Apogeo y ca¨ªda de un para¨ªso
El barrio de Puerto Madero ya no es de ser el enclave perfecto para los satinados. Se ha convertido en el foco del horror
Muy cada tanto sucede, en un pa¨ªs, uno de esos hechos cuyas consecuencias llenar¨¢n p¨¢ginas y m¨¢s p¨¢ginas, a?os y m¨¢s a?os. En la Argentina la muerte tan caprichosa del fiscal Alberto Nisman, el pasado enero, ser¨¢ uno de ellos. Su consecuencia m¨¢s inmediata fue el principio del fin del Gobierno de Cristina Fern¨¢ndez; entre las m¨¢s mediatas, una rebeli¨®n general en la justicia, la devaluaci¨®n final de la palabra del Estado y, fuera de toda expectativa, la desgracia de Puerto Madero.
Cuando yo ten¨ªa 11 o 12 a?os me tocaba ir los jueves: all¨ª yac¨ªa, entre barcos arrumbados y graneros en ruinas, el campo de deportes de mi colegio. El puerto estaba abandonado. La aventura consist¨ªa en esquivar las asechanzas de aquellos marineros sovi¨¦ticos o griegos que amenazaban nuestro honor imp¨²ber.
El abandono dur¨® hasta los noventa, cuando, neoliberalismo peronista mediante ¨Csobornos fara¨®nicos mediante¨C, empresarios se lanzaron sobre esa mina de oro. Primero rehabilitaron los viejos edificios y los volvieron restoranes y bares y hoteles pretenciosos; despu¨¦s construyeron otros nuevos y los vendieron como pisos m¨¢s que pretenciosos.
El invento era imbatible: Puerto Madero est¨¢ pegado al centro de Buenos Aires pero s¨®lidamente separado por rejas y canales; casi un barrio cerrado sobre el r¨ªo. Es un enclave con reglas propias y, entre ellas, un sistema de seguridad distinto del resto de la ciudad: no lo maneja la Polic¨ªa Federal ¨Caltamente corrupta y c¨®mplice de delitos diversos¨C, sino la Prefectura Naval que, por su funci¨®n acu¨¢tica, no hab¨ªa tenido tiempo de corromperse tanto. Adem¨¢s era un barrio nuevo: no hab¨ªa pobres residuales que incomodaran a sus vecinos, tan gustosos de vivir entre iguales.
Por todo lo cual los ricos y famosos, pol¨ªticos, futbolistas, tetonas, inversores y dem¨¢s oportunistas se sintieron all¨ª m¨¢s c¨®modos, mejor protegidos, bien acompa?ados, y convirtieron ese trozo de tierra ribere?a en el barrio m¨¢s caro de la ciudad. Cuando el peronismo populista lleg¨® al poder en 2003, el lugar estaba maduro para convertirse en su refugio y en su mejor s¨ªmbolo: Puerto Madero es un lugar donde los pisos valen millones de d¨®lares y las calles llevan nombres de Madres de Plaza de Mayo y otras v¨ªctimas de la dictadura. La s¨ªntesis ideal, kirchnerismo perfecto.
Hasta que, el 17 o 18 de enero ¨Chasta eso se discute¨C, en uno de sus edificios m¨¢s reputados y m¨¢s caros, un fiscal de la naci¨®n apareci¨® muerto sin que ninguno de los numerosos dispositivos de control hubiera funcionado. La ilusi¨®n de la seguridad se derrumbaba y la zozobra se extendi¨® por el barrio. Y aument¨® cuando, pocos d¨ªas despu¨¦s, amaneci¨® frente al edificio del fiscal el cuerpo carbonizado de una mujer que, todav¨ªa, nadie ha identificado.
Mientras tanto, cada vez m¨¢s vecinos aparecen en la cr¨®nica policial ¨Cporque van presos o a declarar a alg¨²n juzgado¨C. Un conocido dirigente sindical, un poderoso contratista de obra p¨²blica, un zar del juego, lavadores varios de dineros y, guinda perfecta, el se?or vicepresidente de la naci¨®n, don Amado Boudou. La se?ora Fern¨¢ndez de Kirchner tambi¨¦n se compr¨® un par de pisos en el barrio, pero no los ocupa ¨Co desocupa¨C.
En cualquier caso, en un lapso muy breve, Puerto Madero dej¨® de ser el enclave perfecto para los satinados y se convirti¨® en el foco del horror. As¨ª suelen ser, en la Argentina, de breves los para¨ªsos terrenales.
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