La Catalu?a rota de Artur Mas
La catalana es una comunidad abstencionista dividida en tres variables:la territorial, la ling¨¹¨ªstica e identitaria, y la socioecon¨®mica. Los resultados confirman una fractura inservible para el secesionismo
Una posible lectura de las elecciones municipales en Catalu?a es que los partidos secesionistas han logrado amplias mayor¨ªas en m¨¢s del 70% de los Consistorios. Lo proclaman los m¨¢s convencidos apologetas del ¡°proceso¡±. En realidad, era bastante previsible atendiendo a los resultados de hace cuatro a?os y al hecho de que esta vez en muchos pueblos solo hab¨ªa candidaturas soberanistas debido a la debilidad del PSC y PP, sin que tampoco C¡¯s los sustituya. Ahora bien, esta cifra tan abultada de municipios, por encima de 700 sobre 947, representa tan solo al 25% de la poblaci¨®n. Por eso, la lectura del 24 de mayo deber¨ªa incidir en otro an¨¢lisis m¨¢s a fondo de la realidad catalana desde que se desat¨® la tensi¨®n soberanista en 2012, y que confirma la triple rotura que evidenci¨® la pseudoconsulta soberanista del pasado 9 de noviembre. Tenemos una Catalu?a dividida en tres variables: la territorial, la ling¨¹¨ªstica e identitaria, y la socioecon¨®mica. Todas convergen en otro elemento que las unifica en t¨¦rminos electorales: Catalu?a es una comunidad abstencionista, sobre todo lo es all¨ª donde vive el 75% de la poblaci¨®n, en el litoral y las zonas metropolitanas de Barcelona y Tarragona. En efecto, tanto en las elecciones municipales como en las auton¨®micas se mantiene un diferencial negativo de participaci¨®n considerable respecto a la Catalu?a del otro 25%, justamente donde CiU, ERC y CUP han obtenido mayor¨ªas claras el pasado 24 de mayo. Seg¨²n el estudio Catalanes, secesionismo y participaci¨®n electoral,elaborado por los catedr¨¢ticos de estad¨ªstica Albert Satorra y Josep M. Oller y la polit¨®loga Montserrat Baras, por encargo de Societat Civil Catalana, este diferencial en las ¨²ltimas auton¨®micas fue del 5,8%, y en las municipales de 2011 del 8,4%. Aunque el pasado 24-M se redujo bastante, se mantiene una brecha considerable. Curiosamente, la participaci¨®n es m¨¢s alta y homog¨¦nea entre ambas Catalu?as en las elecciones generales, lo cual nos interroga sobre el desapego de una parte de los catalanes hacia sus propias instituciones.
La triple fractura se puso de manifiesto con claridad el pasado 9 de noviembre, aunque sorprendentemente haya sido muy poco analizada. En cuanto a la participaci¨®n, la afluencia solo alcanz¨® el 50% del censo en la Catalu?a interior, llegando a superar en algunas comarcas y poblaciones el 60%. Por el contrario, en el litoral no fue m¨¢s all¨¢ del 30%, y en muchos municipios metropolitanos se qued¨® muy por debajo del 20%. En la primera Catalu?a, el voto s¨ª-s¨ª, netamente secesionista, alcanz¨® el 48,4% del censo (incluyendo a mayores de 16 a?os y extranjeros residentes). En la demogr¨¢ficamente mayoritaria no fue m¨¢s all¨¢ del 27%. Una diferencia de 21 puntos que refleja tanto la escisi¨®n territorial como el hecho de que el secesionismo tiene su base natural en el nacionalismo identitario de las comarcas interiores.
El segundo elemento de fractura es el ling¨¹¨ªstico. All¨¢ donde el castellano es la lengua de uso habitual (en la regi¨®n metropolitana, el Pened¨¨s y ¨¢rea de Tarragona), la participaci¨®n fue baja. Si cruzamos los mapas del 9-N con la ¨²ltima encuesta ling¨¹¨ªstica (2013) y los diversos estudios sobre sentimiento de pertenencia, observamos una Catalu?a dual. Los que se sienten m¨¢s catalanes que espa?oles, o solo catalanes, son mayoritariamente independentistas, mientras que los que comparten catalanidad y espa?olidad son refractarios al secesionismo. Lengua y origen son factores claves para entender que estamos ante una pulsi¨®n de base identitaria que intenta saltar el muro de los sentimientos plurales de pertenencia apelando a una promesa de bienestar social, que se viste incluso con un ropaje de izquierdas, aunque por ahora tenga poco ¨¦xito en la Catalu?a que se expresa mayoritariamente en castellano y con or¨ªgenes en otras partes de Espa?a.
Finalmente, hay otro dato del que apenas se habla, el socioecon¨®mico, que nos brinda algunas pistas sobre la aut¨¦ntica alianza de clases que hay tras la pulsi¨®n independentista en el marco de la grave crisis social que sufrimos. En el ¨¢rea metropolitana, solo en los barrios y ciudades de clases medio altas hubo una participaci¨®n destacada en la jornada del 9-N. Vale la pena analizar los datos de dos municipios tan pr¨®ximos y al mismo tiempo tan diferentes en su composici¨®n. En un lado, Santa Coloma de Gramenet, municipio de 118.000 habitantes, donde el pasado 24-M el PSC logr¨® mayor¨ªa absoluta, sin que CiU ni ERC obtuvieran representaci¨®n alguna. El nivel de renta es bajo. En otro, Sant Cugat del Vall¨¨s, con 87.000 habitantes, donde CiU revalid¨® una c¨®moda mayor¨ªa, con la CUP como segunda fuerza, frente a la irrelevancia de C¡¯s, PSC y PP. La renta familiar disponible es de las m¨¢s altas de Catalu?a. Pues bien, en el primer municipio la participaci¨®n en la consulta soberanista fue del 17,6%, mientras que en el segundo alcanz¨® casi el 48%. Adem¨¢s, las papeletas a favor del Estado independiente fueron 20 puntos superiores en Sant Cugat (82%) que en Santa Coloma (62%) en relaci¨®n con el total. Si analizamos lo sucedido en la ciudad de Barcelona entre sus diferentes barrios y distritos, observamos un comportamiento muy parecido entre las zonas con rentas altas, como Les Corts o Sarri¨¤-Gervasi, y los distritos populares y de clase trabajadora, como Ciutat Vella, Nou Barris o Sant Mart¨ª. Por eso no es extra?o que la Asamblea Nacional de Catalu?a haya decidido fijar su objetivo para la pr¨®xima Diada en la Meridiana, la entrada a la Barcelona obrera, e incidir m¨¢s en la dimensi¨®n social de la independencia, como desea su nuevo l¨ªder, Jordi S¨¢nchez.
De todo ello se concluye que tras casi tres a?os de tensi¨®n secesionista, Catalu?a aparece visiblemente fracturada entre las comarcas interiores y el litoral metropolitano, y que la rotura se produce igualmente en t¨¦rminos ling¨¹¨ªsticos-identitarios y sociales. En realidad, la tensi¨®n secesionista se puede definir como la respuesta oportunista frente a la crisis de una parte de las clases medio altas urbanas/metropolitanas en alianza con el nacionalismo de la Catalu?a interior. Los resultados de las pasadas municipales nos dejan un escenario pol¨ªticamente muy fragmentado, que se sobrepone a una sociedad cuarteada por esas tres variables. No parece que ahora Artur Mas tenga muchos alicientes para materializar el anuncio de celebrar elecciones el 27-S, que deseaba convertir en plebiscitarias. Si finalmente lo hace, en su decisi¨®n pesar¨¢ m¨¢s el orgullo personal y el peso de su promesa que cualquier otra l¨®gica pol¨ªtica. Porque lo m¨¢s probable es que vaya a encontrarse con la expresi¨®n de una Catalu?a rota, que ni le sirva para lograr la secesi¨®n y puede que ni tan siquiera le alcance para gobernar.
Joaquim Coll es historiador y vicepresidente primero de Societat Civil Catalana.
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