El abec¨¦ del candidato
La ortograf¨ªa y la sintaxis son la ropa que se ponen nuestros argumentos para salir a la calle
?ngel Biaggini aspiraba a la presidencia de Venezuela en 1945 por el Partido Democr¨¢tico Venezolano (PDV), agrupaci¨®n pol¨ªtica de corte progresista. El redactor del diario ?ltimas Noticias Nelson Luis Mart¨ªnez le pidi¨® durante la precampa?a electoral una declaraci¨®n aut¨®grafa como saludo a los lectores, y el candidato le escribi¨® unas amables l¨ªneas.
Pero en el manuscrito cometi¨® un error: puso ¡°entuciasmo¡±, con ce, confundiendo la fon¨¦tica correcta de Am¨¦rica con la escritura incorrecta de cualquier lugar del idioma espa?ol. El peri¨®dico public¨® el texto caligr¨¢fico en primera p¨¢gina, y se organiz¨® un buen esc¨¢ndalo. Enseguida, el ambiente general determin¨® que un presidente deb¨ªa ser una persona culta que no cometiera faltas de ortograf¨ªa, y que Biaggini no pod¨ªa aspirar a la jefatura del Estado. (Carlos Alarico G¨®mez, El poder andino. Editorial CEC. Caracas, 2007. P¨¢gina 226).
Los comentarios en la prensa adquirieron enseguida ciertos tintes hirientes, la gente compuso una guaracha popular titulada La ce de Biaggini y se llegaron a hacer juegos de palabras con ¡°el abec¨¦ del candidato¡±: la A de ?ngel, la B de Biaggini y la C de entuciasmo.
Las dificultades de ese y otros partidos para encontrar aspirantes de prestigio fueron esgrimidas de inmediato por el Ej¨¦rcito para propinar a Venezuela un golpe de Estado que bas¨® su sinraz¨®n en la escasa categor¨ªa de los pol¨ªticos democr¨¢ticos.
Un error lo puede cometer cualquiera, y dos errores tambi¨¦n. ?Qui¨¦n est¨¢ libre de un despiste, de un mal d¨ªa! La prensa suele destacarlos cuando suceden, y salir al paso para que la inconveniencia no se extienda, tal como sucedi¨® hace unos a?os con aquello de los miembros y las miembras (y aun as¨ª ha tenido su reflujo).
Ahora bien, en la vida se nos suele medir en porcentajes. No se juzga igual a quien se equivoca en un 1% de sus decisiones que a quien lo hace en el 60%. Todos erramos alguna vez, pero ciertos pol¨ªticos escriben a menudo con faltas en las redes sociales, y eso debe conducir ya a otro tipo de juicio.
Por ejemplo, la concejal ?de Cultura! de Valencia, Mayr¨¦n Beneyto, anunci¨® hace unas semanas su retirada del cargo con un mensaje en Facebook de 19 l¨ªneas que conten¨ªa 30 faltas de ortograf¨ªa o de sintaxis. Y ah¨ª la proporci¨®n nos parece ya insufrible. No se trataba de errores o despistes, sino de la expresi¨®n de un pensamiento estropeado.
La gram¨¢tica y su aplicaci¨®n adecuada sirven para ordenar las ideas y construirlas de forma m¨¢s inteligible. La ortograf¨ªa y la sintaxis son la ropa que se ponen nuestros argumentos para salir a la calle. Con ella nos observan los dem¨¢s y con ella se hacen una idea de c¨®mo somos.
Llama la atenci¨®n que alguien pueda arg¨¹ir que las prisas y el coraz¨®n le hicieron escribir as¨ª (¡°el coraz¨®n fue m¨¢s r¨¢pido que la cabeza¡±, se excus¨® la concejal). Pero esa misma persona que descuida su aspecto ortogr¨¢fico no habr¨ªa asistido nunca a un estreno en el Palau de la M¨²sica vestida con la ropa de hacer gimnasia, ni explicar¨ªa luego que no le dio tiempo a cambiarse y que se estaba dejando llevar por la prisa y por su coraz¨®n de deportista. Todav¨ªa la imagen f¨ªsica provoca m¨¢s preocupaci¨®n y despierta mayor inter¨¦s que el ropaje intelectual.
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