Dadaab ya ten¨ªa problemas en 2011
El terrorismo pone a prueba la generosidad del Kenia El Gobierno lleva a?os queriendo cerrar el campo de refugiados
"Generosidad y condolencia". Esas fueron las palabras que el representante de ACNUR (la agencia de la ONU para los refugiados) en Nairobi, Emmanuel Nyabera, repiti¨® hasta la saciedad para amortiguar el ¨®rdago que lanz¨® el Gobierno de Kenia proponiendo el cierre de todos los campos de refugiados somal¨ªes en su frontera. El atentando contra la universidad de Garissa por milicias terroristas de origen somal¨ª el pasado 2 de abril colm¨® el vaso de la paciencia del Ejecutivo, pero la propuesta, finalmente, qued¨® en nada. Simplemente porque es imposible desmantelar de la noche a la ma?ana el que hoy es el mayor campo de refugiados en el planeta: Dadaab.
La antesala de Dadaab es, precisamente, Garissa, la ciudad donde terminan simult¨¢neamente la amabilidad de la tierra y la del Gobierno keniano: capital comercial de la regi¨®n, es un exuberante vergel ba?ado por el tumultuoso r¨ªo Tana, pero tambi¨¦n es el ¨²ltimo conf¨ªn del pa¨ªs hasta donde se han embreado carreteras.
Ya en el a?o 2011 parec¨ªa que el Gobierno keniano no deseaba a?adir nada m¨¢s all¨¢ de Garissa. Era y sigue siendo el fin de un discurso y de las intenciones de una naci¨®n. Tambi¨¦n la naturaleza hace una pausa dram¨¢tica aqu¨ª: al noreste se extiende el desierto, una llanura ardiente que no cede ni un palmo hasta las profundas entra?as de Somalia. Hasta que otro r¨ªo, el Juba, le corta el paso.
Sin embargo, esos cien kil¨®metros de pistas est¨¦riles y bald¨ªas han sido la senda m¨¢s transitada por millares de desplazados en los ¨²ltimos 20 a?os. Un lugar marcado en el mapa con una equis, la intersecci¨®n entre el Ecuador y la frontera. Fue el lugar en el que en 1991, el Gobierno de Kenia se vio obligado a a?adir un ap¨¦ndice en su mapa: un enorme cobijo, sin precedentes, para aliviar a unas 90.000 personas que hu¨ªan de la guerra civil en Somalia. Aunque el ¨²ltimo censo oficial, de marzo de 2015, indica que hay unas 350.000 personas, la poblaci¨®n estimada ronda el medio mill¨®n. Si las lonas y chabolas donde se alojan los ap¨¢tridas somal¨ªs tuviesen categor¨ªa de ciudad en Kenia, ser¨ªa la tercera m¨¢s poblada del pa¨ªs.
Dadaab ha ido creciendo a trompicones, siempre ante la negativa inicial del Ejecutivo keniano que ha ido consintiendo sus ampliaciones posteriormente. Si bien IFO e IFO 2, los primeros campos que abrieron en 1991, se asemejan algo a una aldea ¡ªcasetas con tejados y senderos que imitan a calles, algunas tiendas, colmados, pistas de juegos y f¨²tbol, cibercaf¨¦s, escuelas, etc.¡ª, el resto de campos, Hagadera y Dagahaley, son campamentos de refugiados de rigor: lonas y carpas.
Pero a¨²n m¨¢s all¨¢ de estos ¨²ltimos, en las afueras, en los suburbios se extienden unos asentamientos inmensos que parecen recreaciones de poblados del neol¨ªtico, a¨²n m¨¢s precarios. Humild¨ªsimas chabolas parcheadas por pl¨¢sticos, ramas, basuras y telas formando caparazones ahuevados, muy similares a las viviendas ari de las tribus de la etnia afar. Apenas un abrigo?
Una emergencia constante
El ¨²ltimo campo en abrirse fue el de Kambioos, situado en un radio de cinco kil¨®metros cuadrados colonizado por aquellas familias que llegaron durante el ¨²ltimo gran ¨¦xodo somal¨ª: la hambruna de 2011.
Durante aquel oto?o de 2011, que se declar¨® la mayor emergencia humanitaria en el Cuerno de ?frica en d¨¦cadas, algunos estados de la Uni¨®n Europea exigieron a Kenia que no se retrasase en admitir a los refugiados somal¨ªes y que ampliase los campos. El pa¨ªs se negaba a reconocer este asentamiento, pero en enero de 2013 dio su benepl¨¢cito y lo acept¨® oficialmente, en un nuevo alarde de hospitalidad con sus vecinos.
S¨®lo en aquel mes de agosto, cuando se fund¨® de forma improvisada Kambioos, llegaron 40.000 somal¨ªes. Kenia acogi¨® en ese mes siete veces m¨¢s que todos los refugiados que solicitan asilo en Espa?a en un a?o entero (5.900 personas en 2014), y casi 70 m¨¢s que todos los refugiados y personas que reciben protecci¨®n del Gobierno espa?ol: 581, seg¨²n el ¨²ltimo informe ejecutivo de la Comisi¨®n Espa?ola de Ayuda al Refugiado (CEAR). 30 d¨ªas m¨¢s tarde, en septiembre de 2011, Kenia acept¨® a otros 40.000 m¨¢s. Casi cifras similares de refugiados y migrantes detenidos en las fronteras griegas, unos 36.000.
As¨ª, mientras Kenia, un Estado en v¨ªas de desarrollo, admite casi de forma autom¨¢tica como refugiados y asilados a sus vecinos, la UE tan solo aprueba un 26% de las solicitudes; el resto son rechazadas. En 2013, Espa?a rechaz¨® el 90% de las solicitudes de asilo y en puestos fronterizos solo admite un 30% de ellas, haciendo regresar a todos esos refugiados.
"Por eso queremos hacer hincapi¨¦ en la extraordinaria generosidad del Gobierno de Kenia y el pueblo keniano en general, a todos los niveles, que han tenido durante este tiempo con sus vecinos", admite en conversaci¨®n telef¨®nica Emmanuel Nyabera.
Sin seguridad ni recursos
Nyabera es consciente que uno de los principales escollos es la seguridad. La violencia en esta difusa divisoria keniano-somal¨ª no responde a un conflicto o a las luchas entre clanes, hace a?os que los se?ores de la guerra, Al-Shabab y los bandidos se esfuerzan todos juntos en mantener estable una situaci¨®n de "desorden duradero" de la que sacan beneficio.
Un caos rentable
Con apenas un par de puestos aduaneros destartalados y testimoniales, es pretencioso llamar frontera a la raya que camina recta con milim¨¦trico detalle durante m¨¢s de 500 kil¨®metros ¡ªdesde El Wak hasta Likabere¡ª y que gira despu¨¦s en 45 grados al sur para discurrir sin quiebro hasta el oc¨¦ano ?ndico. Los expertos en geopol¨ªtica han preferido disfrazar bajo el eufemismo de "frontera vol¨¢til" un hecho que se manifiesta con ferocidad cuanto m¨¢s se aproxima uno a ella: no existe.
Esos 700 kil¨®metros de linde son el escenario de bandidos, guerrilleros y contrabandistas. Planicies sin fin en las que s¨®lo se halla cobijo entre arenales, termiteros gigantes, bosques de arbustos espinosos y acacias solitarias. Y acosan, en este tr¨¢nsito de caminos garabateados en la arena, a refugiados, cooperantes y pastores.
Ya durante la hambruna de Somalia de los a?os noventa, los gerifaltes de la guerra que operaban en esta muga ¡ªel general Mohamed Said Hersi Morgan, Siyad Hussein, el coronel Omar Jess o Ahmed Hasnimuga se hicieron populares por dedicarse en armon¨ªa colegiada a atacar a los refugiados y al personal humanitario.
El campamento de Dadaab y el ¨¢rea del puesto aduanero de Dobley, donde los reclutas ¡ªmuchos de ellos chavales y adolescentes¡ª de un enclenque Gobierno somal¨ª de transici¨®n venden sus fusiles por un pu?ado de chelines con los que comprar refrescos o comida porque ni siquiera cobran un sueldo,? cobraron fama como una de las zonas m¨¢s peligrosas de la regi¨®n. Hoy, esos caudillos est¨¢n a dos metros bajo tierra pero la zona sigue carcomida por ese violento caos estable porque es rentable para muchos.
Los convoyes de la ONU sufren ataques constantes casi todas las semanas, en sus desplazamientos de Garissa a Dadaab. No es un secreto, pero este asunto se trata con discreci¨®n. Las organizaciones se desplazan con la compa?¨ªa de escolta armada entre los campos de refugiados que se estiran unas decenas de kil¨®metros entre s¨ª por esas veredas des¨¦rticas y solitarias. Algunos, como M¨¦dicos sin Fronteras (MSF) por norma renuncian a esta escolta en pro de atender mejor a sus pacientes y pegan en sus coches una ilustraci¨®n de un fusil Kalashnikov tachado. Rogando, como el que lleva una estampita en el salpicadero, que se abstengan de disparar.
Esa medida no evit¨® en su d¨ªa el rapto y largu¨ªsimo cautiverio de las cooperantes espa?olas Blanca Thiebaut y Montserrat Serr¨¢, liberadas en julio de 2013. Cuando se viaja por estas sendas, los ch¨®feres se hacen se?ales con luces para indicar si hay polic¨ªas en los puestos de control, si pasan contrabandistas o si alguien lleva armas o pasajeros no deseados a bordo. La mayor garant¨ªa que puede ofrecer un conductor aqu¨ª es esta frase: ¡°If you are okey, I am okey¡± (¡°Si usted est¨¢ bien, yo estoy bien¡±).
Regresar, ver y contar
El pasado 8 de mayo, el propio Alto Comisario de ACNUR, Antonio Guterres, viaj¨® a Kenia para reunirse con el presidente de la naci¨®n y apaciguar los ¨¢nimos. ¡°Quiero expresar mi profunda gratitud al presidente Uhuru Kenyatta por sus esfuerzos y su promesa de que la repatriaci¨®n de aquellos que quieran regresar a Somalia ser¨¢ voluntaria, segura y digna¡±, aclar¨® ante las autoridades, refugiados y medios de comunicaci¨®n.
El m¨¢ximo representante para los refugiados en la ONU a?adi¨® que trabajar¨¢n en mejorar la seguridad y en reasentar a quienes lo deseen en zonas m¨¢s seguras de Somalia. Esta es la baza que quiere jugar ACNUR ante el Gobierno de Kenia: convencerlo de que algo s¨ª ha cambiado en los ¨²ltimos a?os, ya que se ha producido un descenso de poblaci¨®n en los campos de refugiados.
Desde el a?o pasado, un pionero programa promueve el regreso voluntario de los refugiados a Somalia. El primer convoy parti¨® en diciembre de 2014 con 11 autobuses escoltados por la polic¨ªa de Kenia que penetraron hasta Kismayo, Badooa y Luqq. En enero de 2015, ya fueron 1.166 quienes regresaron; en marzo, m¨¢s de 4.000 presentaron su solicitud de regreso y se estima que a final de a?o unos 10.000 somal¨ªes regresen a lo que quede de sus hogares.
Para mujeres como Amina Abdusin y otros refugiados que llegaron en 2011 no est¨¢ tan claro. ¡°?Regresar a d¨®nde?¡±, se preguntaba la mujer en ese 2011 de la hambruna. Amina sali¨® de all¨ª en 2010 cuando una bomba hizo saltar por los aires su casa en Mogadiscio. Ella sobrevivi¨® y acogi¨® a los hijos hu¨¦rfanos de su vecina a costa de ser repudiada por su propio marido, un hombre violento y ego¨ªsta que la hab¨ªa desposado con 12 a?os a la fuerza. ?l la ech¨® de casa. Amina, que entonces contaba 30 a?os, decidi¨® emigrar a Dadaab con su hermana peque?a y sus hijos adoptivos. En el trayecto fue saqueada, vejada y violada en la frontera por milicias de Al Shabab. El mero pensamiento de volver a ver a sus hijos ser¨ªa suficiente para regresar. "Sue?o todos los d¨ªas con ellos", dec¨ªa. Por entonces narraba que solo pensar en volver a cruzar esa frontera le aterraba.
Hechos que no acompa?an a los buenos deseos
Sin embargo visto los acontecimientos de los ¨²ltimos d¨ªas, a las palabras de Guterres no parecen acompa?ar los hechos: el domingo 24 de mayo, las milicias de Al Shabab atacaron con un coche bomba el Parlamento de Somalia en la capital del pa¨ªs, Mogadiscio. Tras la explosi¨®n, los atacantes intercambiaron tiros y granadas con la polic¨ªa y fuerzas de la Uni¨®n Africana que proteg¨ªan la sede. Al menos 10 personas murieron en el ataque.
El d¨ªa anterior, s¨¢bado 23 de mayo, se hab¨ªan producido otros dos atentados: supuestos miembros de milicias yihadistas persiguieron el coche del parlamentario somal¨ª Yusuf Dirir en pleno centro de la capital, le bloquearon el paso con un minib¨²s y acribillaron a balazos su veh¨ªculo. Ese mismo d¨ªa, otros tres miembros del Ministerio de Transporte fueron asesinados en otro atentado.
Hace una semana, Al Shabab, que antes se hab¨ªa declarado franquicia de Al Qaeda en el cuerno de ?frica, aceptaba la invitaci¨®n p¨²blica del Estado Isl¨¢mico a unir fuerzas mediante un comunicado.
M¨¢s del 70% de la poblaci¨®n de Dadaab son mujeres y ni?os, y muchos pertenecen a generaciones que han nacido y crecido all¨ª. Desde las oficinas de ACNUR en Dadaab relatan que han dise?ado un programa en el que organizan salidas de mujeres hacia zonas de Somalia para que vean por sus ojos c¨®mo es la situaci¨®n y vuelvan a Dadaab e incentiven a otros a retornar. Sin embargo, como dec¨ªa Amina cuatro a?os atr¨¢s, para mujeres como ella es dif¨ªcil: ¡°En toda mi vida jam¨¢s he conocido ning¨²n periodo de paz. No s¨¦ c¨®mo es¡±.
El descenso de refugiados en Dadaab no parece responder solo al regreso voluntario a Somalia. A menudo, este asentamiento es el inicio de un periplo a¨²n m¨¢s extraordinario que empuja a algunos refugiados a caminar m¨¢s de 5.000 kil¨®metros hacia el norte, encomendados a las manos de mafias y traficantes, hasta alcanzar las costas de Libia o T¨²nez para emprender all¨ª su zozobra en esquifes y pateras hacia el sur de Europa.
Seg¨²n datos del Ministerio de Interior de Italia, entre el 1 de enero y el 28 de abril de 2015, m¨¢s de 3.700 somal¨ªes han llegado a las costas de Italia. En 2014, m¨¢s de 7.000 lograron llegar vivos a las costas de Lampedusa o Sicilia, sin contar los que acabaron en Malta o Grecia. Tratan de reunirse con sus familias o huyen de la guerra y el hambre. Muchos de los supervivientes salieron un d¨ªa de aqu¨ª, de Dadaab, y consiguieron llegar vivos a Europa, pero tambi¨¦n muchos se ahogaron en el Mediterr¨¢neo. Todos ellos son lugares donde comienza y termina la solidaridad y la cortes¨ªa.
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