La vida tras el derrumbe
Se cumplen dos a?os despu¨¦s del mayor siniestro textil en la historia de Bangladesh Los supervivientes del Rana Plaza buscan su reinserci¨®n laboral en la sociedad
Muchos se marcharon. Ellos decidieron quedarse: Mohamed Shajahan y Jewel Sheikh regentan colmados; Ruzina Begum ha preparado un establo para cuidar vacas y Munaf Khan consigue salir hacia delante como sastre. Son fr¨¢giles ante el recuerdo y su futuro, plagado de dificultades, es incierto. Pero no se resignan. Siguen viviendo en Savar, el suburbio industrial situado en las afueras de Dacca al que acudieron para intentar escapar de la pobreza de las zonas rurales de Bangladesh. El mismo en el que su vida dio un giro radical el 24 de abril de 2013. Todos ellos trabajaban en el Rana Plaza, el complejo de nueve plantas con talleres textiles que se desplom¨® como una torre de papel aquella ma?ana. La tragedia acapar¨® los titulares de la prensa durante tres semanas, el tiempo que las autoridades tardaron en recuperar 1.134 cad¨¢veres, rescatar a m¨¢s de 2.500 personas y desescombrar el espacio. Hoy, dos a?os despu¨¦s de la jornada m¨¢s negra en la historia de la industria textil, los supervivientes contin¨²an buscando su lugar.
Mohamed tiene dificultades para moverse bien por su peque?a tienda. Lo hace empujando una muleta. A veces le cuesta tambi¨¦n articular palabras y, sin embargo, cuando habla est¨¢ lleno de vitalidad. Apenas se hizo unos rasgu?os en el colapso. Tras salvarse, ayud¨® a rescatar a varias decenas de personas atrapadas entre los escombros hasta que cuatro d¨ªas despu¨¦s resbal¨® desde el cuarto piso. Se rompi¨® las piernas y se golpe¨® fuertemente en la cabeza. ¡°He estado recibiendo tratamiento durante los ¨²ltimos dos a?os¡±, explica con la voz entrecortada. ¡°Creo que me gusta este trabajo ¡ªa?ade¡ª. La gente es buena y me ayuda mucho, los clientes pesan por s¨ª mismos el arroz¡±. Se le hace un nudo en la garganta y tras un rato con la mirada baja afirma: ¡°Me gustar¨ªa ampliar el negocio, reponerme y volver a caminar, aunque los m¨¦dicos han dicho que llevar¨¢ tiempo. Quiero que mi hijo de 14 a?os sea un buen ciudadano y sirva a la gente de su pa¨ªs¡±. Mohamed solo hab¨ªa trabajado siete d¨ªas en el Rana Plaza.
Emigrantes reci¨¦n llegados
Tampoco hac¨ªa mucho que Jewel hab¨ªa puesto pie en Savar. Se hab¨ªa mudado con su esposa a la zona tres meses y medio antes, procedente de una aldea del norte del pa¨ªs. Ambos trabajaban en el campo aunque con su esfuerzo no consegu¨ªan suficiente dinero para sobrevivir. ¡°Nos vinimos a la ciudad. Est¨¢bamos bien. Era un edificio nuevo con un ambiente muy agradable. Todav¨ªa no puedo creer que se derrumbase. Las autoridades repet¨ªan que las grietas no ten¨ªan por qu¨¦ preocuparnos. Me pareci¨® como si fuera un fuerte terremoto. Todo se derrumb¨® en 20 segundos¡±, rememora. Al igual que Mohamed, Jewel se ocupa en la actualidad de un comercio en el que vende desde productos b¨¢sicos de alimentaci¨®n a chucher¨ªas o refrescos. Pero la calle no es muy transitada y le cuesta atraer a clientes, por lo que no consigue llenar la caja. Amasa unos 10 d¨®lares al d¨ªa y si no fuera porque el precio de alquiler que paga es bajo por su condici¨®n de v¨ªctima, el colmado estar¨ªa en n¨²meros rojos.
Al contrario que muchos supervivientes, a Jewel le gustar¨ªa volver a trabajar en la industria textil. All¨ª se sent¨ªa m¨¢s ¨²til. Recuerda que produc¨ªa unas 150 piezas de ropa por hora. ¡°Estuve atrapado dos d¨ªas hasta que me rescataron. Perd¨ª la pierna izquierda porque cay¨® una m¨¢quina pesada sobre m¨ª. Me somet¨ª a dos operaciones y todav¨ªa siento dolor¡±, cuenta, argumentando que su incapacidad f¨ªsica le impide volver a realizar un trabajo como el que desempe?aba.
Punto de inflexi¨®n
Poco ha cambiado desde hace dos a?os en el solar donde se ubicaba el Rana Plaza. Todav¨ªa permanecen en el lugar escombros, trozos de telas y algunos mendigos rebuscan objetos de dudoso valor entre el amasijo de materiales y tierra. El lector recordar¨¢ sobre todo el derrumbe de este edificio, en el que se produc¨ªa ropa para varias compa?¨ªas internacionales, incluidas espa?olas, aunque en realidad pocos meses antes, en noviembre de 2012, otro siniestro en el sector ya comenz¨® a remover los cimientos de la industria textil en Bangladesh: el incendio de la f¨¢brica Tazreen Fashion en el distrito vecino a Dacca de Ashulia, en el que m¨¢s de un centenar de trabajadores perdieron la vida.
¡°Tazreen y Rana Plaza fueron puntos de inflexi¨®n¡±, asegura el vicepresidente de la Asociaci¨®n de Manufactureros y Exportadores del Textil (BGMEA), Shahidullah Azim. ¡°Ahora nuestra tolerancia es cero y los manufactureros comprenden que las cuestiones de seguridad y las quejas son responsabilidad de los propietarios de las f¨¢bricas en primer lugar¡±, agrega. Con m¨¢s de cuatro millones de trabajadores (sobre todo mujeres) y un pastel del 81 % de las exportaciones (m¨¢s de 24.000 millones de d¨®lares en 2013-14), el m¨²sculo textil se ha sumergido tras esas dos tragedias en unas profundas reformas alentadas y asesoradas por multitud de organismos, con un papel especial para la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo (OIT).
Sobre la mesa, tres medidas principales: un Plan de Acci¨®n Nacional impulsado por el Gobierno banglades¨ª; el Acuerdo de Fuego y Seguridad en la Construcci¨®n en Banglad¨¦s (Accord), que integra a la mayor parte de las compa?¨ªas occidentales, y la Alianza para la Seguridad de los Trabajadores de Banglad¨¦s, respaldada sobre todo por las empresas norteamericanas. Bajo el amparo de estos acuerdos, se han realizado numerosas inspecciones y trabajos de recuperaci¨®n. Accord, aparentemente el m¨¢s exhaustivo de los tres, registra en su p¨¢gina web todos los informes de supervisiones (el¨¦ctricas, antiincendios y estructurales, as¨ª como los planes de recuperaci¨®n). Tambi¨¦n se han alentado iniciativas para controlar la subcontrataci¨®n de producci¨®n.
El peligro de caer en el ostracismo
Aunque en sus pueblos natales est¨¢n rodeados del calor de los suyos, el temor es que a algunos la ausencia de contacto regular con organizaciones de ayuda les pueda empujar a un peligroso ostracismo. A la joven Sukhi, que regres¨® a su pueblo de la provincia septentrional de Rajshahi, le aparece un mundo cuando mira hacia el futuro. "Trabaj¨¦ en el textil durante cinco a?os y medio ¡ªcuenta por tel¨¦fono¡ª pero el derrumbe me rompi¨® los huesos y ahora no puedo caminar demasiado, ni sentarme bien. BRAC (una ONG banglades¨ª) intent¨® que me hiciera cargo de un comercio pero les dije que no pod¨ªa. Tengo 22 a?os, estoy soltera y vivo con mis padres", se lamenta. En Bangladesh, donde prevalece una sociedad eminentemente patriarcal, no encontrar marido puede suponer un trauma para una mujer.
De ah¨ª que ante casos como el de Sukhi para muchas organizaciones haya sido un objetivo importante ofrecer un aliciente a estas personas azotadas por la tragedia para que puedan emprender un camino nuevo mediante el que volver a sentirse ¨²tiles. ¡°Unas 300 personas participaron en nuestros programas de formaci¨®n. Les ense?amos a cuidar de ganado, a reparar tel¨¦fonos m¨®viles, inform¨¢tica, electr¨®nica, a confeccionar ropa y dirigir comercios¡±, explica Monjurul Karim, responsable del?Centro de Rehabilitaci¨®n de Paral¨ªticos (CRP).
La compensaci¨®n de las v¨ªctimas ha sido otro de los ejes centrales de las acciones de los representantes de la industria textil en los ¨²ltimos dos a?os. El fondo conjunto impulsado para indemnizar a familiares de fallecidos, heridos y discapacitados a¨²n le faltan unos seis millones de d¨®lares para alcanzar los 30 millones estimados como necesarios. La organizaci¨®n Campa?a por una Ropa Limpia ha denunciado repetidos retrasos en los pagos al fondo, que no exige obligatoriedad ni que se haga p¨²blico el nombre y cuant¨ªa del pago de la entidad emisora.
Ocho supervivientes consultados aseguraron haber recibido ayudas gubernamentales (50.000 takas, unos 643 d¨®lares) y en algunos casos pagos en tres fases a cargo de compa?¨ªas extranjeras como Primark. Otros criticaron haber sido ¨²nicamente notificados acerca de una indemnizaci¨®n futura, aparte de la compensaci¨®n de su Gobierno o de ayudas de ONG.
Peque?os emprendedores
Muchos supervivientes han optado por abrir un peque?o comercio o tienen planes para hacerlo, aunque tres cuartas partes siguen hoy en d¨ªa sin trabajar, en parte porque a¨²n requieren rehabilitaci¨®n, seg¨²n indica un estudio realizado por la organizaci¨®n no gubernamental ActionAid con m¨¢s de 2.400 encuestas a v¨ªctimas. ¡°A veces es complicado para ellos montar un negocio en Savar. No son de la zona, carecen de contactos¡±, razona Monjurul Karim, del Centro de Rehabilitaci¨®n de Paral¨ªticos (CRP), uno de los organismos locales que m¨¢s se han implicado en la rehabilitaci¨®n de las v¨ªctimas del Rana Plaza? ofreciendo cursillos de formaci¨®n para facilitar su reinserci¨®n laboral. ¡°Cuando no les va bien aqu¨ª, les animamos a regresar a sus lugares de origen. Muchos han acabado march¨¢ndose. Intentamos supervisar su evoluci¨®n desde la distancia, enviando a trabajadores de vez en cuando para ver c¨®mo est¨¢n o llam¨¢ndoles por tel¨¦fono¡±, agrega Karim.
Coraje frente a la adversidad
Todav¨ªa sin alcanzar la treintena, Ruzina Begum, que perdi¨® el brazo derecho y a su hermana peque?a aquel fat¨ªdico d¨ªa, se ha empe?ado en reponerse qued¨¢ndose en Savar, en una zona de campi?a alejada del caos urbano. ¡°Solo Al¨¢ sabe qu¨¦ suceder¨¢ conmigo. No puedo trabajar en el textil nunca m¨¢s as¨ª que he decidido cuidar vacas¡±, dice estoicamente junto al establo que albergar¨¢ a sus futuras reses. ¡°Quiero que mis hijos reciban una buena educaci¨®n. Har¨¦ esto y si no funciona, buscar¨¦ otra cosa¡±.
Y as¨ª piensa tambi¨¦n Munaf Khan, emigrante como los dem¨¢s y que ahora es responsable de una sastrer¨ªa en la que confecciona camisas, pantalones, vestidos de mujer y trajes panjabis de hombre. ¡°Ten¨ªa experiencia por haber trabajado m¨¢s de tres a?os en la industria textil, sol¨ªa hacer pantalones y camisetas¡±, relata. Munaf perdi¨® a tres hermanos y un t¨ªo en el derrumbe. ?l mismo tiene secuelas f¨ªsicas y ps¨ªquicas: le cuesta andar y subir escaleras, tiene una mano afectada y sufre problemas de memoria. Despu¨¦s del periodo de rehabilitaci¨®n en el hospital regres¨® a su pueblo natal, pero se puso enfermo y decidi¨® volver a Savar. Hizo un curso de formaci¨®n para aprender a coser bien y a regentar un negocio. Tras el periodo de pr¨¢cticas abri¨® finalmente su propio establecimiento con apoyo de CRP. ¡°Estoy intentando mantener a mi familia. Quiero prosperar y si es posible me gustar¨ªa formar a otras personas que en alg¨²n momento de su vida est¨¦n enfermas o incapacitadas como yo lo he estado¡±, mantiene.
Quienes se resistan, sufrir¨¢n
Los trabajadores del sector de la industria indumentaria en Bangladesh se enfrentan a condiciones laborales precarias y t¨¢cticas antisindicales por parte de empleadores, incluidas agresiones contra quienes organizan sindicatos. Lo ha denunciado Human Rights Watch en un informe de 78 p¨¢ginas titulado Whoever Raises Their Head, Suffers the Most': Workers' Rights in Bangladesh's Garment Factories. (Quienes se resistan ser¨¢n los que m¨¢s sufran: Derechos de los trabajadores en las f¨¢bricas de indumentaria de Bangladesh).
La organizaci¨®n reclama al Gobierno y las empresas de venta minorista de Occidente que intensifiquen sus esfuerzos para que se cumplan los est¨¢ndares laborales internacionales que protegen los derechos de los trabajadores, como el derecho a establecer sindicatos y exigir mejores condiciones.
La suya y las de muchos de los supervivientes son hoy unas vidas limitadas, que cargan con el peso del recuerdo y la incertidumbre de un futuro lleno de obst¨¢culos. Pero todo, al final, sigue su curso. Y ellos tambi¨¦n.
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