Otra cultura pol¨ªtica
El a?o en que m¨¢s se necesita de pactos y consensos comienza mal en Andaluc¨ªa
La constituci¨®n del nuevo Parlamento andaluz ha dado ocasi¨®n de comprender lo dif¨ªcil que va a ser desterrar la tentaci¨®n de polarizar y enfrentar a los dos principales partidos de este pa¨ªs, PP y PSOE, precisamente en el a?o en que la existencia de fuerzas emergentes pr¨®ximas a aquellas en intenci¨®n de voto deber¨ªa abrir paso a otra cultura pol¨ªtica. La multiplicaci¨®n de citas con las urnas augura serias dificultades para garantizar la gobernabilidad, que es el objetivo final de las elecciones una vez cubierto el de la representatividad.
En el caso de Andaluc¨ªa, ya se han cometido dos errores pol¨ªticos: racaner¨ªa y sobreactuaci¨®n. El Partido Socialista, ganador de las elecciones, le ha dado al Partido Popular, el segundo, la misma representaci¨®n en la mesa del parlamento que a las formaciones minoritarias. Y al Partido Popular le ha parecido oportuno organizar una bronca para dejar clara su protesta. Llevar la pol¨¦mica hasta el punto de amenazar con recursos de inconstitucionalidad es exagerado. A este ritmo no se va a poder dar un paso en este pa¨ªs sin inundar de demandas al Constitucional, una t¨¢ctica conocida de obstrucci¨®n de la acci¨®n pol¨ªtica.
La bronca por la Mesa del Parlamento andaluz anticipa la que se va a provocar con la formaci¨®n de Gobierno. Las fuerzas pol¨ªticas tienen que administrar los resultados electorales con respeto a la voluntad de los votantes, que han decidido repartir la representaci¨®n de forma que nadie tenga todo el poder en sus manos. Pero eso no resta un ¨¢pice de derechos a los andaluces para que se elija a un presidente o presidenta. Lo que no puede ni debe hacerse es abocar a la comunidad a la repetici¨®n de las elecciones en cuesti¨®n de meses.
Elecciones anteriores
De las situaciones sin mayor¨ªas absolutas se sale de dos formas: incorporando la cultura del pacto como sistema normal de resoluci¨®n de diferencias ¡ªcon plena transparencia sobre las condiciones acordadas¡ª, o forzando una reforma electoral para convertir el sistema de elecci¨®n en mayoritario. Dado que esta ¨²ltima implica una alteraci¨®n radical del principio general de proporcionalidad, practicado desde la Transici¨®n, m¨¢s vale acostumbrarse a negociar y transar para resolver los problemas de gobernabilidad, sin sujetar la voluntad de los ciudadanos a meros intereses partidistas. Y es fundamental recordar que pactar no es ceder, o no solo es ceder: es sumar. Si se ve el pacto como una derrota, nunca se avanzar¨¢ en la cada vez m¨¢s necesaria v¨ªa de la negociaci¨®n y el acuerdo.
Tanto en las autonom¨ªas como en los ayuntamientos locales, y tambi¨¦n en el Gobierno estatal, la opci¨®n m¨¢s votada tiene derecho a intentar el pacto que complete una mayor¨ªa suficiente o a gobernar en minor¨ªa; y si fracasa en el intento, es normal que lo intente otra. Los cargos electos que no quieran participar en una soluci¨®n har¨ªan bien en retirarse de la pelea, por el procedimiento de abstenerse. Lo que no pueden ni deben hacer es obstaculizarlo todo o provocar largas provisionalidades, salvo que pretendan convencernos de que polarizan y bloquean por bajeza de miras.
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