Las maletas
Muchos ciudadanos que han soportado la corrupci¨®n volver¨¢n a poner con su voto a esos pol¨ªticos delincuentes en la cabina de mando
En un nav¨ªo o en un avi¨®n es la m¨¢quina la que impone las reglas y los pilotos, timoneles, sobrecargos y el resto de la tripulaci¨®n est¨¢n para servirla. Fuera del avi¨®n solo existe el vac¨ªo; fuera del nav¨ªo solo est¨¢ el abismo. Puede que durante el vuelo se produzcan grandes turbulencias hasta el punto que caigan las maletas sobre la cabeza de los pasajeros; puede que durante la traves¨ªa se levante un fuerte temporal que amenace con un corrimiento de carga. En casos de grave emergencia no hay forma de solucionar el problema si no es desde dentro por la propia tripulaci¨®n. Sucede lo mismo en el sistema econ¨®mico y pol¨ªtico en el que navegamos sin escapatoria, unos en primera, otros en turista, unos en camarote de lujo, otros como esclavos en galeras. Los problemas hay que resolverlos desde el propio sistema, pero en este caso los pasajeros tenemos derecho a exigir, aparte de que los pol¨ªticos sepan manejar las m¨¢quinas, que no nos pulan el equipaje. Es lo que ha sucedido. Mientras la crisis econ¨®mica zarandeaba el sistema con peligro inminente de estrellarlo contra los Alpes o de mandarlo al fondo del mar, gran parte de la tripulaci¨®n del Gobierno en el poder ha aprovechado la zozobra para desvalijar a los pasajeros y llevarse la caja. Pero el espect¨¢culo obsceno se presenta ahora. Como si no hubiera pasado nada, muchos ciudadanos que han soportado la corrupci¨®n volver¨¢n a poner con su voto a esos pol¨ªticos delincuentes en la cabina de mando. En nuestro sistema democr¨¢tico la m¨¢quina manda, aunque no necesariamente debe imponer el destino. Puede que con el cambio de tripulaci¨®n cambie tambi¨¦n el rumbo del pa¨ªs y, si bien no es f¨¢cil que fructifique una ilusi¨®n colectiva de regeneraci¨®n, no creo que sea mucho pedir que durante este nuevo viaje los pol¨ªticos salidos de las urnas al menos esta vez no nos roben las maletas.
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