempre ha sido una regi¨®n humilde habitada por agricultores que explotan sus fincas de cacao, pl¨¢tanos o mandioca. En los a?os noventa muchas empresas empezaron a hacer prospecciones, se dec¨ªa que hab¨ªa oro. As¨ª que nos preparamos para lo que pod¨ªa venir, creamos comit¨¦s, visitamos regiones con tradici¨®n minera, nos organizamos para exigir nuestros derechos. Ahora seguimos siendo pobres, es cierto, pero Newmont ha hecho cosas por nosotros¡±, asegura. Addae cree que ha habido impactos negativos, pero que tambi¨¦n hay cosas positivas: ¡°Han invertido mucho dinero en la gente¡±.
En lo que todos coinciden es en el efecto ambiental de la mina Ahafo. Basta con recorrer la zona para darse cuenta de que ya nada ser¨¢ como antes. Polvorientas carreteras por las que transitan a diario grandes camiones y maquinaria pesada, monta?as de piedras y escombros procedentes de las canteras, ¨¢rboles talados, una enorme balsa de desechos. Parece un paisaje lunar. En octubre de 2009 la propia compa?¨ªa admiti¨® que se hab¨ªa producido un vertido de cianuro en el r¨ªo Asunua, que desemboca en el Subri, despu¨¦s de que los habitantes del lugar descubrieran cientos de peces muertos. El cianuro, una sustancia muy peligrosa para el ser humano y que puede persistir hasta 25 a?os en el agua, es utilizado por las empresas mineras en el proceso de extracci¨®n del oro.
Tras cambiar el curso del r¨ªo, lo que impidi¨® el acceso al mismo de un pu?ado de pueblos, Newmont ha tenido que construir decenas de pozos para las comunidades. Sin embargo, el agua subterr¨¢nea tambi¨¦n est¨¢ contaminada. Nadie ha encontrado el v¨ªnculo directo entre la actividad de la empresa y la presencia de sustancias contaminantes en el nivel fre¨¢tico (la actividad minera artesanal sin regular tambi¨¦n podr¨ªa estar detr¨¢s), pero lo cierto es que los problemas comenzaron una vez que la mina empez¨® a funcionar. Los habitantes de Tutuka recuerdan que fue en 2008. ¡°Un d¨ªa nos dimos cuenta de que el agua que extra¨ªamos con la bomba hab¨ªa cambiado de color. Las pruebas fueron concluyentes, no era potable. As¨ª que la empresa nos construy¨® otro pozo un poco m¨¢s lejos. Sin embargo, a los pocos d¨ªas igual, el agua no se pod¨ªa usar¡±, asegura Yaw Anthony, el jefe del pueblo. La soluci¨®n ofrecida por Newmont ha sido instalar un tanque de 6.000 litros que rellena cada tres d¨ªas. Pero no es suficiente. Tutuka es un pueblo grande y hay conflictos por rellenar los bidones.
En Accra tiene su sede la Coalici¨®n Nacional de Miner¨ªa, una red de ONG, sindicatos y movimientos sociales vinculados al sector. Su secretario ejecutivo es Yao Graham, quien echa buena parte de la culpa de los impactos negativos en Ahafo al Gobierno. ¡°Cada vez que una empresa se instala en un lugar con un macroproyecto como este se genera una suerte de alianza entre el Gobierno, las ¨¦lites locales y la compa?¨ªa que deja de lado a los verdaderos afectados, no les tiene en cuenta. Y en el caso de Newmont es m¨¢s grave, porque es la primera gran mina de oro a cielo abierto del pa¨ªs, es decir, la que m¨¢s recursos en t¨¦rminos de suelo consume. Pues bien, el contrato con esta empresa es, de lejos, el peor en t¨¦rminos de royalties que ha firmado el gobierno de Ghana, con un escaso porcentaje del 3% para el pa¨ªs¡±.
?Es el modelo inversor de Newmont, apoyado por el Banco Mundial, el paradigma de un nuevo desarrollo para ?frica??En Kenyasi y Ntotroso la palabra m¨¢s repetida es frustraci¨®n
Sin embargo, Emmanuel Afreh, director del Departamento de Gesti¨®n, Monitoreo y Evaluaci¨®n de la Comisi¨®n de Minerales, dependiente del Ejecutivo ghan¨¦s, considera que las ventajas que aporta Newmont a la comunidad superan con creces a los perjuicios. ¡°Para hacer una tortilla hay que romper algunos huevos¡±, dice, ¡°es cierto que la empresa s¨®lo paga el 3% de su producci¨®n bruta en royalties al Estado, algo que ahora estamos tratando de renegociar al alza, pero se hizo as¨ª porque se comprometi¨® a una inversi¨®n de 500 millones de d¨®lares en desarrollo en 15 a?os. Y lo est¨¢ cumpliendo¡±. Adem¨¢s, est¨¢n los inputs generados por el Impuesto de Sociedades (35% de sus beneficios netos), tasas aduaneras, etc. ¡°Por poner un ejemplo, el 27% de los impuestos dom¨¦sticos del pa¨ªs procede de la actividad minera. Y ese dinero tambi¨¦n se invierte en desarrollo, para nosotros el oro es clave¡±.
El hecho de que la inversi¨®n de Newmont contara con el respaldo del Banco Mundial a trav¨¦s de la Corporaci¨®n Financiera Internacional da a¨²n m¨¢s garant¨ªas al Gobierno de que las cosas se est¨¢n haciendo como deben. ¡°Y si esto no fuera as¨ª, el Ejecutivo ghan¨¦s tiene instituciones y agencias plenamente operativas, como la Agencia de Protecci¨®n Ambiental, que se aseguran de que las compa?¨ªas operan dentro de los l¨ªmites. No nacimos ayer. Todas nuestras agencias saben lo que hacen estas empresas y las controlan¡±, a?ade Afreh.
La Corporaci¨®n Financiera Internacional pretend¨ªa que este proyecto se convirtiera en un modelo a seguir en los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, generando empleo y mejores condiciones de vida para la poblaci¨®n afectada. Ya en 2003 un estudio del propio Banco Mundial alertaba de que hasta entonces sus inversiones en el sector minero en Ghana no hab¨ªan generado beneficios para las comunidades en el sentido adecuado. Sin embargo, nueve a?os despu¨¦s del inicio de las actividades de Newmont, la ciudad de Kenyasi parece vivir m¨¢s en la frustraci¨®n que en el desarrollo. Evans, profesor de Inform¨¢tica en el colegio Anglicano, lo plantea as¨ª: ¡°La mina da casas a la gente, construye aulas y otorga algunas becas. Pero aqu¨ª no hay trabajo, ?qu¨¦ quieren que haga la gente?, ?que se coman los ladrillos?¡±.
Ahora la vida aqu¨ª es imposible, han aumentado los mosquitos, hay polvo todo el d¨ªa y el agua del r¨ªo est¨¢ contaminada
En la Sanidad tambi¨¦n se han producido cambios. En el hospital Saint Elisabeth, que cubre todo el distrito de Atusifi Norte, atienden a unas 600 personas cada d¨ªa. Demasiado para su capacidad. ¡°Desde que abri¨® la mina hemos notado un incremento en la demanda de servicios hospitalarios porque la poblaci¨®n ha aumentado¡±, asegura la hermana Confort Apedzi, administradora del centro. ¡°Hay m¨¢s casos de c¨®lera y m¨¢s neumon¨ªas y aunque no hay estudios que vinculen esto a la mina, lo cierto es que las carreteras est¨¢n en p¨¦simo estado y hay mucho tr¨¢fico pesado, lo que genera que haya polvo en el aire todo el tiempo, y hay zonas donde el agua est¨¢ contaminada¡±, a?ade. Apedzi ha vivido muchos a?os en Kenyasi y conoce el antes y el despu¨¦s. ¡°Newmont se ha quedado con las tierras y ahora la gente es m¨¢s pobre, han subido los precios y hay menos fincas donde cultivar. Esto es una hipoteca para las futuras generaciones. ?M¨¢s prosperidad? No la veo por ning¨²n lado¡±, concluye.
?Es el modelo inversor de Newmont, apoyado por el Banco Mundial, el paradigma de un nuevo desarrollo para ?frica? ?O adolece de las mismas carencias del pasado s¨®lo camufladas bajo una mano de pintura de responsabilidad social? M¨¢s a¨²n, ?son las empresas privadas sobre quienes debe recaer esta tarea? ?O s¨®lo pueden ser los estados fuertes y las ¨¦lites pol¨ªticas y sociales valientes, capaces de exigir contraprestaciones y fijar controles f¨¦rreos a las multinacionales, las que cambien las cosas? En Kenyasi y Ntotroso la palabra m¨¢s repetida, la sensaci¨®n m¨¢s extendida, es frustraci¨®n. Han dado mucho y lo que han recibido es menos de lo que esperaban. En Ghana, tras m¨¢s de dos d¨¦cadas de miner¨ªa intensiva, con regiones como Ashanti en las que la destrucci¨®n de amplias zonas de bosque ha supuesto una p¨¦rdida irreparable, el 22% de la poblaci¨®n sigue bajo el umbral de la pobreza. Un alto precio para un beneficio relativo. ¡°No es que todo haya sido negativo, pero es hora de cambiar¡±, remata Yao Graham.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
Archivado En
- Desplazados
- Ghana
- Oro
- Banco Mundial
- Miner¨ªa
- ?frica occidental
- Metales preciosos
- Pobreza
- ?frica
- Materias primas
- Derechos humanos
- Violencia
- Migraci¨®n
- Sucesos
- Organizaciones internacionales
- Conflictos
- Relaciones exteriores
- Industria
- Problemas sociales
- Problemas demogr¨¢ficos
- Demograf¨ªa
- Sociedad
- Desplazados en nombre del progreso
- Planeta Futuro