Amor y revoluci¨®n
¡®Doctor Zhivago¡¯ muestra c¨®mo el Estado debe apoyar la cultura, pero no inmiscuirse en ella
Hay libros que una cree que ha le¨ªdo. Libros tan comentados, habitados por personajes inmersos en la cultural popular, de argumentos tan sabidos, que se habla de ellos con un desparpajo que aumenta el autoenga?o. Hay libros que se leyeron en la adolescencia y han de releerse porque nosotros los de entonces ya no somos los mismos y un libro respira ante un lector en edad madura de distinta manera. Hace cuatro a?os le¨ª Doctor Zhivago. Lo hice en parte para homenajear a la traductora Marta Reb¨®n, que hab¨ªa perdido noches de sue?o tratando de encontrar las palabras que hicieran justicia al verbo inmenso del ruso Pasternak. La traducci¨®n de Reb¨®n concedi¨® una nueva vida a Yuri y Lara, los devolvi¨® al presente y llen¨® de Rusia mis noches insomnes.
Cuando le¨ª hace cuatro a?os Doctor Zhivago me di cuenta de que nunca lo hab¨ªa le¨ªdo. Conoc¨ªa al detalle el argumento, los rostros de Yuri y Lara eran, como hab¨ªa impuesto el cine, los de Omar Sharif y Julie Christie, pero la literatura no son los hechos, sino la singular forma de narrarlos, y los libros no est¨¢n creados del mismo material que las pel¨ªculas, aunque puedan compartir argumento. Para m¨ª, la irrupci¨®n del verbo traducido de Pasternak fue un acontecimiento m¨¢s que literario, porque tampoco la literatura es solo literatura: cuando se trata de una obra importante, la huella es ¨ªntima y resulta dif¨ªcil medir su hondura.
Si no hubiera sido por esas noches dedicadas a una vida, la de Zhivago, que nos sit¨²a en plena Revoluci¨®n de Octubre y nos conduce de la ¨¦pica de la revoluci¨®n al desencanto de sus consecuencias, no habr¨ªa le¨ªdo con tanto inter¨¦s The Zhivago Affair, el libro que narra la pesadilla que para el poeta Bor¨ªs Pasternak supuso la publicaci¨®n de una novela que ¨¦l defend¨ªa como fundamental para comprender el devenir de un pa¨ªs al que amaba y como culminaci¨®n de su propia obra. Esa invencible vanidad fue necesaria para su propia supervivencia.
Ya retirado, Kruschev confesar¨ªa: ¡°No debi¨¦ramos haberlo prohibido. No hay nada antisovi¨¦tico en ¨¦l¡±
La minuciosa investigaci¨®n del periodista Peter Finn y de la escritora Petra Couv¨¦e reproduce la pesadilla a la que se vio sometido el escritor por tener la osad¨ªa de publicar la novela con Feltrinelli en Italia; en su pa¨ªs le resultaba imposible, al haber sido tachada de anti-sovi¨¦tica por esos intelectuales que eleg¨ªan y censuraban los libros que deb¨ªan llegar a las manos del pueblo ruso. No dir¨¦ que The Zhivago Affair atrapa como una novela, por ser una frase boba ideada por rese?istas que entienden que al lector, como si fuera un ni?o, hay que enga?arle un poco para que le hinque el diente a una dosis de realidad. Si este libro atrapa es precisamente porque se certifican los hechos a conciencia, tal y como fueron desde que Pasternak entreg¨® el manuscrito a un editor extranjero, pasando por las m¨²ltiples complicaciones que se hubieron de salvar antes de la publicaci¨®n, hasta esa campa?a de descr¨¦dito brutal contra el escritor y su obra que tuvo como consecuencia que el poeta, autor de una ¨²nica novela, se viera empujado a rechazar el Premio Nobel recibido en 1958. Doctor Zhivago se convirti¨® muy a pesar de Pasternak en un elemento m¨¢s de la Guerra Fr¨ªa. Todos se retrataron utilizando la literatura como arma arrojadiza: de un lado, el comit¨¦ de escritores sovi¨¦ticos (en el que hab¨ªa una correspondencia entre los m¨¢s serviles al r¨¦gimen y los m¨¢s mediocres), al alimentar su resentimiento hacia el poeta, que a pesar de todas las campa?as nunca perdi¨® el favor de un pueblo que recitaba sus poemas de memoria; del otro, la CIA, que consider¨® que poniendo la novela en manos del pueblo ruso estaba sembrando la semilla de la oposici¨®n al r¨¦gimen.
Tambi¨¦n hay que comprender el miedo de muchos de sus colegas a defenderlo, puesto que en ellos lat¨ªa el recuerdo de la ¨¦poca de las purgas stalinistas, de tal manera que su amante, Olga Ivinskaya, en la que Pasternak se bas¨® para crear el inmortal personaje de Lara, se convierte en la historia real, tan apasionante como la literaria, en la verdadera hero¨ªna del libro, porque acab¨® pagando con la libertad la determinaci¨®n del escritor a publicar su novela, aun sabiendo todos los sinsabores que esto acarrear¨ªa a los suyos. Hubo muchas v¨ªctimas del Doctor Zhivago: el propio Pasternak; sus hijos, a los que se castig¨® en el ejercicio de sus profesiones; su amante, Olga; la hija de su amante, que tambi¨¦n fue enviada a un campo, y aquellos escritores que callaron y que con el tiempo se avergonzar¨ªan de un silencio provocado por el terror constante que padec¨ªan a ser castigados. Este libro, complemento perfecto a la novela para hacerla aun si cabe m¨¢s grande, muestra c¨®mo el Estado debe apoyar la cultura, pero no inmiscuirse en ella utilizando a los intelectuales y artistas como si fueran empleados a su servicio y hubieran de mostrarse agradecidos. Esto es siempre dif¨ªcil de entender para la clase pol¨ªtica que solo desea simpatizantes y teme a los versos sueltos.?
Ya retirado, Nikita Jruschov, primer secretario del Partido Comunista durante los a?os de la Guerra Fr¨ªa, confesar¨ªa: ¡°No debi¨¦ramos haberlo prohibido. Yo deber¨ªa haberlo le¨ªdo. No hay nada anti-sovi¨¦tico en ¨¦l. Tal vez sea demasiado tarde para expresar mi arrepentimiento. Pero mejor tarde que nunca¡±. Tarde para Pasternak, que ya estaba muerto.?
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