Ciudadanos y Podemos, los partidos que no quer¨ªan gobernar
Es leg¨ªtimo preguntarse si la ¡°nueva pol¨ªtica¡±, de la que presumen las formaciones emergentes, mejorar¨¢ la democracia o nos sumergiremos en una inestabilidad de la que surja el deseo de Gobiernos fuertes
La funci¨®n primordial de las elecciones es producir gobierno. Y si no lo logran, entonces hay que darlas por fracasadas y volver a convocarlas. Esta obviedad, esencial para la vida democr¨¢tica, parece ser, sin embargo, una verdad inc¨®moda para las nuevas fuerzas pol¨ªticas que se est¨¢n asomando al tablero pol¨ªtico espa?ol. Observando la actitud adoptada tanto por Ciudadanos como por Podemos tras las elecciones andaluzas respecto a las votaciones de investidura, los posibles pactos parlamentarios o la eventual formaci¨®n de Gobiernos de coalici¨®n, es leg¨ªtimo preguntarse si la ¡°nueva pol¨ªtica¡±, como gustan de presumir estas formaciones, realmente supondr¨¢ una mejora para la calidad de la democracia y, por extensi¨®n, para la ciudadan¨ªa o si, por el contrario, nos sumergiremos en una ¨¦poca de inestabilidad y turbulencia de la cual muy probablemente acabar¨¢ emergiendo un deseo un¨¢nime de Gobiernos fuertes y elecciones mayoritarias con ganadores y perdedores claros.
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Conviene por eso recordar, dado que en las pr¨®ximas semanas habr¨¢ que tomar decenas de decisiones similares en un gran n¨²mero de corporaciones locales y Parlamentos auton¨®micos, que, transcurridas las elecciones, el deber de todo partido que ha pedido el voto a la ciudadan¨ªa es intentar formar Gobierno o estar en ¨¦l. No con el objetivo de ¡°repartirse puestos¡±, como torpemente denigran la pol¨ªtica quienes reci¨¦n est¨¢n llegando a ella, sino con el objetivo de maximizar su capacidad de devolver a sus votantes pol¨ªticas que satisfagan sus intereses y necesidades. No vale por tanto alegar, como dicen, que ¡°s¨®lo nos preocupa la corrupci¨®n¡± y que ¡°vigilaremos desde el Parlamento¡±, ya que ese papel, controlar a los Gobiernos, es el que, gracias a la separaci¨®n de poderes, la democracia reserva en cualquier caso a los perdedores de unas elecciones.
Si Ciudadanos o Podemos, adem¨¢s de organizar la protesta y la indignaci¨®n ciudadana, realmente quieren limpiar las instituciones de corrupci¨®n, a lo que deber¨ªan aspirar es a la consejer¨ªa, concejal¨ªa o Delegaci¨®n de Hacienda de todo Ayuntamiento, comunidad aut¨®noma o Diputaci¨®n Provincial, pues es en la nula transparencia y mala gesti¨®n de casi todas ellas donde anida el mal de la corrupci¨®n en nuestro pa¨ªs, sist¨¦mico, por lo que vemos, en todo lo relativo a la contrataci¨®n p¨²blica. Y si les preocupa el desempleo, la educaci¨®n o la desigualdad, lo mismo se aplica respecto a las consejer¨ªas de Empleo o Educaci¨®n: ?desde d¨®nde mejor que desde all¨ª para dise?ar pol¨ªticas activas de empleo y garantizar la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos?
Una vida parlamentaria inmaculada priva a los votantes del instrumento del Poder Ejecutivo
Ingenuidad democr¨¢tica o tacticismo ante las pr¨®ximas elecciones, el resultado de este aparente rechazo a gobernar y de esta preferencia por una vida parlamentaria inmaculada es el mismo: privar a los votantes de ese instrumento llamado Gobierno esencial para cambiar las cosas a mejor. Por tanto, ante los plenos de investidura, que voten ¡°s¨ª¡± los que apoyen la formaci¨®n de un Gobierno, que voten ¡°no¡± los que quieran ser la alternativa a ese Gobierno si el que se presenta fracasa y no logra la investidura, y abst¨¦ngase los que ni quieren gobernar ni quieren ser la alternativa. Y, posteriormente, h¨¢ganse coaliciones parlamentarias o de gobierno sobre programas previamente pactados o bien d¨¦jese margen para gobernar en solitario a los mayoritarios que s¨®lo alcancen mayor¨ªas simples. Respetar estas reglas b¨¢sicas traer¨¢ muchos beneficios; ignorarlas nos traer¨¢ inestabilidad.
Espa?a, nos dicen las encuestas, est¨¢ a punto de pasar de pasar de tener un sistema de bipartidismo imperfecto en el cual s¨®lo hab¨ªa dos partidos que pod¨ªan gobernar ¡ªsolos o con apoyos¡ª, a un sistema pluripartidista en el que cualquiera de los cuatro partidos podr¨¢ estar en el Gobierno o en la oposici¨®n. El paso del bipartidismo al pluripartidismo puede ser bueno. Como sabemos, uno de los males de nuestra democracia es que los partidos ganadores son capaces, desde sus mayor¨ªas absolutas, de colonizar aquellas instituciones independientes (el Parlamento, el Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial, la radio y televisi¨®n publica) cuya misi¨®n es precisamente controlar al Gobierno. Sea un fallo de dise?o constitucional o simplemente el resultado de la capacidad de los partidos de retorcer las reglas del juego a su favor, el hecho es que un sistema pluripartidista podr¨ªa tener un efecto regenerador similar, aunque menos robusto, que el de una reforma de esas reglas. Si los partidos emergentes lograran situar las instituciones mencionadas a salvo de los Gobiernos y de sus mayor¨ªas absolutas har¨ªan un gran favor a la democracia, pues, gobernara quien gobernara, el Parlamento podr¨ªa controlar al Gobierno, los jueces ser¨ªan realmente independientes y la televisi¨®n p¨²blica se convertir¨ªa en un instrumento al servicio de la ciudadan¨ªa y no del partido en el Gobierno.
M¨¢s 'Borgen' y menos 'Juegos de tronos', es decir, m¨¢s gobierno y menos oponerse
Sin embargo, la experiencia comparada nos ense?a que los sistemas electorales proporcionales y los Gobiernos de coalici¨®n no necesariamente mejoran la calidad de la democracia. Esto se debe a que ni otorgan mandatos claros a los partidos para que gobiernen un pa¨ªs ni tampoco permiten a los electores castigar a aquellos que han gobernado y apartarlos del poder durante una temporada, pues los Gobiernos perdedores siempre pueden apoyarse en otros partidos para mantenerse en el poder. As¨ª pues, los Gobiernos de coalici¨®n pueden ser un instrumento ¨²til para generar consenso e introducir reformas de largo calado que pasen por encima de las habituales divisiones partidistas en algunos temas clave (el modelo de Estado, el econ¨®mico, el sistema educativo, la pol¨ªtica exterior y de seguridad, entre otras), pero tambi¨¦n el terreno abonado para un mercadeo constante entre fuerzas pol¨ªticas que ambicionen mantenerse en el poder a toda costa dando la espalda a la ciudadan¨ªa y neg¨¢ndose a rendir cuentas por su gesti¨®n.
Mal hacen los nuevos partidos cuando, reproduciendo los vicios de la vieja pol¨ªtica, dicen que s¨®lo gobernar¨¢n si son mayoritarios y pueden hacerlo en solitario. Algunos incluso confiesan sin rubor que su visi¨®n de la pol¨ªtica es la que trasluce en la serie Juego de tronos, donde no hay normas, jueces, parlamentos, derechos, ciudadanos o medios de comunicaci¨®n, s¨®lo una brutal lucha por el poder en la que todo vale. Si la Espa?a posterior al 24-M se tiene que parecer a algo, mejor que lo haga a lo que vemos en Borgen, la serie danesa donde todos los partidos quieren gobernar, con quien sea, antes que estar en la oposici¨®n, para as¨ª beneficiar a sus votantes. ?Son los pol¨ªticos daneses m¨¢s corruptos, mediocres y viles que los nuestros porque gobiernan en coalici¨®n? ?Es Dinamarca un pa¨ªs menos democr¨¢tico que Espa?a? Claramente, no. As¨ª que m¨¢s Borgen y menos Juegos de tronos, es decir, m¨¢s gobernar y menos oponerse.
Jos¨¦ Ignacio Torreblanca es profesor de Ciencia Pol¨ªtica en la UNED.
@jitorreblanca
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