La voluntad de ser naci¨®n
La aspiraci¨®n catalana a un Estado est¨¢ en el poso de la ideolog¨ªa de una elite
En ¨²ltimo t¨¦rmino, el nacionalismo justifica el actual proceso soberanista en Catalu?a en ¡°la voluntad de ser naci¨®n¡± del pueblo catal¨¢n. Ya no se trata tanto de definir las esencias distintivas de un territorio y sus habitantes en t¨¦rminos cl¨¢sicos de todo nacionalismo (tales como una lengua propia y diferente del Estado del que forman parte, una historia y unas instituciones diferenciadas, etc¨¦tera), y que en el pasado podr¨ªan haber servido para justificar la formaci¨®n de un nuevo Estado-naci¨®n. Primero, porque ese af¨¢n diferenciador con respecto al resto de territorios y ciudadanos del Estado suena a rancio, a justificaci¨®n etnicista, y, por tanto, dif¨ªcil de vender en el seno de las democracias europeas, en un mundo donde se espera ser recibido. Pero, adem¨¢s, porque es dif¨ªcil de justificar en un contexto donde la globalizaci¨®n impone la interdependencia y demanda altos niveles de cooperaci¨®n entre los diferentes territorios y Gobiernos existentes para asegurar su propia supervivencia, porque desestima la propia diversidad y pluralidad dentro de Catalu?a y porque no explica la inexistencia de ese mismo af¨¢n por parte de otros territorios colindantes con caracter¨ªsticas similares (en particular, Valencia y Baleares). De ah¨ª que lo que de verdad importar¨ªa es la voluntad, indiscutible seg¨²n el nacionalismo, del pueblo catal¨¢n de ser naci¨®n, una voluntad que, adem¨¢s, hunde sus ra¨ªces en el pasado y perdura en el tiempo pues, de lo contrario, ser¨ªa dif¨ªcilmente explicable su aparici¨®n en los ¨²ltimos a?os. Es decir, los catalanes tendremos un Estado propio ante todo porque as¨ª lo queremos, porque esa es y ha sido nuestra voluntad. Es cierto que para ello, cuando menos, habr¨¢ que organizar un refer¨¦ndum que ratifique su existencia, pero ello en el fondo es un tr¨¢mite ante la obcecaci¨®n del Estado espa?ol en impedir el ejercicio de este derecho y voluntad evidentes.
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Es muy dif¨ªcil rebatir una argumentaci¨®n de este tipo, dado su car¨¢cter autoexplicativo: se es naci¨®n no porque objetivamente seamos una naci¨®n (seg¨²n unos par¨¢metros determinados que lo justificar¨ªan) sino porque tenemos la voluntad de serlo; as¨ª, cualquier colectivo o territorio podr¨ªa reclamar ser considerado como naci¨®n siempre que tuviera la voluntad de serlo. En todo caso, se podr¨ªa hacer de una manera instrumental en el supuesto de que no hubiera un n¨²mero suficiente de ciudadanos que votaran a favor de la formaci¨®n de dicho Estado en una consulta planteada a tal efecto, como as¨ª parecen indicarlo los resultados del 9-N.
En nuestro entorno, esta cuesti¨®n ha podido estudiarse en un caso concreto. Efectivamente, en el Tratado de los Pirineos (1659), las monarqu¨ªas francesa y espa?ola acordaron cambiar la l¨ªnea de demarcaci¨®n existente hasta entonces entre ambos reinos, de tal manera que todos los territorios al norte de los Pirineos, es decir, la hoy llamada Catalu?a Norte (el Rosell¨®n, el Conflent y el Vallespir), pasaron a estar bajo la jurisdicci¨®n del monarca franc¨¦s. Extra?amente, no as¨ª el Valle de Ar¨¢n, que aun cuando se sit¨²a en la vertiente septentrional de los Pirineos, sigui¨® bajo la jurisdicci¨®n del Monarca espa?ol. El problema se plante¨® con respecto al valle de la Cerda?a, cuya ubicaci¨®n geogr¨¢fica (norte o sur de la l¨ªnea de los Pirineos) no era clara. Finalmente, se acord¨® la partici¨®n de la Cerda?a por el medio del valle en una especie de decisi¨®n salom¨®nica. Este hecho supuso que, de la noche a la ma?ana, los habitantes de la parte norte del valle pasaron a convertirse en s¨²bditos del rey franc¨¦s. Poco import¨® que los habitantes de la Cerda?a compartieran la misma lengua (el catal¨¢n), que mantuvieran unos fuertes lazos familiares forjados a trav¨¦s del tiempo, que consideraran Puigcerd¨¤ como su ¡°capital¡±, etc¨¦tera. El equivalente en la ¨¦poca actual ser¨ªa que de un d¨ªa para otro dejaron de ser conciudadanos para convertirse en extranjeros. El libro Bounderies, The Making of France and Spain in the Pyrenees de Peter Sahlins (1989, University of California Press, Berkeley, Los ?ngeles, Oxford) hace un recuento de lo sucedido y analiza los avatares de los habitantes de la Cerda?a ante un cambio de tales caracter¨ªsticas: el an¨¢lisis de una realidad, convertida en experimento social real, y su evoluci¨®n en el tiempo.
Es muy dif¨ªcil rebatir una argumentaci¨®n auto-explicativa
Si la voluntad de ser naci¨®n fuera insoslayable como pretende el nacionalismo catal¨¢n, los habitantes de la Cerda?a francesa tambi¨¦n deber¨ªan participar de esa voluntad tanto en el pasado como actualmente. En cuanto al presente, la respuesta est¨¢ al alcance de cualquiera. Basta con visitarla, pero me temo que dicha voluntad est¨¢ lejos de manifestarse claramente. En cuanto al pasado, no hay m¨¢s que leer el libro, escrito por un doctor de la Universidad de Princeton a quien dif¨ªcilmente se le podr¨ªa tachar de nacionalista espa?ol, para constatar que raramente existi¨®. M¨¢s bien al contrario, el sentido de pertenencia al Estado franc¨¦s de los habitantes de la Cerda?a francesa (primero bajo la jurisdicci¨®n del monarca franc¨¦s bajo el Antiguo R¨¦gimen y, m¨¢s tarde, bajo el concepto de ciudadan¨ªa introducido por la Revoluci¨®n Francesa) se desarroll¨® de una manera instrumental por la necesidad de obtener el apoyo de las autoridades francesas para la resoluci¨®n de sus problemas y disputas con los habitantes del otro lado de la frontera (que pasaron a ser extranjeros) y cuya resoluci¨®n exig¨ªa la intervenci¨®n de ¨¦stas debido a que ya no eran meramente disputas entre vecinos, sino disputas internacionales. Algo muy similar ocurri¨® en la Cerda?a espa?ola. As¨ª, los habitantes de ambas Cerda?as resaltaban su fidelidad al rey y reafirmaban su identidad francesa y espa?ola cada vez que reclamaban la intervenci¨®n de sus autoridades respectivas con el fin de obtener la atenci¨®n y el favor de las mismas. Si bien esta situaci¨®n se prolong¨® durante dos siglos (la utilizaci¨®n instrumental de la identidad nacional), al final los habitantes de la Cerda?a acabaron por interiorizar su afiliaci¨®n a Francia y a Espa?a. En resumen, los habitantes de un mismo valle con lengua e historia comunes y estrechos lazos familiares pasaron a definir sus identidades nacionales, ser franceses o espa?oles (como denominaci¨®n propia y de los ¡°otros¡±), no tanto por su ¡°participaci¨®n¡± en la vida y valores de sus respectivos Estados sino como medio para la satisfacci¨®n de sus propias necesidades, lo que acab¨® transform¨¢ndose en su identidad nacional. Pero, adem¨¢s, Peter Sahlins a?ade: ¡°In many ways, the sense of difference is strongest where some historical sense of cooperation and relatedness remains, as in the Catalan borderland of France and Spain¡±. Ni rastro de la voluntad de ser naci¨®n catalana insoslayable y perdurable en el tiempo.
Se podr¨ªa aducir que este ¡°experimento¡± es un caso particular y no extrapolable a otras situaciones y circunstancias debido a la existencia de una frontera y a la dependencia que se deriva de ello de las autoridades de un Estado ¡°ajeno¡± a su verdadera identidad nacional catalana. El caso es que los que eran conciudadanos dejaron de serlo y se transformaron en extranjeros.
Me temo que las ra¨ªces de ¡°la voluntad de ser naci¨®n¡± habr¨¢ que encontrarlas no en una irrefrenable pulsi¨®n que anida en el interior de los ciudadanos catalanes, sino en el poso de una ideolog¨ªa concebida por unas ¨¦lites nacionalistas con el altavoz de unos medios de comunicaci¨®n oficiales o debidamente subvencionados y orientados hacia la construcci¨®n nacional.
V¨ªctor Andr¨¦s Maldonado es licenciado y MBA por ESADE. Fue funcionario de las instituciones de la UE durante el periodo 1986-2012.
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