Pactar para gobernar

La perspectiva de unas elecciones generales antes de final de a?o no debe convertirse en la causa de un bloqueo de la vida p¨²blica para no comprometer o desgastar las posibilidades de las opciones en juego. Ante todo hay que respetar los resultados de los comicios del 24 de mayo; y es pronto para extraer conclusiones definitivas.

Lo que no admite mucha demora es la constituci¨®n de los nuevos Gobiernos municipales y aut¨®nomos. Como los resultados no han arrojado mayor¨ªas concluyentes, es preciso permitir al ganador de cada ¨¢mbito que lleve a cabo su tarea en minor¨ªa, sin excluir que puedan darse otros pasos en busca de pactos o coaliciones estables.

Tenemos muy reciente el caso del obstruccionismo al que jugaron PP, Podemos y Ciudadanos tras las elecciones de marzo en Andaluc¨ªa. No es ocioso se?alar el mal rendimiento que ha dado al PP haberse negado a dejar gobernar a los socialistas ¡ªlos m¨¢s respaldados por las urnas en Andaluc¨ªa¡ª, vistas las p¨¦rdidas de votos sufridas por esta fuerza en las capitales andaluzas. Cabe preguntarse igualmente qu¨¦ partido ha sacado Ciudadanos de similar negativa respecto a la investidura de Susana D¨ªaz.

Mariano Rajoy hab¨ªa planteado gen¨¦ricamente la soluci¨®n de la lista m¨¢s votada como la m¨¢s adecuada. Lo hizo tiempo atr¨¢s y lo reiter¨® ayer, en su primera comparecencia p¨²blica tras el retroceso electoral del 24 de mayo. Sin embargo, no aclar¨® nada sobre los pactos que necesita su partido para no perder todo el poder auton¨®mico y gran parte del municipal que ten¨ªa. Se limit¨® a recordar el valor de la estabilidad y descart¨® ¡ªsiempre predecible¡ª que tenga previstos cambios en el Gobierno y en el partido. Es verdad que hay que estabilizar el sistema pol¨ªtico sin esperar a que se complete toda la secuencia del ciclo electoral, a finales de a?o; pero hay que decir c¨®mo se piensa abordar ese objetivo.

Mariano Rajoy plantea acuerdos por la estabilidad, sin explicar c¨®mo ni con qui¨¦n piensa abordar sus objetivos

Tampoco se trata de pactar a ciegas. Las partes de cada negociaci¨®n tienen que ense?ar sus cartas y las condiciones de los posibles acuerdos deben ser p¨²blicas, para que los ciudadanos sepan claramente qu¨¦ se pacta y con qui¨¦n. No ser¨ªa aceptable pedir ni entregar cheques en blanco o exigir condiciones intransigentes, contradictorias con la apertura de miras y la renovaci¨®n de procedimientos preconizadas por la ciudadan¨ªa.

La oportunidad es buena para engrasar mecanismos de negociaci¨®n que se encuentran muy oxidados, dada la persistencia de la cultura de mayor¨ªas absolutas dominante en nuestra vida pol¨ªtica, cuyos administradores han cre¨ªdo equiparable a una patente de corso para ahorrarse explicaciones sobre el porqu¨¦ de sus decisiones. No es ese el mensaje de las urnas ni el de las encuestas: lo que teme una mayor¨ªa de espa?oles es que los pol¨ªticos no est¨¦n preparados para la negociaci¨®n entre partidos, como muestra un sondeo reciente de Metroscopia.

Podemos y Ciudadanos han logrado resultados muy estimables, teniendo en cuenta su juventud. La estrategia de la formaci¨®n de Pablo Iglesias le enfrenta al PSOE como competidor principal ¡ªtras haberse engullido gran parte de Izquierda Unida¡ª, lo cual puede llevar a los dirigentes de ambas formaciones a mostrarse muy calculadores sobre pros y contras de apoyarse en algunos ¨¢mbitos. La misma tentaci¨®n pueden albergar Ciudadanos y el PP. De nuevo aparece ah¨ª el peligro de que los c¨¢lculos tacticistas alarguen las soluciones de gobernabilidad.

Las elecciones del domingo pusieron de manifiesto que una parte considerable de los espa?oles est¨¢ impulsando un cambio profundo en este pa¨ªs. Ante unas se?ales tan contundentes, negociar es el modo de respetar la voluntad de los electores para que el cambio votado se refleje en Ayuntamientos y comunidades aut¨®nomas de un modo razonable. Qu¨¦ duda cabe de que Ada Colau tiene todo el derecho a recabar apoyos para ser alcaldesa, lo mismo que Manuela Carmena en Madrid o los partidos ganadores en cada una de las autonom¨ªas.

Por lo dem¨¢s, la pulsi¨®n por el cambio no tiene por qu¨¦ llevar al cuestionamiento del sistema. Las urnas estaban limitadas al ¨¢mbito auton¨®mico y municipal, pero de ellas no emerge un escenario complejo a la italiana, sino un sistema de cuatro partidos pol¨ªticos a escala estatal, m¨¢s las habituales formaciones nacionalistas y otras minor¨ªas, cuya eclosi¨®n se ve favorecida por el hecho mismo de que se trata de elecciones territoriales. No es un mapa muy distinto del que ya exist¨ªa, aunque ofrezca la impresi¨®n de una gran fragmentaci¨®n pol¨ªtica por el hecho de que los dos principales, PP y PSOE, se han debilitado y los dos nuevos, Podemos y Ciudadanos, entran con m¨¢s fuerza de la que ten¨ªan aquellos a los que sustituyen (Izquierda Unida, UPyD).

Nada hay, por lo tanto, que se alce como obst¨¢culo insalvable a la gobernabilidad de las instituciones. Los ¨²nicos impedimentos que deben denunciarse son los que proceden de las tentaciones inmovilistas.