"Si Podemos convence es solo por la desesperaci¨®n de la gente"
El soci¨®logo y fil¨®sofo franc¨¦s Gilles Lipovetsky dota de coartada intelectual a la est¨¦tica, el consumo y la moda
Generaciones enteras de universitarios ¨Csobre todo esos que cursaron, contra las leyes del sentido com¨²n, carreras de humanidades¨C se familiarizaron con la palabra posmodernidad gracias a ¨¦l, o por culpa suya. El fil¨®sofo y soci¨®logo Gilles Lipovetsky (Par¨ªs, 1944) salt¨® a la fama a inicios de los ochenta con La era del vac¨ªo, ensayo de referencia para entender un mundo guiado por el consumismo desenfrenado y el narcisismo elevado a su m¨¢xima potencia. Desde entonces, no ha dejado de observar las mutaciones de las sociedades occidentales, teorizando sobre asuntos tan diversos como nuestra interacci¨®n con las pantallas o la relaci¨®n de dependencia que mantenemos con la moda y el lujo. Su ¨²ltimo ensayo, La estetizaci¨®n del mundo. Vivir en la ¨¦poca del capitalismo art¨ªstico (Anagrama), se centra en las alianzas que las grandes corporaciones establecen con las llamadas industrias creativas, que les permiten transformar el comercio casi en una forma de arte. Del llamado turismo cultural a las botellas de Dom Perignon dise?adas por Jeff Koons. As¨ª logran disimular su objetivo ¨²ltimo: vender cada vez m¨¢s a un n¨²mero cada vez mayor de consumidores. Este hombre peque?o y afable nos recibi¨® en Grenoble (Francia), donde vive retirado del circuito de la intelectualidad parisiense en un apartamento con espectaculares vistas a las cordilleras alpinas, para improvisar un profundo an¨¢lisis de lo que ¨¦l denomina ahora ¡°tiempos hipermodernos¡±.
El libro aborda la relaci¨®n entre el capitalismo, a menudo percibido como una apisonadora sin compasi¨®n, y las industrias creativas, que le permiten cobrar rasgos m¨¢s amables a trav¨¦s de una estetizaci¨®n de la oferta. ?C¨®mo se origina este fen¨®meno?
No me gustan esos intelectuales que critican sin cesar el sistema capitalista, pero luego no pueden vivir sin sus muebles de dise?o, sus coches de lujo y sus smartphones
No me gustan esos intelectuales que critican sin cesar el sistema capitalista, pero luego no pueden vivir sin sus muebles de dise?o, sus coches de lujo y sus smartphones
Apple ha invertido durante d¨¦cadas en el dise?o de sus productos. Hoy es la empresa m¨¢s rentable del mundo. Nokia, en cambio, pr¨¢cticamente ha muerto
?Qu¨¦ consecuencias tendr¨¢ este giro a largo plazo?
Se trata de un giro mayor en la historia del capitalismo, ya que demuestra que los principios del sistema econ¨®mico no son incompatibles con un refinamiento est¨¦tico susceptible de movilizar las emociones del consumidor. El fen¨®meno se expande a lo largo del siglo XX, tras la invenci¨®n del cine y el boom de la publicidad y el dise?o gr¨¢fico. A partir de los cincuenta, a medida que se expande la sociedad de consumo, el v¨ªnculo entre arte y econom¨ªa se generaliza. Desde entonces, se institucionaliza en el capitalismo esta combinaci¨®n de beneficio y estetizaci¨®n, rentabilidad e imaginaci¨®n, c¨¢lculo econ¨®mico y enso?aci¨®n sensorial.
?No es el c¨¢lculo comercial el que termina ganando siempre?
Depende de cada empresa, aunque obviamente la rentabilidad siempre es el objetivo ¨²ltimo. El capitalismo art¨ªstico implica siempre una tensi¨®n permanente entre los financieros y los creativos, que tiran de lados opuestos de la cuerda. En cualquier caso, cuando ese c¨¢lculo es demasiado ostentoso es probable que la operaci¨®n termine en fracaso comercial. Un ejemplo: Apple ha invertido durante d¨¦cadas en el dise?o de sus productos. Hoy es la empresa m¨¢s rentable del mundo. Nokia, en cambio, pr¨¢cticamente ha muerto. Siempre recuerdo una frase de Raymond Loewy, el gran dise?ador industrial: ¡°La fealdad se vende mal¡±.
Su ensayo mantiene la equidistancia entre pros y contras de este modelo, aunque a veces cuesta no verlo como una impostura. Si el c¨¢lculo comercial siempre gana, ?esa coartada art¨ªstica no es puro cinismo?
La infiltraci¨®n de la moda en el sistema econ¨®mico ha alterado nuestros valores. Es un modelo fundamentado en el deseo y la seducci¨®n, el cambio permanente y el consumo como objetivo vital
Es innegable que existe cierta ocultaci¨®n, pero no me gusta hablar de cinismo. Eso implicar¨ªa una voluntad deliberada de manipulaci¨®n.
?Y no es el caso?
Yo lo veo como una estrategia de seducci¨®n, m¨¢s que de manipulaci¨®n. Por ejemplo, no creo que Steve Jobs fuera un hombre c¨ªnico. Como todo buen empresario, cre¨ªa en su empresa y confiaba en aportar algo beneficioso a los dem¨¢s. Opinar que es puro cinismo implicar¨ªa creer que un empresario se dice: ¡°Lo que vendo no tiene valor alguno, pero mientras me aporte dinero me da absolutamente igual¡±. Evito los juicios de valor para abordar la cuesti¨®n, entre otras cosas porque participamos en ello. No me gustan esos intelectuales que critican sin cesar el sistema capitalista, pero luego no pueden vivir sin sus muebles de dise?o, sus coches de lujo y sus smartphones.
En el libro se detiene en los efectos positivos de esta estetizaci¨®n. Dice que ha transferido a las masas los valores que hasta el siglo XIX definieron a la bohemia, como el gusto est¨¦tico y el hedonismo.
Antes de la expansi¨®n de la sociedad de consumo, la cultura estaba dividida entre lo culto y lo popular. Hoy, en cambio, los taxistas escuchan a Mozart
El capitalismo art¨ªstico ha estetizado los objetos y tambi¨¦n los comportamientos. Hoy todo el mundo comparte el gusto por descubrir cosas nuevas, por viajar y vivir sensaciones est¨¦ticas desconocidas. Este tipo de comportamientos, que hasta no hace tanto eran elitistas, se han generalizado. Hoy todo el mundo va a ver exposiciones a los museos, otra actividad que hasta hace poco era elitista. Quienes lo hacen no siempre tienen una gran cultura art¨ªstica, pero han integrado el h¨¢bito del consumo cultural y lo consideran algo normal. El capitalismo ha hecho emerger un homo esteticus amante de las ¡°sensaciones in¨²tiles¡±, como dec¨ªa Paul Val¨¦ry.
?Hasta qu¨¦ punto es ese un h¨¢bito democr¨¢tico? ?No sigue siendo un acto reservado a una clase social relativamente privilegiada?
Estoy en desacuerdo. A niveles distintos, todo el mundo participa en el fen¨®meno. Antes de la expansi¨®n de la sociedad de consumo, la cultura estaba dividida entre lo culto y lo popular. Hoy, en cambio, los taxistas escuchan a Mozart. E incluso cuando escuchan a C¨¦line Dion est¨¢n participando de la misma manera en el consumo cultural. Seguramente, la cajera del supermercado no escuchar¨¢ la misma m¨²sica que usted, pero al salir del trabajo los dos har¨¢n el mismo gesto: ponerse en los auriculares su lista de canciones. Tampoco ir¨¢n al mismo lugar de vacaciones, pero considerar¨¢n tomarse unas semanas de descanso al a?o, lo que hasta hace poco no era habitual. Incluso cuando no se tiene dinero para marcharse de vacaciones, s¨ª se comparte la misma aspiraci¨®n.
Me gustar¨ªa volver a algunos de sus grandes textos de los ochenta para comprobar si su an¨¢lisis sigue siendo el mismo. En La era del vac¨ªo hablaba de un mundo sin ideolog¨ªa ni religi¨®n, gobernado por el hedonismo y la ligereza, donde el individuo era el rey. Tras el 11-S y la crisis que empieza en 2008, ?lo sigue suscribiendo?
El progreso cient¨ªfico nos permite avanzar. No se mueve ficha por razones econ¨®micas y pol¨ªticas, para no perjudicar los intereses de los grandes grupos.
En gran parte, s¨ª. El individualismo seguramente sea mayor y menos acomplejado que entonces. Aunque matizar¨ªa un par de cosas. El clima social es m¨¢s duro hoy que en los ochenta. Pese a sus efectos positivos, la globalizaci¨®n ha generado una cultura de la competici¨®n y un miedo constante a perder el trabajo, una ansiedad inducida por el miedo al paro. Se han abierto as¨ª heridas ¨ªntimas en el interior de cada individuo que en los ochenta no exist¨ªan. Tampoco exist¨ªa ese paradigma m¨¦dico que surgi¨® en los a?os del sida y que hoy lo invade todo: la ansiedad alimentaria, la obsesi¨®n por saber qu¨¦ come uno, cu¨¢ntas calor¨ªas consume y cu¨¢ntas lograr¨¢ quemar despu¨¦s haciendo deporte. Por una parte, seguimos siendo seres hedonistas. Por la otra, ya no queremos sacrificar el futuro por ese carpe diem.
¡°Hoy nos rige el vac¨ªo, pero un vac¨ªo sin tragedia ni apocalipsis¡±, escribi¨® hace tres d¨¦cadas. ?Cambiar¨ªa de an¨¢lisis tras la amenaza yihadista?
No. Por supuesto, existen tragedias, hecatombes, aviones que se estrellan y atentados sanguinarios, pero en t¨¦rminos globales son casos minoritarios. La sociedad de hoy es mayormente pac¨ªfica. El 11-S o el ataque contra Charlie Hebdo son de una violencia insoportable, pero no definen una tragedia apocal¨ªptica. En el fondo, los propios terroristas son hijos de la sociedad del vac¨ªo. Se trata de una minor¨ªa que restablece la l¨®gica del sacrificio a la que nosotros ya hemos logrado escapar. Son ni?os perdidos que viven sin rumbo en una sociedad hiperindividualista, donde las estructuras grupales casi han desaparecido, hasta el punto de pasar de la peque?a delincuencia al martirio religioso en pocos meses.
En El imperio de lo ef¨ªmero formulaba una teor¨ªa que no siempre fue entendida. Dec¨ªa que el boom de la moda benefici¨® ¡°la autonom¨ªa personal¡± e incluso ¡°los derechos humanos¡± y constituy¨® ¡°un agente de consolidaci¨®n de sociedades liberales¡±. ?C¨®mo puede ser agente de libertad una simple fashion week?
La moda es un sistema fundamentado en el deseo y la seducci¨®n, el cambio permanente y el consumo como objetivo vital. Su infiltraci¨®n en el sistema econ¨®mico ha alterado nuestros valores. Desde entonces, el sentido del sacrificio que nos condujo a las dos guerras mundiales ha quedado sustituido por una b¨²squeda permanente de felicidad y bienestar personal. Lo f¨²til ha tenido efectos emancipadores a su pesar; ha sacado a la gente de las iglesias para incitarles a buscar la alegr¨ªa. Me dir¨¢ que las iglesias, como los partidos pol¨ªticos, siguen existiendo. Pero, como todas las estructuras que trataban al individuo de manera homog¨¦nea, han perdido casi todo su peso.
El capitalismo tiene mala prensa desde el siglo XIX, cuando se le empieza a acusar de arruinar al campesinado, de corromper la salud de millones de obreros o de crear un paisaje urban¨ªstico espantoso
La tercera mujer fue uno de sus libros m¨¢s pol¨¦micos. Dec¨ªa que la dominaci¨®n masculina no iba a retroceder en el futuro, en parte por la propia actitud de las mujeres.
Las feministas me criticaron mucho por decir eso, pero no afirmaba nada que no fuera cierto. Veinte a?os despu¨¦s, volver¨ªa a suscribir lo mismo: por mucho que la emancipaci¨®n avance y se instauren pol¨ªticas para apoyarla, la desigualdad en el mercado laboral no desaparece. La presencia de las mujeres en la pol¨ªtica y la empresa ha mejorado, pero sigue siendo minoritaria. Y ya no es porque los hombres les corten el camino. Eso ya no sucede.
?A qu¨¦ se debe?
La organizaci¨®n del mundo laboral est¨¢ pensada por y para los hombres. Las reuniones se convocan a ¨²ltima hora del d¨ªa, las jornadas laborales son largas y los viajes de trabajo, frecuentes. Cuando las mujeres tienen que elegir entre ser madres y concentrarse en sus carreras, siguen eligiendo lo primero. No digo que hagan mal, simplemente lo constato. ?Hasta qu¨¦ punto se puede cambiar esto? No pienso que la dominaci¨®n vaya a durar eternamente, pero s¨ª que es extremadamente dif¨ªcil cambiar din¨¢micas de g¨¦nero que son tan antiguas como la humanidad.
?Por qu¨¦ ha renegado del t¨¦rmino posmodernidad?
La descripci¨®n del fen¨®meno que daban mis libros era correcta, pero no el t¨¦rmino. Di a entender que est¨¢bamos superando la modernidad, cuando en realidad suced¨ªa lo contrario. Los grandes inventos de la modernidad que empieza en el siglo XVIII son el mercado, la tecnociencia y la l¨®gica individualista y democr¨¢tica. Y esos tres inventos siguen guiando nuestro mundo, seguramente m¨¢s que nunca. Dejamos de creer en el convencionalismo, el autoritarismo y la revoluci¨®n, pero nunca fuimos posmodernos. Hoy prefiero hablar de hipermodernidad, porque ya no hay nada que escape al mercado, ni siquiera la cultura.
Los partidos extremistas est¨¢n vendiendo humo. Si Podemos convence es solo por la desesperaci¨®n de la gente ante una situaci¨®n insoportable
Las instituciones democr¨¢ticas s¨ª que parecen encontrarse en una crisis profunda.
S¨ª, pero con matices. Nadie contesta la idea de la democracia. Lo que hay es una crisis grave de confianza. Gobiernos, partidos, sindicatos y medios de comunicaci¨®n son v¨ªctimas del descr¨¦dito. Eso explica el auge de los partidos extremistas, que logran presentarse como soluciones tras d¨¦cadas de corrupci¨®n e incapacidad. En realidad, est¨¢n vendiendo humo. Si Podemos convence es solo por la desesperaci¨®n de la gente ante una situaci¨®n insoportable. Conf¨ªo en que terminen desinfl¨¢ndose.
Pertenece al pa¨ªs m¨¢s pesimista del mundo. Seg¨²n un sondeo reciente del Pew Research Center, el 86% de los franceses cree que el futuro ser¨¢ peor que el presente. ?Comparte esa mirada negra?
En absoluto. Disponemos de posibilidades incre¨ªbles para salir de esta situaci¨®n. Nos las ofrecen la ciencia y la tecnolog¨ªa, la capacidad de manipular los elementos que constituyen la materia, la nanotecnolog¨ªa o las nuevas energ¨ªas. No se mueve ficha por razones econ¨®micas y pol¨ªticas, para no perjudicar los intereses de los grandes grupos. Pero el progreso cient¨ªfico nos permite avanzar. Me resisto a creer que nos dirigimos inevitablemente hacia el desastre. Se trata de una posibilidad, pero no es la ¨²nica
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