Piedras Gordas is the New Black
Las espa?olas ya son mayor¨ªa en esta moderna y herm¨¦tica macroc¨¢rcel situada al sur de Lima
La biblioteca es como la ¨²nica puerta sin candado de una c¨¢rcel. La de aqu¨ª es una peque?a habitaci¨®n con cuatro estanter¨ªas mustias. R saca primero un libro de Javier Mar¨ªas (¡°lo detesto¡±); otro de Savater (¡°lo he intentado, pero no lo acabo¡±), y al final, uno de Unamuno (¡°es lo ¨²nico que puedo leer¡±). Desde que le arrebataron el puesto de bibliotecaria de la c¨¢rcel no est¨¢ del mejor humor y solo lee al bilba¨ªno. El que escrib¨ªa ¡°y yo en mi hogar, hoy c¨¢rcel; sue?o¡ en la suerte de Espa?a desastrosa¡±. A R la voy a llamar ¡°la chica del 15-M¡± porque prefiere no revelar su nombre. Acaba de contarme que estuvo en la acampada de Sol junto a otros miles de j¨®venes y que un a?o despu¨¦s su propia madre la convenci¨® para pasar juntas un cargamento de coca¨ªna de Lima a Madrid. ¡°De indignada a mula¡± podr¨ªa ser el titular cutre de su vida en un peri¨®dico. En ese momento a R le pareci¨® una mejor idea llevar coca que seguir siendo una veintea?era precaria sin casa, sin empleo, sin nada, en un pa¨ªs que se desmoronaba. ¡°Estoy aqu¨ª por gilipollas¡±, admite la m¨¢s joven de la ¡°colonia espa?ola¡±. Las espa?olas ya son mayor¨ªa en este penal desde el estallido de la crisis. Ahora madre e hija duermen en la misma celda de una prisi¨®n en Per¨². Y no cualquiera. La moderna y herm¨¦tica macroc¨¢rcel de Piedras Gordas, en Anc¨®n, al sur de Lima, es la ni?a de los ojos del sistema penitenciario peruano. Hasta aqu¨ª he llegado gracias a Vanadis, una joven empresaria que quiere sumar a lo poco que tienen estas mujeres un taller de barismo ¨C algo m¨¢s que hacer formas decorativas sobre la espuma del cappuccino¨C y as¨ª darles a las chicas un oficio.
Para llegar a Piedras Gordas hay que atravesar el desierto, la pobreza, el arenal. De pronto emergen unos muros altos rodeados de alambres de p¨²as, y despu¨¦s de atravesar la sexta puerta cerrada, cuando todo se ha callado, una ya tiene claro que est¨¢ atrapada en un laberinto interminable, enloquecedor: en sus entra?as, hiperseguridad, espanto y biblioteca. Y peluquer¨ªa. Pepa irrumpe con aparente mala hostia a la pelu del penal pidiendo que alguien le rape la cabeza. Dentro o fuera, las mujeres quieren ser bonitas, de preferencia como Melanie ¨Cla chica alemana que parece una californiana a la sombra, impert¨¦rrita con la revista de moda entre las u?as de las manos y los pies sumergidos en un cubo de agua tibia¨C, por eso nadie entiende que la ex bombera forestal, nacida en Ibiza, ahora quiera ser calva. ¡°Pepa, ?qu¨¦ te pasa, mujer?¡±, le increpa una. ¡°Te lo voy a contar: quiero purificarme¡±. Dice esto y sus pelos caen leve y silenciosamente al suelo, pero con dolor, tal como ella cay¨® un d¨ªa, hace tres a?os, sin que nadie, ni su familia, quisiera o¨ªr m¨¢s del asunto ese en que se meti¨®, o sea, meter la pata hasta el fondo, y mudarse por tiempo indefinido a Per¨², c¨¦lebre por sus cebiches y sus c¨¢rceles tremebundas.
El misterio del corte de pelo de Pepa se revelar¨¢ enseguida. Giovanna, una peruana a la que dobla la edad, su ¨²nica amiga en la c¨¢rcel, va a salir libre y ella est¨¢ en shock. ¡°La he buscado toda mi vida y ahora me la quitan¡±, exclama despidi¨¦ndose de sus ¨²ltimos mechones, mirando a los ojos de su peruanita. La chica cuidaba ni?os en Madrid, pero con la crisis se dej¨® convencer por un tipo que le ofreci¨® 15.000 euros por pasar droga. ¡°Menuda skinhead est¨¢s hecha, Pepa¡±, exclama ahora R. La chica del 15-M, exbibliotecaria, quiere salir. Le queda poco, pero no tiene muy claro lo que vendr¨¢ despu¨¦s. ¡°?Qu¨¦ voy a hacer en Espa?a cuando vuelva si siguen en el poder los mismos cazurros?¡±. Pepa, ya completamente calva y fumando a escondidas, mira a R y dice soltando el humo l¨¢nguidamente: ¡°Yo les votaba a los verdes¡±. Ninguna de ellas sabe qui¨¦n es Pablo Iglesias.
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