La pugna que no cesa
A pesar de lo evidente del cambio clim¨¢tico y los desastres ambientales, la toma de conciencia ciudadana es demasiado lenta
Podr¨ªamos narrar la historia de la humanidad como una lucha brutal por acceder y controlar los recursos naturales. Seguramente ser¨ªa una narraci¨®n reduccionista pero tambi¨¦n explicar¨ªa muchos acontecimientos que desde otras visiones se comprenden insuficientemente. Nuestra generaci¨®n, la de nuestros progenitores y la que nos sigue somos testigos de c¨®mo esta vieja pugna se ha vuelto mas cruenta y sofisticada. La forma en que tiene lugar dicha pugna hoy en d¨ªa es a trav¨¦s de la explotaci¨®n privada y la realizaci¨®n de grandes negocios transnacionales, en un mundo desregulado y con el actor pol¨ªtico clave, el Estado, fuera de juego. Cuando falla el mercado para resolver la pugna, entra la guerra como mecanismo resolutorio. ?Cu¨¢ntos de los actuales conflictos armados tienen que ver con la pelea por el control y la explotaci¨®n de los valiosos recursos naturales? Hagan la cuenta.?
La desvinculaci¨®n del individuo respecto de su medio natural facilita el consentimiento o la anuencia ante la destrucci¨®n natural del planeta
Pero la realidad puede ser todav¨ªa mas complicada. El modo de vida de una peque?a parte de la humanidad, rica y acomodada, se articula fundamentalmente en torno a dicha explotaci¨®n sistem¨¢tica y las leg¨ªtimas aspiraciones de una creciente parte de la poblaci¨®n mundial se alinean cada vez mas con ese modo de vida resultante de dicha lucha sin cuartel. La pelea por los recursos naturales contribuye adem¨¢s a mantener y generar una ¨¦lite global, con enorme poder pol¨ªtico y econ¨®mico escasamente transparente y controlable. Todo esto sin mencionar los efectos en la sostenibilidad y equilibrio ecol¨®gico del planeta. A pesar de lo evidente del cambio clim¨¢tico y los desastres ambientales, la toma de conciencia ciudadana es demasiado lenta. Y es que el mundo se est¨¢ haciendo cada vez mas urbano. La desvinculaci¨®n del individuo respecto de su medio natural facilita el consentimiento o la anuencia ante la destrucci¨®n natural del planeta.
?C¨®mo podemos reaccionar en este contexto? ?Cu¨¢l ha de ser nuestra estrategia pol¨ªtica para controlar y regular esta vieja lucha por los recursos naturales que se ha vuelto cuesti¨®n de supervivencia? Cada vez son m¨¢s expl¨ªcitas tres estrategias. La primera es la necesidad de explicar dicha pugna de manera integral e interdisciplinar. Cuando somos testigos de una disputa por la explotaci¨®n los recursos naturales (desde el petr¨®leo a la madera, pasando por el agua y la tierra) no estamos ante un problema exclusivamente ambiental, ni econ¨®mico, ni pol¨ªtico, ni social, ni cultural, ni personal. Estamos afrontando las limitaciones actuales de nuestro modo de vida, el agotamiento de una civilizaci¨®n. Es necesario verlo y narrarlo as¨ª. La forma en la que venimos estructurando y llevando a cabo la pelea por el control de nuestros recursos naturales, esa pugna que es uno de los pilares de nuestro sistema pol¨ªtico, social, econ¨®mico y cultural, es la que se ha vuelto adem¨¢s de extremadamente injusta y cruel (como lo ha sido hist¨®ricamente) insostenible.
Hay que subir la presi¨®n para comenzar a cambiar el curso de la historia
La segunda estrategia es proteger los recursos naturales con el ¨²nico mecanismo jur¨ªdico-pol¨ªtico internacional?¡ªy por tanto medianamente eficaz¡ª del que disponemos: los Derechos Humanos. De ah¨ª, los enormes esfuerzos y presi¨®n de las ¨²ltimas d¨¦cadas de una parte de la sociedad civil por ampliar y profundizar en ellos. El ¨²ltimo ejemplo lo tenemos en la defensa del Derecho Humano al Agua (Resolucion 64/292 de la Asamblea General de la ONU). Esta estrategia requiere avanzar en tratados internacionales, mecanismos de vigilancia y cumplimento para los mismos y la elaboraci¨®n de nuevos conceptos pol¨ªticos que permitan explicar y comunicar las terribles consciencias de la vieja pugna, como ha sido el concepto de acaparamiento de tierras ya utilizado por la FAO y ahora el cada vez mas necesario, pero todav¨ªa en ciernes, concepto de acaparamiento del agua.
Finalmente, cada vez m¨¢s actores sociales tienen clara la necesidad de articular una nueva generaci¨®n de movilizaciones sociales que combinen al menos dos dimensiones. Deben ser globales ¡ªpara poder poner presi¨®n de manera eficaz sobre el sector privado transnacional que es punta de lanza de este modelo y sobre varios estados simult¨¢neamente¡ª y deben tener una amplia representatividad social, yendo mucho mas all¨¢ de los sectores ecologistas o m¨¢s verdes de la sociedad.
2015 es un a?o excelente para impulsar estos nuevos mecanismos legales y pol¨ªticos y ensayar esta estrategia de movilizaci¨®n que empieza hoy, el D¨ªa de la Tierra. Hace unas semanas, la ONU comenz¨® los trabajos para un futuro acuerdo internacional sobre Derechos Humanos y Transnacionales. En julio, los gobiernos del mundo cerrar¨¢n un primer acuerdo sobre la financiaci¨®n del desarrollo que incluye un gran paquete sobre el presupuesto clim¨¢tico vinculado a la explotaci¨®n de recursos tan b¨¢sicos para la supervivencia como el agua y la tierra. En septiembre, se acordar¨¢n en la Asamblea General de la ONU los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible; y en diciembre, la Cumbre del Clima en Par¨ªs. Hay que subir la presi¨®n para comenzar a cambiar el curso de la historia.
Ana Rosa Alcalde es directora de Alianza por la Solidaridad.?
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