Puerto Rico, una isla rodeada de espejos
El pa¨ªs caribe?o atraviesa monumentales desaf¨ªos de administraci¨®n p¨²blica
El paisaje tropical del Oc¨¦ano Atl¨¢ntico, ese cuerpo de agua al que cantara la pluma de Pedro Salinas, enmarca esta semana una importante reuni¨®n internacional de acad¨¦micos latinoamericanistas en San Juan, al tiempo que Puerto Rico vive cap¨ªtulos desafiantes en su condici¨®n de territorio no incorporado de Estados Unidos. El congreso anual de la Asociaci¨®n de Estudios Latinoamericanos en su edici¨®n 49, convocado bajo el t¨ªtulo ¡°Precariedades, exclusiones, emergencias¡± concita en esta ocasi¨®n especialistas de las disciplinas diversas, mientras la isla caribe?a se juega literalmente su porvenir para remediar compromisos financieros que no puede cumplir y que producen temor a la incertidumbre.
Desde que la isla fuera invadida por Estados Unidos en 1898, en medio de la Guerra Hispano-cubano-norteamericana que redefini¨® los contornos geopol¨ªticos del hemisferio, su devenir ha sido moldeado por el efecto de la tensi¨®n entre fuerzas antag¨®nicas. El primer eje de este tipo fue el militar. La anexi¨®n de la isla respond¨ªa a la necesidad estrat¨¦gica de establecer una base carbonera para la marina estadounidense desde la cual proyectar el nuevo poder¨ªo naval ante Europa y las naciones latinoamericanas emergentes. No fue hasta 1917 que se concedi¨®, mediante legislaci¨®n, la ciudadan¨ªa estadounidense a los residentes de la isla, para reforzar su titularidad sobre la isla y sus habitantes. Llegada la Guerra Fr¨ªa, Puerto Rico era una pieza angular del entramado militar en la regi¨®n, componiendo un tri¨¢ngulo de poder junto a la base de Guant¨¢namo y la zona del Canal de Panam¨¢. El cierre de importantes instalaciones castrenses en la ¨²ltima d¨¦cada y el reenfoque de la pol¨ªtica regional, mengu¨® la prominencia militar de la isla.
El segundo eje fue el industrial. Aprovechando la demanda en el mercado mundial del az¨²car, la isla fue arropada por compa?¨ªas estadounidenses que sembraron de ca?a los litorales en los primeros a?os del siglo XX, constituy¨¦ndose como una importante fuerza para el dominio de la tierra y de la mano de obra, durante las primeras tres d¨¦cadas. El poder de estas empresas era considerable, llegando a dominar la banca, el transporte y la pol¨ªtica partidista, entre otros. Luego de instauradas importantes reformas sociales y econ¨®micas en lo a?os treinta, y superada la Segunda Guerra Mundial, la econom¨ªa de la isla dio un giro fundamental hacia la manufactura, promovida a base de incentivos fiscales a la corporaciones estadounidenses. Si bien se estimul¨® la actividad econ¨®mica local que financi¨® ambiciosos proyectos de infraestructura, este modelo evidenci¨® su desgaste para la d¨¦cada del setenta. Ausente un esp¨ªritu robusto de empresarismo local, los puertorrique?os se tornaron en vez grandes gerentes, limitando con ello los modos de generar nueva riqueza por iniciativa propia.
El capital estimul¨® un crecimiento a base de desarrollos inmobiliarios para turismo, vivienda y comercio sin sustentabilidad a largo plazo
El tercer eje fundamental fue el financiero. De la manufactura se pas¨® a empresas de capital intensivo como las farmac¨¦uticas que, aprovechando nuevas avenidas de exenci¨®n contributiva, convirtieron a Puerto Rico en la sede principal de las fabricaci¨®n de medicinas en el mundo. El capital que se acumul¨® parcialmente en la banca local estimul¨® a su vez un crecimiento a base de desarrollos inmobiliarios para turismo, vivienda y uso comercial, sin consideraciones de viabilidad y sustentabilidad a largo plazo. Cuando el Congreso resolvi¨® acabar con los incentivos contributivos en 1997 la isla se qued¨® sin un modelo de desarrollo econ¨®mico que sustituyera los apetitos acumulados a los largo de un siglo. La ruptura de la burbuja inmobiliaria en 2006 vino a empeorar aun m¨¢s la cr¨ªtica situaci¨®n. Baste con decir que desde 2010 han cerrado cinco bancos comerciales en la isla.
Hoy, Puerto Rico vive un momento cr¨ªtico con una poblaci¨®n decreciente y una deuda p¨²blica que, seg¨²n algunos estimados, ronda los 168.000 millones de d¨®lares. La administraci¨®n de turno ensaya nuevos modos de estimular los recaudos y la actividad econ¨®mica pero sus opciones son muy limitadas. La gran cantidad de propiedades disponibles a descuento, la existencia de mano de obra diestra y los incentivos fiscales intentan en este momento atraer de vuelta a inversionistas internacionales, pero las presiones son enormes. Las d¨¦cadas de dinero f¨¢cil para financiar obra junto a la ineptitud de la clase pol¨ªtica produjo una tormenta perfecta, coronada por la imposibilidad de acogerse a la quiebra. La temida destituci¨®n de bienes p¨²blicos debido al impago, y las consecuencias de un ¨¦xodo poblacional encabezan la agenda. Refiri¨¦ndose a su apoyo a los aumentos en los impuestos, el presidente del Senado Eduardo Bathia afirm¨® que su voto era para evitar que Puerto Rico cayera en manos ajenas. Palabras mayores.
De manera que el c¨®nclave acad¨¦mico de esta semana en San Juan tiene la carta en la mano para indagar sobre los l¨ªmites de la gobernabilidad resultante del ejercicio colonial en Puerto Rico. Precariedades, exclusiones y emergencias son apenas un aperitivo ligero de lo que aguarda m¨¢s tarde en la mesa.
Pedro Reina P¨¦rez es historiador y periodista.Twitter: @pedroreinaperez
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