Una segunda mirada

?La noche electoral, o al d¨ªa siguiente, quien interpreta los resultados puede caer en una muy habitual tentaci¨®n: limitarse a sumar esca?os. Pueden ser los esca?os de un mismo partido, para ver qui¨¦n ha ganado, o de un partido con sus afines, para intentar saber los posibles pactos para formar gobierno. Pero sumar esca?os a veces no es suficiente para comprender lo sucedido e, incluso puede contribuir a malinterpretarlo, especialmente en elecciones tan fragmentadas como son las locales o las auton¨®micas de anteayer. En ocasiones, los aparentes ganadores que reflejan estas simples sumas no lo son tanto y los perdedores tampoco; es preciso, pues, matizar. Esta necesidad de matizar se hace m¨¢s imprescindible que nunca a luz de los resultados del domingo.

Una primera mirada nos lleva a tres conclusiones. Primera, los partidos mayoritarios est¨¢n tocados pero no hundidos y los emergentes irrumpen con mucha fuerza pero no arrasan. De ah¨ª deducimos que ha habido un cambio muy sustancial en el sistema de partidos; probablemente estamos pasando de un bipartidismo imperfecto a un cuatripartidismo con dos partidos a¨²n dominantes pero en un cierto declive. Segunda, los votantes han dado un claro giro a la izquierda, m¨¢s all¨¢ incluso de lo que reflejan los sondeos sobre la ideolog¨ªa de los espa?oles en el eje conservadores/progresistas. Tercera, se ha pasado de un sistema en el que abundaban mayor¨ªas absolutas a otro en el que tienden casi a desaparecer. Ello conduce a la necesidad de pactos para asegurar la gobernabilidad.

Todo esto en una primera mirada. Pero una segunda, de m¨¢s largo alcance, nos lleva a matizar. Vamos a ello.

En primer lugar, es cierto que se est¨¢ dando un cambio en el sistema de partidos, no solo por el retroceso del porcentaje de voto a los dos mayoritarios sumados, sino porque Ciudadanos y Podemos est¨¢n alcanzando listones a los que nunca hab¨ªan llegado antes UPyD e IU y, por lo que parece, a¨²n no han tocado techo. Ello parece ser especialmente cierto en el caso de Podemos, que, con toda probabilidad, ha obtenido las alcald¨ªas de Madrid y Barcelona, dos s¨ªmbolos muy importantes. Pero no hay que olvidar que las candidatas a estas alcald¨ªas no nacen de Podemos mismo sino, en el caso de Manuela Carmena, del antiguo PC, y en el de Ada Colau, de un movimiento social muy popular al enfrentarse al drama del impago de hipotecas. Adem¨¢s, ambas tienen una fuerte personalidad, son muy aut¨¦nticas en s¨ª mismas, lo han demostrado a lo largo de su vida y en campa?a electoral. ?Cu¨¢nto ha influido Podemos en este extraordinario resultado y cu¨¢nto ha influido el carisma de las candidatas? Est¨¢ por ver.

La socialdemocracia del PSOE y la de los partidos populistas son dos tipos de izquierda distintos

En segundo lugar, es cierto que los votantes han dado un claro giro a la izquierda. Pero ?a qu¨¦ izquierda? Si sumamos los resultados de PSOE y Podemos ¡ªeste en sus variadas formas¡ª y los englobamos en el t¨¦rmino gen¨¦rico izquierda, el giro es claro. M¨¢s a¨²n si les a?adimos las variantes del nacionalismo de izquierdas de Catalu?a, Pa¨ªs Vasco, Galicia, Valencia y Baleares. La suma da un resultado apabullante. Pero ?es homologable la socialdemocracia m¨¢s o menos cl¨¢sica del PSOE con la de los dem¨¢s partidos, todos ellos de corte populista, tanto Podemos como los nacionalistas? Creo que nos encontramos con dos tipos de izquierda muy distintos y no f¨¢cilmente asimilables.

As¨ª como en otros pa¨ªses europeos el populismo es propio de partidos de derechas, en Espa?a lo es de partidos nacionalistas y, recientemente, de Podemos. Nunca IU, incluso en la ¨¦poca de Anguita, pudo ser tachada de populista. Quiz¨¢s por ello el n¨²cleo fundador de Podemos se separ¨® hace unos a?os de esta formaci¨®n. El populismo es m¨¢s una t¨¢ctica y una estrategia para alcanzar el poder que una idea sustancial, un proyecto concreto. ?Cu¨¢nto tiempo puede durar un acuerdo pol¨ªtico entre el PSOE y Podemos?

Ello nos conduce a considerar, en tercer lugar, la necesidad evidente de los pactos de gobernabilidad. Las elecciones tienen dos principales finalidades: primero, representar a los ciudadanos en Ayuntamientos y C¨¢maras parlamentarias; y, segundo, formar Gobiernos. El PP tiene poco margen para los pactos, pero el del PSOE es amplio. Ahora bien, este margen de los socialistas para pactar Gobiernos que ellos encabecen puede ofrecerles m¨¢s de un problema.

Por un lado, muchos votantes socialistas no entender¨ªan, como es natural, que despreciaran los pactos con Podemos o con nacionalistas de izquierda para desalojar al PP del poder, aunque este haya quedado primero, y as¨ª alcanzar el Gobierno de bastantes autonom¨ªas e importantes Ayuntamientos. Pero, por otro lado, en cierta manera entrar en este tipo de pactos puede ser el abrazo del oso para el PSOE. No olvidemos que uno de los objetivos confesados de Podemos es sustituir al PSOE como partido mayoritario de la izquierda.

Hac¨ªa falta este tiempo nuevo en la pol¨ªtica; pero no todo cambio es necesariamente a mejor

La situaci¨®n recuerda, no tanto en los Ayuntamientos como en los Gobiernos aut¨®nomos, el pacto de los socialistas catalanes con Esquerra Republicana, un partido netamente populista, con el objetivo de entronizar a Maragall como presidente de la Generalitat y desplazar de una vez a CiU que hab¨ªa gobernado desde los inicios de la autonom¨ªa. Tambi¨¦n en este caso el PSC hab¨ªa obtenido menos esca?os; pero CiU, sin mayor¨ªa absoluta, no tuvo con qui¨¦n pactar. A la corta, pudo parecer un gran y habilidoso triunfo del PSC; a la larga, ha sumido a este partido en una profunda crisis que a¨²n le mantiene est¨¢ en ca¨ªda libre. Hay diferencias con los previsibles pactos actuales, pero tambi¨¦n hay concomitancias.

Quiz¨¢s el PSOE deber¨ªa sacar consecuencias de esta experiencia: no hay que pactar a la ligera, con quien sea, sin unas muy estrictas condiciones. Sin embargo, dados los resultados electorales, no parecen tener los socialistas m¨¢s opci¨®n que pactar con partidos populistas, Podemos o nacionalistas varios, a menos que no sean entendidos por una buena parte de sus votantes. Pero tambi¨¦n queda el recurso de explicar bien los acuerdos o desacuerdos y, en todo caso, establecer sus l¨ªmites.

Estas elecciones no prefiguran necesariamente lo que suceder¨¢ en las generales de oto?o, pero son el preludio de un tiempo nuevo, como dec¨ªa ayer Jos¨¦ Juan Toharia. Bienvenido este tiempo nuevo en la pol¨ªtica espa?ola, hac¨ªa falta. Ahora bien, no todo cambio es necesariamente a mejor, no apostemos al cambio por cambio, sino que analicemos la situaci¨®n, las posibilidades, las urgencias, los programas. Votemos por sentimientos, ya que es inevitable, pero no descuidemos el voto de la raz¨®n.

Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional

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