De ¡®cu?ados¡¯, ¡®b¨¢sicos¡¯ y ¡®normies¡¯: ?son las bromas sobre gente corriente una s¨¢tira necesaria o puro clasismo?
Leer libros superventas, disfrutar de franquicias alimentarias o ver las mismas series que ve todo el mundo son costumbres que, para algunos, convierten a alguien en una persona sin inter¨¦s alguno, ?pero hay algo podrido m¨¢s all¨¢ de una mera consideraci¨®n cultural?
Cada diciembre, cuando las cenas de Navidad se acercan, las b¨²squedas de la palabra ¡°cu?ado¡± aumentan. El ¡°cu?ado¡±, paradigma del hombre heterosexual que cree saberlo todo, se ha convertido en una figura universal, conocida hasta por quienes no viven cr¨®nicamente online, pero es en Internet donde el campo sem¨¢ntico a su alrededor no deja de crecer. Si hasta hace poco las personas acr¨ªticas, ventajistas, de gustos e intereses vulgares y fondo insustancial pod¨ªan ser agrupadas, tambi¨¦n, bajo la etiqueta de ¡°b¨¢sicos¡± (m¨¢s amplia porque abarca a las ¡°b¨¢sicas¡±, por cierto, reivindicadas por La Zowi), hoy disponemos de muchas palabras m¨¢s.
Por supuesto, no todas significan exactamente lo mismo, pero los conceptos tanto de cu?ado o b¨¢sico, como de normie (una forma despectiva de decir ¡°normal¡±), NPC (la referencia viene del mundo de los videojuegos: los NPCs son aquellos personajes controlados por la m¨¢quina que sirven de relleno y no intervienen en el desarrollo argumental) o charca (el ecosistema donde chapotean todas estas figuras) remiten a las mismas referencias, caracteres y costumbres. Todas estas palabras nos hablan de quienes, presuntamente, solo disfrutan de los productos que imponen la moda y el mercado, de quienes no se arriesgan a desafiar ninguna norma social y de quienes, anteponiendo su bienestar a cualquier otro valor, no ven m¨¢s all¨¢ de su propio mundo (en principio, reducido y gris).
Este miedo a la multitud, a lo cutre y a lo grosero es tan viejo como las ciudades, y buena parte de estos conceptos no son m¨¢s que la actualizaci¨®n de la noci¨®n de ¡°masa¡±, que tanto ocup¨® a los fil¨®sofos de principios del siglo XX. Ortega y Gasset escribi¨® que la humanidad se divide en dos: ¡°quienes se exigen mucho y acumulan sobre s¨ª dificultades y deberes, y quienes no se exigen nada especial, sino que para ellos vivir es ser en cada instante lo que ya son, boyas que van a la deriva¡±. Est¨¢ claro en qu¨¦ categor¨ªa se incluir¨¢ cada uno y tambi¨¦n es evidente cu¨¢l considerar¨ªamos m¨¢s numerosa.
En las redes, estos recelos ante los dem¨¢s y sus costumbres dan lugar a discusiones y bromas sobre estilos de vida cada vez m¨¢s sofisticados, mientras en pol¨ªtica sirven como combustible para ideolog¨ªas individualistas. Pero en la calle es muy dif¨ªcil establecer l¨ªmites, distinguir d¨®nde est¨¢n hoy las masas de normies o descubrir si uno mismo ya est¨¢ sumergido en la charca hasta la cintura. Lo m¨¢s pr¨¢ctico es recurrir a ejemplos y es que, seg¨²n memes y comentarios recientes, cosas propias de normies ser¨ªan: la exaltaci¨®n de la monogamia (y apelativos cari?osos como ¡°gordo¡± o ¡°cari¡±), vivir en un PAU, cenar en un restaurante la Tagliatella por San Valent¨ªn, seguir El Hormiguero (pero tambi¨¦n La Revuelta), pasear en busca de luces de navidad, ser forofo de un equipo de f¨²tbol, tener una cuenta de Instagram llena de fotos en playas ex¨®ticas, leer el ganador del Premio Planeta y comer hamburguesas smash. La lista podr¨ªa ser infinita y llegar¨ªa, as¨ª, a ofender a cualquiera.
Re¨ªrse del vecino o re¨ªrse del sistema: el conformismo de la clase media
Cuando Pantomima Full public¨® Conformista, la risa de muchos de sus seguidores se congel¨®. En esta pieza, los c¨®micos ya no estaban estirando un estereotipo hasta el absurdo, sino que reflejaban cosas muy cercanas con una precisi¨®n perturbadora. Los edificios de ladrillo visto, los ch¨¢ndales y el discurso resignado, casi deprimente, de los protagonistas pintaban un retrato de esa Espa?a ¡°Paco y Charo¡± (otros t¨¦rminos de este universo) con la que nadie quiere identificarse, pero cuyos rasgos reconocemos todos. A pesar de parodias tan descarnadas, con lo que los espa?oles s¨ª que se identifican es con la clase media, como demuestran sucesivas encuestas del CIS que indican que m¨¢s de la mitad de los ciudadanos se percibe dentro de ella. Y es que, por m¨¢s que el normie conformista no deje de ser un producto de la ideolog¨ªa de clase media, en este caso, la etiqueta general (con connotaciones tan distintas de las de ¡°masa¡±) goza de mucho m¨¢s prestigio que quienes la encarnan.
Desde la sociolog¨ªa, se puede apuntar que la clase media como grupo (con sus estructuras institucionales y materiales cada vez m¨¢s endebles) y el normie como individuo que la constituye sirven para mantener la ¡°paz social¡± y dar por superada la lucha entre obreros y patrones. Su rasgo m¨¢s caracter¨ªstico es una resignaci¨®n destinada a evitar conflictos, algo que les permite defender su posici¨®n a costa de que los excluidos sigan est¨¢ndolo. Lo explica el soci¨®logo Emmanuel Rodr¨ªguez en su ensayo El efecto clase media: ¡°Una sociedad de clases medias es una sociedad en la que la posibilidad de que salten las costuras sobre los asuntos relativos a la redistribuci¨®n del poder y la riqueza est¨¢ sencillamente bloqueada¡±. Y aqu¨ª aparece, precisamente, la contradicci¨®n que atraviesa todas las bromas sobre normies y equivalentes: ?es leg¨ªtimo burlarse con cierta sorna de quien solo piensa en s¨ª mismo o eso implica caer en un elitismo todav¨ªa m¨¢s conservador?
El analista de tendencias Popy Blasco cree que ¡°entre todas esas horteradas que hace la gente, algunas resultan t¨®xicas, alienantes y odiosas, como llevar pulserita con la bandera de Espa?a o ponerle al coche una pegatina con los miembros de la familia, y otras resultan entra?ables porque son inocentes¡±, pero tiene claro que re¨ªrse de lo masivo es sano: ¡°Esa gente b¨¢sica y neo-cu?ada de la que hacemos parodia en redes sociales siempre ha hecho parodia con nosotros, como Ar¨¦valo haciendo de mariquita en el Un Dos Tres. No creo que si hacemos humor sobre ellos estemos siendo unos estirados¡ No les debemos nada. Jactarse de lo masivo es liberador y es salud cultural¡±, explica.
Por su parte, Mozo Yef¨ªnovich, uno de los comunicadores que mejor ha definido ¡°la charca¡±, piensa que algunas cr¨ªticas y bromas son demasiado individualizantes. ¡°Se habla de la persona que es charca: se pone el foco solo sobre ella y no sobre el sistema o las estructuras que llevan a esa persona a ser como es, en un sentido econ¨®mico pero tambi¨¦n cultural. Lo m¨¢s negativo es esa posici¨®n nihilista que no cuestiona qu¨¦ provoca que haya gente en esas condiciones. Es una actitud muy conformista a su vez: se asume la estructura tal y como es. Estamos ante un conformismo tan fuerte como el de la charca, pero desde una postura m¨¢s c¨ªnica¡±, indica el youtuber. Eso s¨ª, pensando en bromas concretas, Yefinovich matiza: ¡°No creo que nadie haga estos chistes desde una posici¨®n de superioridad, sino mirando de igual a igual o incluso desde abajo porque no se critica a la clase baja, sino a la clase media aspiracional. No se critican las condiciones objetivas, sino el quiero y no puedo. Por ejemplo, se critica a quien se va fuer¨ªsima de la ciudad para pensar que viviendo en un adosado con piscina compartida goza de un estatus distinto¡±.
En las novelas de la escritora Elisa Victoria como El evangelio u Otaberra, la mirada sobre los personajes de clases populares es siempre comprensiva y compasiva, aunque tambi¨¦n expone sus conflictos, contradicciones y bajezas. ¡°No somos todo decisi¨®n pura. Influye lo que nos ha venido dado, el entorno en el que nos hemos criado y un sistema de premios y castigos impuesto. Es dif¨ªcil saber c¨®mo habr¨ªa sido un ser humano en un contexto que no premiara tanto la competitividad. Escapar de la norma es siempre un desaf¨ªo: te excluyen del grupo, faltan referentes y espacios¡ Mucha gente a la que podemos llamar b¨¢sica no ha tenido la opci¨®n de ser de otra forma porque, o bien no se le ha mostrado otro camino o, si lo ha descubierto, se le ha hecho saber que, de seguirlo, ser¨¢ denostado. En mis libros intento representar el mundo callejero evitando esa mirada cruel y cr¨ªtica que supone decir que la gente es tonta¡±, reflexiona Victoria. ¡°Toda la gente que conozco, y yo la primera, que se ha atrevido a salirse un poco del sistema, hemos sido castigados dolorosamente. Como masa me han hecho da?o y mi piedad es limitada, as¨ª que podr¨ªa pensar que, si tienen tanto valor para violentar y excluir, ahora se lo pueden comer de vuelta. Pero eso acaba en un bucle de odio que no lleva a ning¨²n lado. Quiz¨¢ lo menos problem¨¢tico sea seguir haciendo chistes no como venganza descarnada sino con algo de sorna. Es asunto filos¨®fico delicado¡±.
De las redes a las calles: la charca siempre es m¨¢s r¨¢pida
Durante los noventa, la cr¨ªtica musical era mucho m¨¢s radical que ahora. Ning¨²n redactor quer¨ªa pasar por normie y, para evitarlo, despreciaban sistem¨¢ticamente cualquier propuesta que tuviera ¨¦xito comercial. Blasco da esta tendencia tan inmadura por superada y se?ala: ¡°Distinguir entre alta y baja cultura es propio de la ¨¦poca de instituto. La cr¨ªtica y el mercado tiene el deber de descubrir nuevos grupos, nuevos artistas, nuevos cineastas, pero tambi¨¦n de saber analizar y poner en valor la cultura popular de masas, pues algo tiene el agua cuando la bendicen¡±. Y es que, con la cr¨ªtica cultural en posiciones m¨¢s tolerantes, el debate durante los ¨²ltimos a?os se ha desplazado desde las manifestaciones art¨ªsticas m¨¢s o menos prestigiosas hasta los estilos de vida. La masificaci¨®n de Internet ha tenido mucho que ver con ello porque, en entornos virtuales, casi todo (de la prensa a la producci¨®n art¨ªstica) aspira a convertirse en viral, es decir, a la difusi¨®n masiva.
¡°Ahora mismo esta lucha entre frikis (en el buen sentido) y b¨¢sicos dentro de Internet se parece a como era antes y hab¨ªa tensiones en la calle, el recreo o el trabajo¡±, comenta Victoria. ¡°Cuando internet apareci¨® era un poco un refugio, un lugar al que acced¨ªa gente un poco m¨¢s friki, menos normativa o m¨¢s experimental que se relacionaba en un espacio peligroso y con pocas normas, pero tambi¨¦n con una inmensa libertad¡±, recuerda la autora. ¡°Esa libertad todav¨ªa est¨¢ en algunas zonas, pero que est¨¦ tan masificado hace que internet ya no valga tanto la pena. Los peligros de entonces siguen encontr¨¢ndose, pero a una escala enorme; y me da pena ver c¨®mo se ha masificado y se ha vuelto tan violento como el exterior. Podr¨ªa ser un bar guay en el que, de pronto, cuando llega todo el mundo, el ambiente deja de ser interesante¡±, lamenta.
La cuesti¨®n de internet tambi¨¦n preocupa mucho a Yef¨ªmovich, que a?ade: ¡°Creo que no es tanto la llegada masiva de gente como la privatizaci¨®n y la centralizaci¨®n de los espacios. Internet ya no es una plaza p¨²blica, como se dec¨ªa, sino que se ha transformado en distintos centros comerciales. El libro de Marta G. Franco, Las redes son nuestras, desarrolla esta idea, contra la que tambi¨¦n lucha el colectivo Pantube¡±.
As¨ª que el neocu?adismo, se llame como se llame, se extiende por todas partes, tanto dentro como fuera de las redes. Para terminar, Blasco ayuda a seguir defini¨¦ndolo mediante m¨¢s ejemplos: ¡°ir al gimnasio y llamarlo el templo, hacer crossfit y burpees, arreglarte la barba en una barber¨ªa, decir me renta, coger un reservado con cachimba¡ Las luces de Navidad en absoluto, porque son infancia perdida y herida abierta¡±. Por m¨¢s que muchas de esas cosas solo sean decisiones de consumo, est¨¢ claro que bajo la ¡°cuesti¨®n cu?ada¡± late una tensi¨®n mucho profunda que tiene que ver con la norma y la disidencia. Quiz¨¢ por eso sea complicado encontrar b¨¢sicos entre los homosexuales, aunque muchos s¨ª hablan de lo homonormativo como un nuevo terreno abonado para el colectivo LGTB que no muestra demasiada curiosidad por lo que no sea mainstream. Pero Blasco no est¨¢ de acuerdo: ¡°Salvo por el que pretende pasar por heterosexual neoliberal, un homosexual jam¨¢s podr¨¢ ser b¨¢sico, pues ha sobrevivido en el recreo desarrollando iron¨ªa y sarcasmo mientras los dem¨¢s jugaban al futbol. Incluso cuando vamos a Disneyworld, lo hacemos desde otro lugar¡±.
Desde vivencias m¨¢s relacionadas con la clase, Victoria s¨ª que cree que todos tenemos una parte b¨¢sica y est¨¢ descubriendo que, con la edad, cada vez se aferra m¨¢s ¡°a peque?as satisfacciones que no son nada elevadas¡±: ¡°Sigo siendo capaz de pasar horas en un centro comercial, porque me he criado en el mundo y en la clase en que me he criado y he aprendido a transitar esas diversiones que, adem¨¢s, tienen un encanto indudable¡±, admite. Puede que no haya cu?ados, b¨¢sicos, normies o NPCs, sino actitudes que lo son; y de esas nadie se libra. Como cantan Los Punsetes en Una persona sospechosa: ¡®no eres de fiar si no haces algo mal¡±.
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