¡°A m¨ª no me la dan con queso¡±
Parece como si el talante se?oritil haya contaminado a la poblaci¨®n, no se sabe por qu¨¦, pues no es que los espa?oles en conjunto sean entendid¨ªsimos en nada
Dec¨ªa Juan Benet que la actitud predominante entre los cr¨ªticos ¨Csobre todo espa?oles, pero no s¨®lo¨C era semejante a la de los guardias urbanos o de la porra, como anta?o se los llamaba. Aquellos individuos, con sus largos abrigos azul marino y sus cascos coloniales blancos, se encaramaban a un pedestal en medio de una plaza o de una encrucijada y, desde su elevaci¨®n, estaban ojo avizor a ver qui¨¦n comet¨ªa una infracci¨®n; luego andaban buscando infracciones y, por tanto, si no las hab¨ªa, se las sacaban de la manga a menudo, porque de otro modo, ?c¨®mo se justificaban su funci¨®n y aun su existencia? Esa disposici¨®n de los cr¨ªticos se pod¨ªa resumir, seg¨²n Benet, en esta frase: ¡°A m¨ª no me la dan con queso¡±. Es decir: ¡°?Que quiere usted circular con un libro, una pel¨ªcula, una m¨²sica que ha hecho? Le voy a demostrar yo que no puede, que su obra est¨¢ llena de infracciones y que a m¨ª no se me pasa una¡±. Esto significaba que los cr¨ªticos pose¨ªan un r¨ªgido c¨®digo, cada cual el suyo, y que con ¨¦l iban a medir cuanto se ofreciera a sus ojos u o¨ªdos, por innovador que fuese. Este tipo de cr¨ªtico no s¨®lo no se ha extinguido, sino que ha proliferado con las nuevas generaciones: hay muchos que incluso nos cuentan su vida, sus reacciones viscerales, lo que experimentan ellos mientras leen una novela o ven una pel¨ªcula, como si su personalidad y sus h¨¢bitos le interesaran al lector lo m¨¢s m¨ªnimo. Sus rese?as pueden empezar as¨ª: ¡°Cuando leo un libro de Fulano, me suele ocurrir que ¡¡±, o ¡°El problema de esta pel¨ªcula es que no me emociona ¡¡±, sin caer en la cuenta de que eso puede ser problema subjetivo suyo y no de la obra, y, sobre todo, de que a nadie le importan sus sentimientos (¡°Haga el favor de no relatarme lo que le pasa a su est¨®mago, que ya tengo yo el m¨ªo¡±, dan ganas de espetarle).
No son muchos los lectores y espectadores que hoy se sientan en sus butacas de buena fe, o con ecuanimidad por lo menos
Lo peor es que estas actitudes se han contagiado a buen n¨²mero de lectores y espectadores y oyentes, los cuales, por principio, se asoman a cualquier manifestaci¨®n art¨ªstica con esp¨ªritu perdonavidas: ¡°A ver qu¨¦ nos quiere endilgar este¡±, se dicen con p¨¦sima predisposici¨®n y recelo, sea ¡°este¡± un autor novel o consagrado. La cuesti¨®n es partir de la convicci¨®n de que quien se ha atrevido a hacer algo pretende estafarnos y ¡°d¨¢rnosla con queso¡±, y ah¨ª estamos nosotros con nuestro silbato para hacerlo sonar al instante y se?alar las ilegalidades. No son muchos los lectores y espectadores que hoy se sientan en sus butacas de buena fe, o con ecuanimidad por lo menos. Me recuerdan a los alumnos se?oritiles que hace ya 30 a?os me encontr¨¦ en la Universidad de Oxford: repantingados, me miraban con condescendencia y escepticismo, como si estuvieran de vuelta de todo. Les pod¨ªa leer el pensamiento: ¡°A ver qu¨¦ nos va a contar este espa?ol que no sepamos; o que nos interese; o que nos distraiga. Nada, probablemente¡±. Y entonces se dejaba uno el alma por conseguir que, sin percatarse, se quedaran absortos en lo que escuchaban.
Pero esta, extra?amente (no somos un pa¨ªs muy culto), es una actitud m¨¢s espa?ola que extranjera. Es como si aqu¨ª nadie se tuviera en mucho si no se muestra exigente y dif¨ªcil de seducir, y la cosa se ha propagado tanto que participan de ella hasta los ¡°entregados¡± aficionados al f¨²tbol, es el colmo. O al menos los de ciertos equipos, con el Real Madrid a la cabeza, que cada vez quieren parecerse m¨¢s al taurino sobrevenido, es decir, al que no sabe nada de toros. Para disimular su ignorancia, no hace sino sacar defectos, abroncar, murmurar ¡°Aqu¨ª no hay quien d¨¦ un pase¡±, manifestarse insatisfecho. Como si mostrarse complacido fuera un signo de debilidad, ingenuidad y desconocimiento. Al hincha le trae sin cuidado que el Madrid sea el vigente campe¨®n de Europa, que Cristiano haya marcado m¨¢s goles por partido que nadie, que Casillas lleve 17 a?os obrando milagros y salvando al equipo. A ¨¦ste lo escruta cada jornada como si fuera un debutante sospechoso, y demasiados espectadores sostienen el silbato en los labios para soplarlo al primer fallo, dese¨¢ndolo de hecho, invent¨¢ndoselo si no se produce. No hay afecto ni gratitud hacia los jugadores, es como si ¨¦stos tuvieran la obligaci¨®n de servirle y nada m¨¢s, jam¨¢s hay reciprocidad, ni comprensi¨®n ni ¨¢nimos (de compasi¨®n ya ni hablemos). Y parece como si ese talante se?oritil y severo haya contaminado a gran parte de la poblaci¨®n, no se sabe por qu¨¦, pues no es que los espa?oles en su conjunto sean entendid¨ªsimos en nada. Si uno echa un vistazo a los mensajes que se dejan en las redes, hay una abrumadora mayor¨ªa de denuestos, con frecuencia anticipados: ¡°Habr¨¢ que ver qu¨¦ mierda ha hecho esta vez Fulano¡±, podr¨ªa ser el resumen. En todo, no crean: ¡°Menganita iba fatal vestida, y con m¨¢s arrugas que un pergamino¡±. A veces da la impresi¨®n de que lo ¨²ltimo a lo que el espa?ol medio est¨¢ dispuesto es a admirar. Qu¨¦ digo, ni siquiera a aprobar. Qu¨¦ digo, ni siquiera a otorgarle a nadie el beneficio de la duda. Como si la mayor desgracia que pudiera ocurrirle es que alguien se la diera con queso y destacara. Pero para eso est¨¢ ¨¦l con su resabio, para evitarlo; para tocar el pito y agitar la porra, denunciando las infracciones.
?elpaissemanal@elpais.es
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