El misterio de Tina Modotti
Ni politizada ¡®femme fatale¡¯ ni tr¨¢gica v¨ªctima del destino: la artista italiana fue una fot¨®grafa excepcional Su amante y mentor, Edward Weston, dej¨® escrito que le gustar¨ªa haber firmado algunas de sus instant¨¢neas. Una exposici¨®n recupera ahora su deslumbrante legado
"Hab¨ªa un caf¨¦ donde sol¨ªan reunirse pol¨ªticos empistolados, toreros, criminales y actrices de vodevil. Pero la persona m¨¢s espectacular de todas era una fot¨®grafa, modelo, cortesana de alto coturno y Mata Hari de la Komintern. Fue la hero¨ªna de un truculento asesinato pol¨ªtico y era lo que supongo se llama una belleza universal¡±.
As¨ª describe el poeta Kenneth Rexroth a Tina Modotti (Italia, 1896-M¨¦xico, 1942) en sus memorias. Seguramente no era el ¨²nico que pensaba que ella era todas esas cosas. En la ¨¦poca en que viv¨ªan ¨Centre una guerra y otra¨C no era frecuente ver a una mujer hermosa y con ideas radicales acerca de casi todo (sexualidad, educaci¨®n, clases sociales, arte) pasearse con desenfado, c¨¢mara en mano, por los c¨ªrculos art¨ªsticos e intelectuales de Ciudad de M¨¦xico, donde la conoci¨® Rexroth, quien, hombre de su tiempo al fin, la llama prostituta, esp¨ªa y hasta conspiradora pol¨ªtica, cabe suponer que en un intento de darle glamour a un personaje que le aterroriza, seg¨²n confiesa, y al que no consigue leer m¨¢s all¨¢ de la superficie.
La figura de Modotti, a la que la Fundaci¨®n Loewe dedica su primera exposici¨®n individual, comisariada por Mar¨ªa Mill¨¢n, en el marco de PhotoEspa?a (del 28 de mayo al 30 de agosto en la tienda de Loewe de Serrano, 26, en Madrid), siempre ha estado rodeada de un halo de misterio. En realidad se sabe poco de su vida, pues, adem¨¢s de sus fotograf¨ªas, no qued¨® mucho m¨¢s rastro de ella que las tres pel¨ªculas mudas en las que particip¨® como actriz a principios de los a?os veinte; el texto donde plasm¨® sus ideas sobre la fotograf¨ªa; las cartas que envi¨® a su maestro, Edward Weston; los testimonios de la gente que la conoci¨®, y un par de sucesos que la prensa de ese tiempo se encarg¨® de ensalzar.
Datos m¨¢s bien escasos, alrededor de los cuales se ha construido una leyenda que suele mostrar a Modotti ya sea como una femme fatale hiperpolitizada o, por el contrario, como una tr¨¢gica v¨ªctima del destino (¡°Pobre chica, qu¨¦ vida m¨¢s tormentosa¡±, anot¨® Weston en su diario). El tipo de material que hace las delicias de un bi¨®grafo. Baste revisar los t¨ªtulos de algunos de los libros que se han escrito sobre ella (Una vida fr¨¢gil, Un cuento de amor y revoluci¨®n, Vivir y morir en M¨¦xico, Una mujer sin pa¨ªs, Una vida en la historia) para darse cuenta de lo f¨¢cil que es caer en la tentaci¨®n de observar a Mo?dotti desde ese ¨¢ngulo donde su fotograf¨ªa sirve para poco m¨¢s que ilustrar los pormenores de su desdichada existencia. Y es que, en efecto, tiene todos los ingredientes de un culebr¨®n: joven italiana de clase obrera que se abri¨® paso, primero en Hollywood y despu¨¦s en la vanguardia art¨ªstica internacional, para luego convertirse en una luchadora social ¡°siempre dispuesta¡±, seg¨²n Pablo Neruda, ¡°a lo que nadie quiere hacer: barrer las oficinas, ir a pie hasta los lugares m¨¢s apartados, pasarse las noches en vela escribiendo cartas o traduciendo art¨ªculos. En la guerra espa?ola fue enfermera para los heridos de la Rep¨²blica¡±.
De clase obrera, se abri¨® paso en Hollywood y en la vanguardia art¨ªstica, y fue una luchadora siempre dispuesta, seg¨²n Neruda, a lo que nadie quer¨ªa hacer
En el camino, adem¨¢s, perdi¨® a dos de sus grandes amores: el poeta y pintor Roubaix de l¡¯Abrie Rich¨¦y, que muri¨® de viruela, y Julio Antonio Mella, revolucionario cubano, balaceado en el centro de Ciudad de M¨¦xico cuando sal¨ªa con Modotti de un mitin. Ella, por si fuera poco, tuvo que sufrir el acoso de la prensa, que la se?al¨® como autora del crimen, supuestamente pasional, y de la polic¨ªa, que registr¨® su departamento y confisc¨® cartas y fotograf¨ªas. Al poco tiempo se la acus¨® nuevamente de ser parte de un complot para asesinar al presidente reci¨¦n electo de M¨¦xico, por lo cual fue detenida y m¨¢s tarde expulsada del pa¨ªs. Despu¨¦s de deambular algunos a?os por Europa, volvi¨® a M¨¦xico, pero solo para morir en sospechosas circunstancias, a los 46 a?os, a bordo de un taxi que la llevaba de regreso a casa. Algunos hablan de una purga comunista. Otros, simplemente, de un infarto.
Sin embargo, nunca ha cabido la menor duda de que fue una artista excepcional. Weston, que tambi¨¦n fue su amante, se dio cuenta de inmediato, y hasta le escribi¨® a un amigo para expresarle su entusiasmo: ¡°Tina ha hecho una foto que me gustar¨ªa poder firmar con mi nombre; eso no me sucede a menudo. Las fotograf¨ªas de Tina no pierden nada en comparaci¨®n con las m¨ªas, expresan lo suyo¡±. Era el comienzo de 1924 y ella hab¨ªa aprendido a usar una c¨¢mara hac¨ªa apenas seis meses. Las fotos que tom¨® entonces se parecen mucho a las de Weston, en parte porque fueron realizadas en los mismos escenarios y reveladas con la misma t¨¦cnica. Pero tambi¨¦n porque hab¨ªa una b¨²squeda com¨²n: la de crear un lenguaje puramente fotogr¨¢fico. En este sentido, la llegada a M¨¦xico fue crucial para ambos, tal vez incluso m¨¢s para Weston, cuya producci¨®n se transform¨® por completo con la aparici¨®n de las primeras im¨¢genes de objetos aislados (por ejemplo, la del juguete mexicano), de las cuales Modotti hizo sus propias versiones (como la famosa toma cerrada de las rosas). Invitados por la revista Mexican Folkways, realizaron una serie de viajes por el interior del pa¨ªs que plasmaron en fotograf¨ªas que habr¨ªan de inspirar al pintor Diego Rivera a decir que ¡°muy pocas expresiones pl¨¢sticas modernas me producen un goce m¨¢s puro y m¨¢s intenso que las muchas obras maestras de Weston y Modotti¡±.
Para ella, sin embargo, M¨¦xico fue decisivo tambi¨¦n por otra raz¨®n: la puso en contacto con una realidad que despert¨® su sentido de la responsabilidad pol¨ªtica. Y eso dio origen al conflicto que m¨¢s la atorment¨® en la vida (m¨¢s que sus amor¨ªos), y que ella expres¨® con toda claridad en una carta que envi¨® a Weston en julio de 1925, cuando ¨¦l se encontraba en California junto a su familia (esposa incluida): ¡°No he sido muy ¡®creativa¡¯, como puedes ver ¨Cmenos de una impresi¨®n al mes¨C. ?Qu¨¦ terrible! [¡] No puedo, como alguna vez me propusiste, ¡®resolver los problemas de mi vida perdi¨¦ndome en los problemas del arte¡¯ [¡] Deber¨ªa haber un equilibrio [pero] en mi caso, la vida lucha en todo momento por el predominio, y el arte, naturalmente, se resiente [¡] en otras palabras, pongo demasiado arte en mi vida y, por tanto, no me queda mucho que dar a mi arte¡±.
Ese fue el verdadero drama de Modotti: la oposici¨®n entre sus ganas de llevar la fotograf¨ªa hasta sus ¨²ltimas consecuencias est¨¦ticas y su necesidad, cada vez m¨¢s apremiante, de participar de alg¨²n modo en la mejor¨ªa del mundo. Anhelo que, por ejemplo, la llev¨® a finales de los a?os veinte a poner su c¨¢mara al servicio de las Escuelas Libres de Agricultura, creadas por el cient¨ªfico e independentista indio Pandurang Khankhoje, que ofrec¨ªan ¡°ense?anza rural y consulta gratuita¡± a los campesinos. Para Modotti la fotograf¨ªa era, por encima de la pintura, el medio id¨®neo para ¡°registrar la vida objetiva en todas sus manifestaciones¡±, y pensaba que si a eso se le a?ad¨ªa ¡°sensibilidad y comprensi¨®n del asunto y, sobre todo, una clara orientaci¨®n del lugar que debe tomar en el campo del desenvolvimiento hist¨®rico¡±, el resultado ser¨ªa ¡°digno de ocupar un puesto en la producci¨®n social¡±. Sus fotos del proyecto de Khankhoje pueden contarse entre los ejercicios m¨¢s tempranos de fotorreportaje social.
El problema era que a Modotti le importaba demasiado la fotograf¨ªa como para seguir con su vida de activista y que las im¨¢genes no fueran m¨¢s que un medio de subsistencia ¨Ccada vez las requer¨ªan m¨¢s en peri¨®dicos y revistas¨C. Prefer¨ªa no sacar ninguna foto antes que sacrificar la calidad, que tanto valoraba.
De Weston hab¨ªa aprendido no solo la t¨¦cnica, tambi¨¦n su visi¨®n de la fotograf¨ªa, ubicada en las ant¨ªpodas del pictorialismo dominante de la ¨¦poca. El fot¨®grafo, pensaba Weston, deb¨ªa dejar atr¨¢s los vanos intentos de copiar a la pintura para producir im¨¢genes honestas, sin trucos. Eso que hac¨ªa proclamar a Siqueiros que ¡°Weston y Modotti crean Verdadera Belleza Fotogr¨¢fica [pues] las cualidades materiales de las cosas y objetos que retratan no podr¨ªan ser m¨¢s Exactas: lo que es ¨¢spero es ¨¢spero; lo que es liso es liso; lo que es carne est¨¢ vivo¡±. Pero Modotti no solo se sum¨® a la batalla ¡°contra los miopes, que siguen mirando a este siglo XX con ojos del siglo XVIII y que, por tanto, son incapaces de aceptar las manifestaciones de nuestra civilizaci¨®n mec¨¢nica¡±; la llev¨® m¨¢s lejos. Para ella la fotograf¨ªa se volvi¨® un arma. Weston, en cambio, sigui¨® produciendo im¨¢genes fotogr¨¢ficas puras. Fue casi como si hubieran decidido moverse en sentidos opuestos: mientras Weston iba cada vez m¨¢s adentro, acerc¨¢ndose a los objetos hasta casi volverlos irreconocibles, Modotti abr¨ªa m¨¢s y m¨¢s el plano para captar escenas que hablaban del presente (Manifestaci¨®n de trabajadores, de 1926, es un buen ejemplo). Es decir, que abandon¨® el estudio y sali¨® a la calle, a los barrios bajos de la ciudad, donde descubri¨®, a decir de su amigo Carleton Beals, ¡°a tipos tan terribles en sus miserias que alcanzan las exageraciones de Miguel ?ngel¡±.
Beals lamentaba que Modotti, que era ¡°espl¨¦ndida en la naturaleza muerta, los retratos y los detalles arquitect¨®nicos¡±, se hubiera comprometido socialmente. Pero entend¨ªa que ¡°las cualidades movedizas de la vida la atra¨ªan mucho m¨¢s que los estudios est¨¢ticos¡±. A esto se sumaba un deseo de alcanzar un p¨²blico mayor, por eso prefer¨ªa la ¡°instant¨¢nea¡± a las ¡°perfectas impresiones con platino para ricos coleccionistas¡±. Y con el tiempo, ni eso: el problema de la vida y el arte se resolvi¨® al irse de M¨¦xico. Intent¨® registrar la nueva realidad que se le presentaba, pero ninguno fue tan poderoso como las im¨¢genes que hizo all¨¢. Tal vez supo entonces que su carrera de fot¨®grafa hab¨ªa llegado a su fin. Seg¨²n Neruda, incluso arroj¨® al r¨ªo Moscova su c¨¢mara Graflex, ¡°y se jur¨® a s¨ª misma consagrar su vida a las m¨¢s humildes tareas del partido comunista¡±. O tal vez pens¨® que alg¨²n d¨ªa volver¨ªa a tener sentido hacer fotos. Cuenta la leyenda que de vuelta en M¨¦xico sac¨® algunas que se perdieron. C¨®mo saberlo. La ¨²ltima imagen conocida, curiosamente, est¨¢ tomada desde un barco. Quiz¨¢ despu¨¦s lanzara la c¨¢mara al agua.
Tina Modotti. Comisariada por Mar¨ªa Mill¨¢n. Hasta el 30 de agosto en la tienda Loewe de Serrano, 26, Madrid.
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