Cuando se desata la fiebre del oro
El inicio de las actividades de Newmont en Kenyasi ha provocado la irrupci¨®n de cuatro explotaciones artesanales donde miles de personas se juegan la vida por unas pepitas
¡°Si est¨¢s ah¨ª abajo y ves oro, te puedes volver loco. Yo he llegado a estar 24 horas sin salir del agujero¡±, asegura Bright, un joven minero que procede del otro extremo de Ghana y que lleg¨® hace cuatro meses hasta Kenyasi, en el oeste del pa¨ªs, atra¨ªdo por la fiebre del oro. El agujero al que se refiere apenas tiene un metro por cada lado y por ¨¦l descienden decenas de chicos a diario para ir sacando, cubo a cubo, toneladas de piedras en las que podr¨ªa encontrarse, en peque?¨ªsimas part¨ªculas, el preciado metal. En total hay cuatro explotaciones artesanales como esta en la zona, todas surgidas despu¨¦s de que la compa?¨ªa estadounidense Newmont comenzara a operar en la mina Ahafo, en 2006. ¡°Si los americanos sacan el oro, ?por qu¨¦ no coger nosotros nuestra parte?¡±, se pregunta Bright.
El problema del galamsey (as¨ª llaman al minero artesanal) es que se trata de una actividad con escaso control gubernamental, muy peligrosa y que genera una gran contaminaci¨®n. Por la carretera que separa al pueblo de la mina artesanal transitan a diario cientos de personas, la mayor¨ªa j¨®venes que sue?an con hacerse ricos en un golpe de suerte, pero tambi¨¦n mujeres que venden comida o que se encargan de procesar las piedras para ver si hay oro, intermediarios, compradores, los propietarios de las m¨¢quinas necesarias para extraer las preciadas part¨ªculas, ni?os. Kofi es uno de ellos. Apenas tiene 11 a?os y desde que sale el sol se le puede ver hasta arriba de barro con las manos en el agua. Es una parte m¨¢s de la cadena de un complejo y organizado sistema en el que todos desempe?an su papel.
Para llegar hasta la mina hay que desviarse del camino principal y atravesar una veintena de chamizos y construcciones improvisadas que han surgido al calor de esta actividad, siempre arropados por el ruido de los generadores que proveen la necesaria electricidad. Aqu¨ª est¨¢n los desheredados. J¨®venes sin demasiadas expectativas que pasan el d¨ªa fumando marihuana y bebiendo cerveza o un tipo de alcohol local que tira para atr¨¢s, chicas que ejercen la prostituci¨®n por unas monedas, mineros llegados de fuera que doblan la espalda a oscuras en el agujero durante horas y horas, buscavidas, ladronzuelos, mujeres que cocinan arroz con salsa de pollo para quien se lo pueda permitir. Y al frente de todo este universo paralelo, los se?ores de la mina, liderados por un tipo llamado Dallas (¡°como la ciudad de Estados Unidos¡±, recalca) por el que hay que pasar, s¨ª o s¨ª, para poder seguir adelante.
Se calcula en en todo el pa¨ªs unas 200.000 personas viven de las extracciones artesanales
Detr¨¢s de una peque?a monta?a se abren los agujeros. Hay algo as¨ª como una veintena. Cada uno ha ido haciendo donde mejor le ha parecido. El ruido aqu¨ª se hace m¨¢s atronador porque los motores deben suministrar ox¨ªgeno a los que est¨¢n abajo. Los pozos pueden llegar a medir hasta 50 metros de profundidad. Hay polvo y barro por todos lados, en una mina que da trabajo e ilusi¨®n, dos cosas que escasean mucho por aqu¨ª, a unas 1.000 personas. Isaac es uno de ellos. ¡°Si la cosa no te va muy bien puedes ganar unos 40 euros a la semana, pero si tienes suerte puedes ganar m¨¢s del doble, hasta 500 euros en un solo mes. Eso no lo ganas trabajando en una finca¡±, explica.
Los mineros artesanales usan p¨®lvora para sus explosiones y van colocando unos pilares de madera de apenas un metro y medio de alto para ir asegurando su avance. Sin embargo, los accidentes est¨¢n a la orden del d¨ªa. El 12 de noviembre de 2009 el hundimiento de una mina mat¨® a 18 personas en una explotaci¨®n artesanal en la regi¨®n de Ashanti. ¡°Hay momentos que te entra el p¨¢nico, piensas que vas a morir all¨ª abajo y que nadie va a sacar nunca tu cuerpo. Yo trabajo d¨ªa y noche, duermo a ratos cuando ya no puedo m¨¢s¡±, a?ade Bright, que en realidad sue?a con ser futbolista de ¨¦xito. A sus 24 a?os la vida no parece sonre¨ªrle demasiado.
Para muchos, sin embargo, es una opci¨®n. Sobre todo despu¨¦s de que Newmont se quedara con buena parte de las tierras de cultivo. ¡°Era la tierra de nuestros abuelos y la hemos entregado como si tal cosa¡±, opina Bless Asante, de 42 a?os que se encarga de comprar el oro a los mineros tradicionales y venderlo en la ciudad. ?l sabe lo que es emigrar, estuvo tres meses en Espa?a recogiendo uvas y tomates, pero decidi¨® volver a su pa¨ªs. ¡°Esta es una tierra rica, tenemos cacao, fruta, buena madera. Y tambi¨¦n minerales, oro, manganeso. Si las grandes empresas extranjeras no estuvieran aqu¨ª, ninguno de nosotros tendr¨ªa que irse al extranjero¡±, a?ade.
Si la cosa no te va muy bien puedes ganar unos 40 euros a la semana, pero si tienes suerte, m¨¢s del doble
La actividad de los galamsey no es ilegal en s¨ª misma, se calcula que en todo el pa¨ªs unas 200.000 personas viven de esta actividad en miles de explotaciones como esta. Sin embargo, est¨¢ prohibida all¨ª donde hay una concesi¨®n a una empresa minera. Adem¨¢s, requiere de una enorme cantidad de permisos y autorizaciones que, en la pr¨¢ctica, provoca que muchos inicien los trabajos de manera ilegal. El Gobierno casi siempre lo tolera y mira para otro lado. En la mina de Kenyasi, al igual que en la mayor¨ªa del resto del pa¨ªs, se usa mercurio l¨ªquido en el proceso de separaci¨®n del oro, lo que genera alt¨ªsimos niveles de contaminaci¨®n de aguas y tierra. Miles de personas han sufrido envenenamiento por ingesta accidental de mercurio en grandes dosis.
Una vez salen las piedras del agujero las mujeres escogen algunas de ellas y las machacan en una especie de mortero. Es lo que llaman la prueba. El polvillo resultante lo mezclan con agua sobre unos soportes de pl¨¢stico y con una serie de movimientos circulares el oro se va decantando hacia los extremos. Si aparece el brillo del metal, esas piedras se llevan a unas m¨¢quinas, situadas a unos metros de distancia, que hacen todo el proceso. Es una t¨¦cnica bien conocida por todos y que da para mantener el sistema en pie y que tiene la capacidad de atraer empleo. Casi todos tienen la idea de estar tres o cuatro a?os para luego, con el dinero que puedan ahorrar, emprender su propio negocio. Pero el oro engancha y muchos se gastan lo poco que obtienen simplemente en el camino de vuelta a casa porque piensan que al d¨ªa siguiente ser¨¢, una vez m¨¢s, un d¨ªa de suerte.
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