Carmen P¨¦rez Die: ¡°Hoy entendemos el mensaje de los antiguos egipcios¡±

Mar¨ªa del Carmen P¨¦rez Die (Madrid, 1953), la faraona de la egiptolog¨ªa espa?ola, recibe en el vest¨ªbulo del renovado Museo Arqueol¨®gico Nacional (MAN), en buena medida su casa. Aqu¨ª despert¨® de ni?a su vocaci¨®n por las culturas antiguas y lejanas y aqu¨ª pasa gran parte de su vida, mientras no excava. Directora de la misi¨®n arqueol¨®gica espa?ola del Ministerio de Cultura y el MAN en Heracle¨®polis Magna (nombre griego de la fara¨®nica Nen-nesu, actual Ehnasya el Medina), un yacimiento espectacular en el Egipto Medio, ininterrumpidamente desde 1984, P¨¦rez Die es conservadora jefe del Departamento de Antig¨¹edades Egipcias y del Pr¨®ximo Oriente en el museo.

Parece exultante y con una contagiosa alegr¨ªa, y eso que, deplorar¨¢ luego visitando la interesant¨ªsima exposici¨®n permanente que ha orquestado en las salas que le corresponden, juzga que le han dejado poco espacio. En su despacho destaca en una pared, poniendo ambiente, una magn¨ªfica reproducci¨®n de la decoraci¨®n del ata¨²d de Ankhefenkhonsu, que reproduce escenas del Libro del Amduat, el texto sagrado funerario que describe el tr¨¢nsito nocturno de regeneraci¨®n del sol por el peligroso inframundo. Cerca hay colgada otra imagen que no identifico inicialmente. Resulta ser una ecograf¨ªa. ¡°Es mi nieto, el primero, que nacer¨¢ pronto. ?Ves la manita? ?Me est¨¢ saludando!¡±. Por un momento, pasado, presente y futuro parecen fundirse: las divinidades guardianas de los viejos egipcios, la investigadora que arroja luz sobre las ruinas y el nuevo ser cuyo nacimiento reafirma la renovaci¨®n del ciclo de la vida.

Le interesa mucho el ata¨²d de Ankhefenkhonsu, sacerdote de Am¨®n. S¨ª. Lo he estudiado durante mucho tiempo. Lo tenemos aqu¨ª, es una de las joyas del museo. Fue hallado en 1891 en la llamada segunda ca?chette (escondite) de Deir el Bahri. El Gobierno egipcio lo regal¨® con otros cuatro a Espa?a en 1895. Es una maravilla por la delicadeza y precisi¨®n de los textos y dibujos.

Aparecen muchas serpientes. As¨ª es, en cada una de las puertas del viaje nocturno y en otras escenas. La serpiente es ambivalente en el mundo del Antiguo Egipto. S¨ªmbolo de renacimiento y divinidad protectora bajo algunas formas, con otras es maligna, espiritualmente destructora, como Apofis, aliada de Seth y una de las fuerzas del caos.

Hoy sabemos mejor c¨®mo conceb¨ªan las cosas los antiguos egipcios¡±

Un proverbio del papiro Insinger reza: ¡°Al que ha sido mordido por una serpiente le da miedo un trozo de cuerda¡±. ?Ha tenido percances con serpientes en Heracle¨®polis? Hay muchas, abundan en las tumbas, les gustan porque est¨¢n fresquitas. Afortunadamente no hemos tenido ninguna desgracia. M¨¢s de una vez ha habido que recurrir a los servicios de un taaban, el tradicional especialista en serpientes, un encantador dir¨ªamos nosotros, para que las sacara.

Ser¨¢ un trance entrar el primero en esas sepulturas. Los egipcios nunca quieren ser los primeros. Yo tampoco les dejo. La primera he de ser yo, por responsabilidad. Tienes que ir con mucho cuidado, puedes encontrarte un bicho, lo mejor es ir haciendo ruido, golpeando con un palo y tirando piedras.

?V¨¢lgame Osiris! En realidad, si te muerde una cobra o una v¨ªbora cornuda hay poco que hacer. Dicen que lo mejor es sentarte y beber whisky, porque te vas a morir de todas formas. No da tiempo a llegar a El Cairo, a 130 kil¨®metros al norte, y no tenemos en la misi¨®n ant¨ªdotos, muy complejos de preparar, de conservar y de aplicar. As¨ª que lo mejor es que no te piquen. En fin, yo tengo una serie de reglas para los miembros de la misi¨®n espa?ola que es llevar siempre botas, estar vacunados del t¨¦tano, eso de llevar un palo por delante cuando entras en las ruinas, para hacer huir a los animales peligrosos; nada de pantalones cortos ¨Cno les gustan a los hombres egipcios, ni en chicas ni en chicos, pues dicen de estos que sus mujeres los miran¨C, beber siempre agua embotellada (el accidente m¨¢s grave que hemos tenido es la hepatitis que contrajeron dos investigadores por tomar una bebida con cubitos de hielo de agua corriente) y no viajar nunca por carretera de noche, por los grav¨ªsimos accidentes de circulaci¨®n, tan frecuentes en Egipto.

Y todo eso sin hablar de las maldiciones. Cuando descubrimos la tumba n¨²mero 5 del cementerio del Tercer Periodo Intermedio, los locales me dijeron: ¡°Ten cuidado, no te vaya a dar la maldici¨®n¡±. Pues que me d¨¦.

Una maldici¨®n es lo que parece haber ca¨ªdo de un tiempo a esta parte sobre las antig¨¹edades. ?Qu¨¦ pens¨® al ver las im¨¢genes del descerebrado yihadista del Estado Isl¨¢mico (por cierto, qu¨¦ triste que el grupo se llame ISIS) destruyendo a martillazos una esfinge de N¨ªnive en Mosul? Me qued¨¦ desolada. Un horror. ?Qu¨¦ podemos hacer con esa gente? No tienen ning¨²n respeto hacia la antig¨¹edad. Claro que ser¨ªa absurdo pretender que lo tuvieran a la vista de lo que hacen con sus semejantes. Si deg¨¹ellas a un hombre, ?qu¨¦ no le har¨¢s a una estatua! Me han contado que al museo de Beni Suef, la capital de la provincia en que est¨¢ nuestro yacimiento, llegaron barbudos para destruir las obras fara¨®nicas porque eran ¨ªdolos. Eso provoca estupor. ?C¨®mo se les puede parar? No s¨¦. Es cierto que hay gente que lucha con mucho valor para preservar las antig¨¹edades. En Bagdad, durante la segunda guerra del Golfo, los conservadores, con riesgo de sus vidas, salvaron el inventario del museo para que al menos no se perdiera la memoria. Me pareci¨® admirable.

Usted misma propuso irse al Museo Egipcio de El Cairo como fuerza unipersonal de interposici¨®n cuando la multitud irrumpi¨® en el edificio durante la primavera ¨¢rabe. S¨ª. Me hubiera ido para all¨ª a protegerlo. Ese museo es mi segunda casa. Estuve becada en ¨¦l durante un a?o. Forma parte de mi vida. Era como defender mi hogar.

No parece que le espere un futuro muy boyante, pobre museo. Cierto. Pronto habr¨¢ otros dos museos nuevos a los que se desviar¨¢ parte de sus colecciones. El de la Civilizaci¨®n Egipcia, cuya apertura est¨¢ prevista este mismo a?o, y el Gran Museo Egipcio, conocido popularmente como Museo de las Pir¨¢mides, en Giza, que ya veremos cu¨¢ndo se acaba. Espero que no se desmantele del todo el viejo museo. Amo ese lugar.

?Pese a la chapuza de pegar con pegamento industrial la barba de Tutankam¨®n? Ja, ja, ja. Eso es parte del Egipto eterno. Cuando viajas all¨ª hay que hacerse a otra mentalidad, comprender c¨®mo ven las cosas ellos. Yo los entiendo. Quiz¨¢ por eso llevo 30 a?os trabajando all¨ª.

Pero lo de la barba ha llevado agua al molino de los que se oponen de manera numantina a devolver nada a Egipto. Hay que distinguir entre lo que est¨¢ en el British Museum o el Louvre desde hace siglos y lo que se saca de Egipto ahora o se ha sacado en los ¨²ltimos a?os clandestinamente. Hay piezas emblem¨¢ticas en los museos extranjeros que salieron legalmente, con la legalidad de entonces si se quiere. Y en realidad yo creo que los egipcios est¨¢n contentos de que haya objetos de su antigua civilizaci¨®n en museos de otros pa¨ªses pues despiertan el inter¨¦s de la gente y son buenos reclamos para el turismo. Es l¨®gico tambi¨¦n que quieran reclamar algunas piezas clave, lo entiendo. Pero tienen tanto¡­ Museos y almacenes est¨¢n llenos. En nuestro almac¨¦n tenemos cajas y cajas de cosas muy buenas. Y se sigue excavando y se sigue incrementando el n¨²mero de objetos. Lo que no tiene discusi¨®n es que hay que acabar con el tr¨¢fico de antig¨¹edades y que debemos tener todos mucho cuidado con las piezas robadas: no hay que comprar nada para los museos que pueda ser sospechoso y, ante cualquier indicio, avisar inmediatamente a la Interpol.

?Hay muchos robos? En el Egipto Medio el expolio es tremendo. Piezas de las excavaciones de la necr¨®polis de Kom el Khamasin, en Saqqara sur, donde excava Josep Cervell¨®, unos relieves fueron a parar a un galerista de Barcelona. La mayor¨ªa se pudo recuperar porque Cervell¨® los ten¨ªa muy bien documentados.

Zahi Hawass, el ca¨ªdo jefe de las antig¨¹edades, era el gran abanderado de las devoluciones: Nefertiti, la piedra Rosetta, obeliscos¡­ Y era buen amigo suyo. Me impuso la Medalla de Oro del Consejo Supremo de Antig¨¹edades Egipcias. Hawass fue un revulsivo para la egiptolog¨ªa. Puso orden, reorganiz¨® el servicio de antig¨¹edades, potenci¨® Egipto y los descubrimientos. Tambi¨¦n ten¨ªa su lado complicado.

?Cu¨¢ndo vuelve a excavar? Deber¨ªamos haber salido ya. Se aplaz¨®. Conf¨ªo en que iremos este mes de abril. Estamos en el Egipto Medio, una zona complicada. La situaci¨®n es inestable, no s¨¦ si peligrosa. Hay m¨¢s inseguridad. Estoy m¨¢s inquieta que otras veces. Pero un cu?ado m¨ªo muri¨® en el 11-M. Eso te hace ver las cosas con una perspectiva diferente.

En Luxor se excava con tranquilidad. Luxor es un oasis de paz. Otra cosa son el delta, El Cairo y el Egipto Medio. Nosotros all¨ª estamos solos, no hay otras misiones. Pero bueno, no tiene que pasarnos nada, somos muy discretos, salimos poco. Nunca hemos tenido problemas de violencia. Casi toda la gente de los pueblos de alrededor trabaja con nosotros y son ellos los que nos protegen. Cuando llego siempre voy a verlos a todos, tomo un mont¨®n de t¨¦s, conozco a los reci¨¦n nacidos. Son 30 a?os.

Mar¨ªa del Carmen P¨¦rez Die

Naci¨® en Madrid en 1953. Doctora en Historia Antigua por la Universidad Complutense de Madrid, es directora de la Misi¨®n Arqueol¨®gica Espa?ola en Heracle¨®polis Magna (Egipto) desde 1984. Conservadora jefe del Departamento de Antig¨¹edades Egipcias y del Pr¨®ximo Oriente del Museo Arqueol¨®gico Nacional (MAN, que dirigi¨® de 1991 hasta 1997), es la responsable de la actual exposici¨®n permanente sobre Egipto y Nubia inaugurada en el marco de la reciente remodelaci¨®n del museo. Premio Nacional de la Sociedad Geogr¨¢fica Espa?ola en 2009 y Comendadora de la Orden de Isabel la Cat¨®lica, est¨¢ en posesi¨®n de la Medalla de Oro de la Rep¨²blica ?rabe de Egipto (2010).

?No siente deseos de cambiar de sitio? Alguna vez me he preguntado qui¨¦n me habr¨¢ mandado ir a excavar ah¨ª. Pero es un lugar con tantas posibilidades¡­ ?Sigo encontrando tumbas nuevas! Aunque a veces me digo si no son las necr¨®polis las que me buscan a m¨ª. Mi sitio est¨¢ all¨ª. Y he sido muy feliz.

?Qu¨¦ novedades hay por Heracle¨®polis? ?Cu¨¢ndo estuviste por ¨²ltima vez?

En 1993, durante la visita oficial de Jordi Sol¨¦ Tura. Qu¨¦ tiempos. Vaya, no es muy reciente, desde luego. Tras mucho tiempo de centrarnos en las necr¨®polis, ahora estamos muy metidos en la rehabilitaci¨®n y restauraci¨®n del templo de Heryshef, el dios tutelar de la ciudad. Es un recinto que vertebra otros elementos urbanos, cementerios intramuros y quiz¨¢ otros santuarios. Como pudiste ver, el yacimiento es enorme, de los m¨¢s grandes de Egipto. La ciudad funciona desde la Dinast¨ªa II hasta la ¨¦poca copta.

Heryshef tiene cabeza de carnero. Esas cosas de los egipcios son algo desconcertantes. Hay que entenderlo. El animal no es el dios, es una manifestaci¨®n simb¨®lica de uno de sus atributos. A Heryshef se le venera tambi¨¦n como ¡°Se?or del cielo¡± y ¡°Pilar de las estrellas¡±. Hay una tendencia hacia su solarizaci¨®n y astralizaci¨®n. Una estela reza: ¡°Aquel que se eleva e ilumina la tierra, cuyo ojo derecho es el disco solar y cuyo ojo izquierdo es la luna, cuya emanaci¨®n es la luz¡±. De haber vencido Heracle¨®polis a Tebas, Heryshef ser¨ªa lo que fue Am¨®n.

?Qu¨¦ m¨¢s hacen en el yacimiento? Estudios de arqueolog¨ªa del paisaje. Analizar la relaci¨®n de los monumentos entre ellos y con el entorno. Su orientaci¨®n astron¨®mica. Hay un trasfondo ideol¨®gico religioso en toda la planificaci¨®n de la ciudad, en las diferentes ¨¦pocas. Nuestra intenci¨®n es imbricar todos los elementos en algo general para entenderla bien. En el ¨ªnterin encontramos tumbas nuevas y proyectamos convertir el templo del dios en un museo al aire libre, hacerlo visitable. Tambi¨¦n nos hemos puesto muy al d¨ªa tecnol¨®gicamente. Los d¨ªas de las excavaciones tradicionales han pasado.

Cu¨¦nteme de esos pasadizos subterr¨¢neos que aterran a los trabajadores. El dios Heryshef tiene una faceta tenebrosa como ¡°Se?or del temor¡±¡­ En los pozos egipcios te puedes quedar, son peligrosos de verdad. Yo misma me di una vez un golpe en la cabeza.

He de preguntarle si est¨¢n los tiempos para gastar dinero en excavar en Egipto. Evidentemente, en una ¨¦poca en que falta dinero en hospitales y escuelas hay que adaptarse, pero es fundamental seguir invirtiendo en cultura, en investigaci¨®n, en ciencia, porque es el futuro. Yo tengo la mitad del presupuesto que otros a?os, nos ajustamos. Hemos conseguido financiaci¨®n privada, de la empresa Empty. Pero hay que seguir yendo y explicar a la gente lo que hacemos.

?Qu¨¦ opina de sus colegas? La irrupci¨®n de la egiptolog¨ªa espa?ola est¨¢ siendo important¨ªsima. Muchos de los j¨®venes de ahora han pasado por Heracle¨®polis. Tenemos una decena de misiones excelentes, con directores como Jos¨¦ Manuel Gal¨¢n, Myriam Seco, Josep Padr¨®¡­ Y espa?oles integrados en las de otros pa¨ªses.

?A la gente le siguen interesando los faraones, con la que est¨¢ cayendo? Desde luego, el Antiguo Egipto contin¨²a apasionando. Ese punto de misterio. Algunos se desv¨ªan hacia formulaciones no cient¨ªficas y hay intrusismo. A m¨ª no me molesta si cada uno est¨¢ en su sitio. Por suerte, para esclarecer las cosas al que quiera tenemos un magn¨ªfico y nutrido plantel de buenos egipt¨®logos.

Uno de mis dioses egipcios favoritos es Upwaut, 'el que abre caminos. Siempre lo he intentado, rompiendo moldes¡±

?Qu¨¦ ha cambiado en el paradigma de la egiptolog¨ªa? Las grandes l¨ªneas ya est¨¢n trazadas desde finales del XIX. Ahora afinamos m¨¢s los detalles. Se entiende mejor c¨®mo conceb¨ªan las cosas los antiguos egipcios. Sabemos m¨¢s de c¨®mo eran, qu¨¦ com¨ªan, qu¨¦ enfermedades sufr¨ªan. Entendemos su mensaje. Yo lo entiendo. Me pongo ante un relieve y veo surgir la procesi¨®n, oigo los salmos y cantos, huelo el incienso. Escucho el sonido met¨¢lico de los sistros en las marismas.

Ser¨¢ que ha alcanzado usted la excelencia de la profesi¨®n. Se lo digo porque es lo mismo que me contaba la vieja egipt¨®loga francesa ya fallecida Christiane Desroches Noblecourt. Entend¨ªa a la faraona Hatshepsut y compart¨ªa, al ver en su templo los relieves de la expedici¨®n a Punt, el ¨¦xtasis de la reina ante los productos ex¨®ticos que de all¨ª arribaban. Eso me llega al coraz¨®n porque yo admiraba enormemente a Desroches Noblecourt y ella me quer¨ªa mucho. A menudo me siento en las ruinas de Heracle¨®polis a la ca¨ªda del sol, sola, e imagino que la ciudad muerta vuelve a la vida.

Uno de sus momentos m¨¢s felices fue en 2009, cuando se inaugur¨® en el Museo Egipcio de El Cairo la exposici¨®n sobre 120 a?os de la egiptolog¨ªa espa?ola, de la que era comisaria. En cambio, para el ministro de Cultura C¨¦sar Antonio Molina, que presidi¨® el acto, fue de los m¨¢s tristes, pues lo cesaron ese mismo d¨ªa. Qu¨¦ relativa, la felicidad. Es verdad. Para m¨ª fue un subid¨®n y para ¨¦l¡­

El ministro apoyado en un sarc¨®fago del museo me hace recordar que ?no hemos hablado de momias! Las que salen en Heracle¨®polis, m¨¢s de mil hasta ahora, est¨¢n estropeadas. Son pr¨¢cticamente individuos esqueletizados. Pero ofrecen much¨ªsima informaci¨®n antropol¨®gica.

Tampoco hemos hablado de sexo, con perd¨®n. Algunos dioses egipcios estaban muy bien dotados. Son dioses creadores y evidencian esa funci¨®n, pero tambi¨¦n hay sexo profano en el Antiguo Egipto como muestran los papiros er¨®ticos. Esas cosas han sido tab¨² durante a?os en los estudios egiptol¨®gicos. En todo caso, yo el sexo lo asocio m¨¢s a Grecia. A m¨ª me parece m¨¢s interesante tratar de entender qu¨¦ respuestas daban los egipcios a los problemas acuciantes de su civilizaci¨®n.

?Tiene la sensaci¨®n en su carrera de haber ido por delante? Uno de mis dioses egipcios favoritos es Upwaut, ¡°el que abre caminos¡±. Siempre lo he intentado, rompiendo moldes, empecin¨¢ndome, inaccesible al desaliento.

Y siendo mujer le habr¨¢ costado. Su mentor, Mart¨ªn Almagro, cuando la llev¨® a excavar de estudiante en 1979, le insist¨ªa con paternalismo machista: ¡°Maja, tiene usted que dormir sola¡±. Ja, ja, ja, es cierto, pero he de decir que en realidad ser mujer no me ha supuesto nunca una carga adicional. Jam¨¢s me he sentido rechazada por serlo. En Egipto hay que tener cuidado, eso s¨ª, al mandar a hombres ¨¢rabes. No soportan que los humille una mujer. Pero eso se arregla con mano izquierda, y con mucha educaci¨®n y respeto. Por su parte, ellos me llaman ¡°Mister Carmen¡±, y ya est¨¢.