Sah sin corona
El hijo del ¨²ltimo monarca de Ir¨¢n y de Farah Diba, una de las reinas del ¡®glamour¡¯, vive exiliado en EE UU. No ha pisado su pa¨ªs desde hace 36 a?os, pero todav¨ªa hay quien le considera un referente en la pol¨ªtica de Teher¨¢n. Hoy recuerda a su padre, cabeza de una familia marcada por la tragedia, y sue?a con un cambio en su tierra
Entre los exiliados iran¨ªes que estos d¨ªas siguen las noticias sobre la aproximaci¨®n de Estados Unidos a Ir¨¢n, hay un hombre de 54 a?os que vive en las afueras de Washingon y lo observa desde una posici¨®n particular. Su madre se llama Farah Diba y su padre, fallecido en 1980, era Reza Pahlevi, el Sah de Persia.
Reza Pahlevi hijo, al que sus colaboradores dan el trato de Su Alteza Real, es el heredero del trono persa. Si en 1979 el vendaval de la historia no hubiera barrido a los Pahlevi, ahora todo ser¨ªa distinto. Quiz¨¢ Reza Pahlevi ser¨ªa el Sah, la revoluci¨®n isl¨¢mica no habr¨ªa existido, Teher¨¢n seguir¨ªa siendo un aliado de Washington y no se estar¨ªa negociando un programa nuclear porque el programa nuclear o no existir¨ªa o EE UU lo tolerar¨ªa.
La realidad es que Reza Pahlevi no ha pisado su pa¨ªs desde hace 36 a?os. Ahora, despu¨¦s de que EE UU e Ir¨¢n alcanzasen un acuerdo sobre el programa nuclear iran¨ª, Pahlevi explica su visi¨®n del acuerdo por Skype, el sistema de videoconferencia por Internet.
¡°El pueblo de Ir¨¢n como naci¨®n y el r¨¦gimen que ha gobernado el pa¨ªs durante 25 a?os, desde mi punto de vista, no son lo mismo. La cuesti¨®n debe ser, ?estamos hablando de la aproximaci¨®n entre dos naciones? ?O de la aproximaci¨®n con el r¨¦gimen?¡±, dice Pahlevi.
El heredero sostiene que los iran¨ªes de a pie quieren normalizar las relaciones con el mundo exterior. Tienen los mismos sue?os y aspiraciones de cualquier individuo que aspire a la democracia, los derechos humanos y el fin de las discriminaciones.
El problema, contin¨²a, es un r¨¦gimen que ¡°ha tomado reh¨¦n¡± el pa¨ªs. Si las negociaciones entre la comunidad internacional e Ir¨¢n van m¨¢s all¨¢ del programa nuclear y contemplan cuestiones como los derechos humanos o las libertades pol¨ªticas, argumenta, ¡°entonces son un paso en la direcci¨®n¡±.
¡ª?Debe Estados Unidos buscar un cambio de r¨¦gimen en Ir¨¢n?
¡ªNo s¨¦ si se puede decir que cualquier pa¨ªs extranjero debiera buscar cambios de r¨¦gimenes, porque los cambios de r¨¦gimen corresponden a las personas de cada pa¨ªs. La respuesta a su pregunta es que el pueblo iran¨ª quiere desde hace tiempo un cambio de r¨¦gimen.
El hijo del ¨²ltimo Sah evoca ¡°la modernidad, muchos aspectos seculares, el papel de las mujeres¡± del Ir¨¢n anterior a la revoluci¨®n. Pero no cree que deba haber una restauraci¨®n.
Me march¨¦ con la idea de pasar un a?o fuera pero en medio de este viaje ocurri¨® la revoluci¨®n¡±
¡°Mire la era post-Franco en Espa?a. Lo que ocurri¨® en Espa?a a principios de los a?os ochenta fue un paso adelante, no fue un paso atr¨¢s a la era pre-Franco. Ir¨¢n ha cambiado mucho. La era de mi padre era un mundo distinto¡±, explica Pahlevi, que preside la organizaci¨®n Consejo Nacional de Ir¨¢n para unas Elecciones Libres.
El r¨¦gimen del Sah no fue inocente. Cuando se le pregunta a Pahlevi hijo por las violaciones de los derechos humanos bajo el reinado de su padre, por los cr¨ªmenes de la polic¨ªa secreta y por las acusaciones de llevarse una fortuna del pa¨ªs, Reza Pahalvi responde: ¡°En principio yo no apruebo ning¨²n acto que haya sido injustificable y que haya tenido que ver con violaciones de derechos humanos, hayan ocurrido ahora o antes. Algunas de las cr¨ªticas fueron infundadas. As¨ª que depende de si estas eran fundadas. Est¨¢ claro que nadie, ni yo, puede aprobar nada as¨ª¡±.
En otro momento, afirma: ¡°Los excesos de la polic¨ªa secreta, tal como est¨¢n documentadas, no pueden ser tolerados. Nadie lo hace. No creo que haya una comparaci¨®n entre los problemas de entonces con lo que tenemos ahora¡±.
Sobre las acusaciones de irregularidades financieras, replica: ¡°Ha habido una tremenda cantidad de acusaciones falsas que emanaron de los enemigos de mi padre. Siempre han sido infundadas y ninguna ha sido probadas por ninguna de las personas que las lanzaron¡±.
Reza Pahlevi no ha olvidado su ¨²ltimo d¨ªa en Ir¨¢n. Fue a mediados de junio de 1978, el d¨ªa despu¨¦s de su graduaci¨®n en el instituto. ?l se marchaba a Texas para formarse como piloto de la fuerza a¨¦rea. Hizo escala en Londres.
¡°La reina Isabel me hab¨ªa invitado para las carreras de caballos en Ascot¡±, recuerda. ¡°Estuve all¨ª unos diez d¨ªas. Lo recuerdo bien porque era en medio del Mundial de F¨²tbol [se jug¨® en Argentina con Videla en el poder]. Ir¨¢n por primera vez se hab¨ªa clasificado para el campeonato. Me march¨¦ con la idea de pasar un a?o fuera pero en medio de este viaje ocurri¨® la revoluci¨®n¡±. Ten¨ªa 17 a?os.
Dos a?os despu¨¦s, se encontraba con su familia en El Cairo, donde unos meses antes su padre hab¨ªa muerto. El 14 de septiembre de 1980 envi¨® un mensaje a los jefes militares del Ir¨¢n jomeinista ofreci¨¦ndose a servir a su pa¨ªs como piloto.
¡°Claro, no recib¨ª respuesta¡±, lamenta. ¡°Despu¨¦s escuch¨¦ que en c¨ªrculos del r¨¦gimen dijeron que esto era un truco y que intentaban llevarme all¨ª y que se estaba preparando un golpe. Yo estaba preparado a ir como piloto y defender a mi pa¨ªs durante la guerra¡±.
¡°Quiero servir a mi pa¨ªs lo mejor que pueda, en cualquier funci¨®n que sea adecuada¡±, dice Su Alteza Real en otro momento. ¡°Mi destino personal no es lo importante¡±.
¡ª?Sue?a con ser Sah?
¡ª No es una cuesti¨®n de ser o no alguien. Es una cuesti¨®n de ser un iran¨ª orgulloso de un pa¨ªs. Y si pudiera ser un actor a la hora de promover este cambio, podr¨ªa decir: misi¨®n cumplida. El resto ser¨ªa quiz¨¢ un bonus, pero no necesariamente es mi deseo personal ni mi objetivo. ?C¨®mo podr¨ªa alguien no sentirse honrado por sus compatriotas si un d¨ªa le pidiesen que tuviese un papel en el alto m¨¢s cargo? Muchos individuos acabaron siendo l¨ªderes de ¨¦xito y al principio no ten¨ªa la ambici¨®n de ser nadie. Pienso en Gandhi, en Mandela, quiz¨¢ incluso De Gaulle.
Una familia marcada por la tragedia
La prensa se ha olvidado de los Pahlevi. Ya no ocupan las portadas de las grandes revistas del papel couch¨¦. Farah Diba, la reina de la elegancia, ya no marca estilo. Vive medio retirada entre su casa de Connecticut (Estados Unidos) y su apartamento de Par¨ªs. Guarda silencio. Solo en 2003 decidi¨® pronunciarse en unas memorias para explicar a sus "dos nietas y a la juventud iran¨ª c¨®mo fue la ¨¦poca del Sha". Salvo ese momento solo se ha hablado de ella en situaciones tr¨¢gicas. En 2001 para informar del suicidio, en un lujoso hotel de Londres, de Leila, su hija menor. Una muerte que los suyos atribuyeron a la melancol¨ªa que dicen invade la vida de esta familia en el exilio y que a ella, cuentan, le afect¨® m¨¢s que al resto. Otros, sin embargo, atribuyeron el deceso a la anorexia que sufr¨ªa y a una sobredosis.
Diez a?os despu¨¦s, los Pahlevi perd¨ªan a otro de los suyos: en enero de 2011 cuando Ali Reza, el segundo de los hijos varones del sah y Farah Diba, tambi¨¦n se quit¨® la vida en su domicilio de Boston. De nuevo la familia habl¨® de que la melancol¨ªa hizo mella en ¨¦l. El joven luch¨® durante a?os contra una grave depresi¨®n tambi¨¦n atribuida a la muerte de su padre, el sah Mohamed Reza Pahlevi. Esta muerte fue especialmente dolorosa para Farah Diba ya que poco antes del suicidio se supo que su novia, Raha Didedar, se hab¨ªa quedado embarazada de ¨¦l. Meses despu¨¦s, en agosto de 2011, Reza Pahlevi, como primog¨¦nito, anunci¨® el nacimiento de Iryana Leila, la hija p¨®stuma de su hermano
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