Mateo

Para poder utilizar los servicios de la estaci¨®n de tren de Sants, en Barcelona, hay que pagar cincuenta c¨¦ntimos. Luego me han contado que al menos en Atocha (Madrid) tambi¨¦n pasa lo mismo; pero era la primera vez que yo ve¨ªa algo as¨ª y me qued¨¦ pasmada. Tal vez ustedes piensen que se trata de una nimiedad y que cincuenta c¨¦ntimos no es nada, m¨¢s all¨¢ de un fastidio; pero la facilidad con la que aceptamos lo inaceptable me desalienta a¨²n m¨¢s. Tenemos unas tragaderas prodigiosas; por ejemplo, recuerdo la pachorra con la que asumimos todos, yo la primera, los pinchos en los bancos contra los indigentes. En Espa?a hay 600.000 familias que no tienen ingresos y muchas m¨¢s que ganan tan poco que no pueden ni pagar el alquiler; para ellos cincuenta c¨¦ntimos son algo, sobre todo si se les exige a cambio de un derecho elemental. Me pregunto qu¨¦ har¨¢ una madre apurada con varios ni?os meones al toparse con la puerta cerrada de los retretes; hablo de una de esas mujeres solas de econom¨ªa precaria, formidables guerreras de la vida. Quiz¨¢ ponga a los nenes a hacer pis en medio del vest¨ªbulo. Poco a poco, nimiedad a nimiedad, vamos construyendo un mundo cada vez m¨¢s desequilibrado e inhabitable: la indiferencia nos crece en la barriga como un c¨¢ncer mientras el mar deposita a nuestros pies mansas oleadas de muertos sin nombre. Por cierto, en Sants hay retretes gratis: est¨¢n dentro, en la zona fina de los viajeros del AVE (es un clasismo de vejiga urinaria). Y es que ya se sabe que este mundo favorece a los ricos y estruja a los despose¨ªdos: a quien tiene se le dar¨¢ y a quien no tiene se le quitar¨¢. Un comportamiento de privilegio y rapi?a tan habitual que hasta tiene un nombre en sociolog¨ªa: es el efecto Mateo.

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