Sierra Leona, ?y ahora qu¨¦?
La autora ha vuelto para reabrir el hospital de St. John of God, que pas¨® dos cuarentenas, y destaca el cambio en h¨¢bitos de la poblaci¨®n tras el ¨¦bola: todos mantienen las distancias.
Al llegar a Sierra Leona, lo primero que te sorprende es el cambio social que ha experimentado la poblaci¨®n, lo percibes nada m¨¢s llegar. Todo el mundo se mantiene a distancia, empezando por los trabajadores del aeropuerto, pero todos lo han aprendido, incluso los ni?os en la calle que, como siempre, te llaman: ¡°Opoto, Opoto¡±. Pero ahora es diferente, se mantienen a un metro y medio y te saludan agitando las manos. Este cambio se hace de verdad patente, cuando ves por primera vez a tus amigos, compa?eros de hace muchos a?os, y ellos tambi¨¦n te saludan a distancia, sin la efusividad de los abrazos, ni apret¨®n de manos, s¨®lo una discreta inclinaci¨®n de la cabeza, o las manos agitadas en el aire, como mucho, los m¨¢s atrevidos, te acercan el codo insinuando un roce. Eso s¨ª, una o muchas palabras amables, agradecen que llegues a su pa¨ªs. La mirada es viva, pero transmite sufrimiento. A los m¨¢s cercanos te atreves a preguntar, han sufrido, han perdido amigos, familiares y han pensado en muchas ocasiones cu¨¢ndo les iba a tocar a ellos.
Muchos habitantes de Sierra Leona asociaron el ¨¦bola a la brujer¨ªa o a un castigo por alguna falta realizada. Conozco a personas convencidas que los primeros contagiados en nuestro hospital lo fueron porque hab¨ªan participado en un robo. Estas convicciones hicieron que la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n no tomara precauciones, o al menos no las necesarias, lo que agrav¨® la transmisi¨®n. Tambi¨¦n muchas personas, por sus creencias muy arraigadas, han seguido participado en los ritos f¨²nebres de los muertos por el virus, tocando tranquilamente el cuerpo del difunto, contagi¨¢ndose con facilidad. Ha sido necesario prohibir parte de los ritos, crear equipos especializados para enterramientos seguros, tomar muestras de todos los muertos conocidos para confirmar la causa. Todo esto ha sido socialmente muy dif¨ªcil y para algunos ha representado un shock. Para los sierraleoneses, igual que para otros pueblos africanos, no celebrar los ritos f¨²nebres supone un verdadero trauma; el ¨¦bola les impide tambi¨¦n llorar la muerte como quisieran.
Las relaciones humanas han cambiado, como otras tantas cosas: se ha frenado la econom¨ªa del pa¨ªs, los hospitales, los centros de salud y las escuelas cerraron, y ahora lentamente, con prudencia y mucho respeto, se intenta restablecer algunos de ellos. Es necesario, adem¨¢s, convencer a la poblaci¨®n de que el uso de los servicios de salud es seguro y absolutamente necesario.
Muchas pruebas hospitalarias est¨¢n paralizadas para evitar el contagio del virus, lo que repercute en el aumento de otras enfermedades
En Masimara, un ¨¢rea del distrito de Port Loko, los l¨ªderes de comunidad, las parteras tradicionales, los trabajadores sociales, los trabajadores de salud y sobre todo la poblaci¨®n est¨¢n de acuerdo y aceptan a un equipo m¨®vil, que con una furgoneta se desplaza por carreteras de tierra, casi ni caminos, de villa en villa y dan apoyo nutricional a las familias, restablecen las vacunaciones, localizan a las mujeres embarazadas, identifican los partos que no evolucionan y detectan enfermos graves. Cuentan con la ayuda de voluntarios de la propia poblaci¨®n entrenados para ello. En estos outreach se descubren historias dolorosas, como la de Genet, de s¨®lo 13 a?os. Cuando un trabajador voluntario avis¨® al equipo m¨®vil, Genet llevaba m¨¢s de dos d¨ªas de parto en su casa, hab¨ªa perdido pr¨¢cticamente todo el l¨ªquido amni¨®tico, estaba agotada y empezaba a tener fiebre. La llevamos al hospital todo lo r¨¢pido que la carretera nos permiti¨® e intentamos cuanto fue posible. Antes de entrar en la maternidad, Genet me cogi¨® la mano desde la camilla y me mir¨® asustada, su rostro era a la vez de miedo y de sorpresa, parec¨ªa no entender nada de lo que estaba pasando. Pr¨¢cticamente sin haber empezado la adolescencia, esa ni?a dejaba la infancia atr¨¢s y de forma dolorosa descubr¨ªa con terror lo que era ser mujer. Fue imposible conseguir que su reci¨¦n nacido respirara espont¨¢neamente, ni siquiera hizo movimiento alguno; solo el latido de su coraz¨®n nos anim¨® a seguir con aquella reanimaci¨®n, cuyo final sospech¨¢bamos todos los que est¨¢bamos all¨ª. Genet salv¨® su vida, se recuper¨® y tratamos su anemia, podr¨¢ tener otros hijos, aunque espero que antes de eso pasen unos a?os y pueda acabar la escuela. Este mes se han reabierto las escuelas en Sierra Leona despu¨¦s de m¨¢s de nueve meses, pero las ni?as-adolescentes embarazadas tienen prohibido asistir.
Los partos domiciliarios han aumentado mucho desde el inicio de la epidemia, lo que se ha hecho m¨¢s patente al reabrir el hospital. Casi a diario llegan una madre o una pareja con su hijo nacido d¨ªas, o alguna semana antes, con infecciones graves en la sangre, sepsis tard¨ªas, y es tremendamente dif¨ªcil salvar las vidas de estos neonatos. No se tienen datos actualizados de la mortalidad materna y neonatal, pero sabemos que ha aumentado durante la crisis y no por causa directa del ¨¦bola.
Las relaciones humanas han cambiado, como otras tantas cosas: se ha frenado la econom¨ªa del pa¨ªs, los hospitales, los centros de salud y las escuelas cerraron
En la reapertura del hospital nos rencontramos con ni?os con malaria, anemia, malnutrici¨®n, infecciones respiratorias, diarreas¡. E incluso hemos ingresado casos de sarampi¨®n. Las vacunaciones sistem¨¢ticas se detuvieron hace cerca de un a?o. Las medidas diagn¨®sticas est¨¢n limitadas para evitar la transmisi¨®n del virus; el triaje a la entrada es estricto para identificar los casos sospechosos y referirlos al Centro Internacional de ?bola. Pero aun as¨ª, el sistema no es infalible y trabajamos como si todos los enfermos que vemos pudieran tener ¨¦bola, con lavado de manos con agua clorada, inmersi¨®n de nuestro calzado en la batea tambi¨¦n con agua clorada y con prendas de protecci¨®n personal (bata, doble guante, gorro, mascarilla, y en caso de los enfermos clasificados h¨²medos (v¨®mitos, diarrea, sangrado), con visera transparente protegiendo el rostro. Las pruebas de laboratorio tambi¨¦n est¨¢n restringidas, no se puede manipular l¨ªquidos biol¨®gicos por el riesgo que representa, el hospital ya ha tenido que cerrar en dos ocasiones y pasar dos cuarentenas. Esto significa que s¨®lo es posible realizar test r¨¢pidos con una gota de sangre que sobre una tira lee una m¨¢quina sin riesgo para el sanitario, o sea test r¨¢pido para malaria, glucosa y hemoglobina, nada m¨¢s.
Los casos de malaria con alta parasitemia siguen llegando al centro, en ocasiones habiendo pasado antes por el traditional healer, lo que hace que confundamos los s¨ªntomas y signos, con otros propios del envenenamiento, que provoca gastritis hemorr¨¢gicas y otra cl¨ªnica peor. La malaria es devastadora, sobre todo en ni?os, y si su diagn¨®stico se realiza tarde, suele ser fatal. Esta es un ¨¢rea afectada por muchos a?os de lucha pol¨ªtica y conflictos que deterioraron mucho la salud y el desarrollo de servicios sanitarios, por lo que las medidas implementadas en otros lugares para frenar la malaria se iniciaron aqu¨ª lentamente y con retraso, y han sido interrumpidas por el cierre de las estructuras sanitarias, cosa que hacer prever un aumento de la transmisi¨®n y de la mortalidad.
La poblaci¨®n de Sierra Leona ha reaccionado y poco a poco se han adoptado cambios con una gran repercusi¨®n. Siguen, eso s¨ª, expresando sus emociones cantando y parece que as¨ª recuperen la alegr¨ªa perdida, pero si te fijas en sus miradas, se transparentan la tristeza y la soledad. Con sufrimiento, ellos se han adaptado y han establecido una respuesta a la epidemia. Ahora nosotros, la comunidad internacional, debemos responder al gran reto que tenemos delante y contribuir, no s¨®lo a detener completamente la epidemia de ¨¦bola, sino a reconstruir su sistema de salud y a reforzarlo para que llegue a ser capaz de prever y controlar infecciones, entre ellas la malaria. Es una responsabilidad de todos.
Victoria Fumad¨® es Directora t¨¦cnica de la fundaci¨®n ?frica Viva, investigadora adscrita a la Iniciativa de Salud Materna, Infantil y Reproductiva de ISGlobal y responsable de la Unidad de Enfermedades Infecciosas e Importadas del Servicio de Pediatr¨ªa del Hospital Universitario Sant Joan de D¨¦u.
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