La nueva cruzada universitaria
Los estudiantes estadounidenses que se movilizan contra las injusticias acaban cayendo en el extremismo. Tienen el fervor ¨¦tico necesario, pero no siempre cuentan con unas filosof¨ªas que les permitan contener su pasi¨®n y sus emociones
Cada generaci¨®n tiene su oportunidad de cambiar el mundo. Hoy, en los campus universitarios de todo Estados Unidos est¨¢ extendi¨¦ndose un movimiento ¨¦tico que trata de poner remedio a siglos de errores hist¨®ricos.
A la cabeza de ese movimiento se encuentran muchas estudiantes que se han visto obligadas a vivir con el legado del sexismo, con la amenaza ¡ªy a veces la experiencia¡ª de la agresi¨®n sexual, junto a muchos otros estudiantes cuyas vidas est¨¢n coartadas por culpa del racismo y la intolerancia y personas que desean garantizar la igualdad de derechos para gais, lesbianas y otros grupos hist¨®ricamente marginados.
Lo que mueve a estos j¨®venes es el noble impulso de querer hacer justicia y sacar a la luz la opresi¨®n existente. Y no solo quieren acabar con la explotaci¨®n y la discriminaci¨®n, sino tambi¨¦n erradicar la atm¨®sfera cultural que consiente ese tipo de cosas. Pretenden controlar las normas sociales para que deje de haber permisividad ante los comentarios hirientes y apoyo t¨¢cito al fanatismo. En cierto sentido, por supuesto, tienen raz¨®n. Las afirmaciones crueles que se hacen dentro de un contexto de normalidad pueden derivar en conductas hostiles en los sectores marginales. Por eso no consentimos que se niegue la existencia del Holocausto.
Otros art¨ªculos del autor
Sin embargo, cuando uno observa c¨®mo se est¨¢ desarrollando este movimiento en las universidades es inevitable ver que en ocasiones se ha convertido en una forma de extremismo. Si leen la p¨¢gina web del grupo FIRE, que defiende la libertad de expresi¨®n en los campus universitarios, si leen el libro de Kirsten Powers The Silencing [El efecto silenciador], si leen el ensayo de Judith Shulevitz In College and Hiding From Scary Ideas [En la universidad, a salvo de las ideas que dan miedo], publicado en el suplemento Sunday Review de The New York Times el 22 de marzo, se encontrar¨¢n con historias de profesores cuyas vidas han quedado arruinadas porque hicieron unos comentarios inocentes; con c¨®digos de lenguaje que reprimen la libertad de expresi¨®n; con reputaciones injustamente destruidas por acusaciones sin base de racismo y sexismo.
La ra¨ªz del problema est¨¢ en que los activistas universitarios poseen el fervor ¨¦tico necesario, pero no siempre cuentan con unas filosof¨ªas establecidas que les permitan contener su pasi¨®n y sus emociones. Las filosof¨ªas establecidas pretenden inculcar (aunque est¨¢ claro que no siempre lo hacen) un sentido de la humildad que sirva de freno, cierta deferencia ante la complejidad y el car¨¢cter polifac¨¦tico de la realidad. Sin embargo, muchos de los activistas actuales no pueden basar sus acciones m¨¢s que en una teor¨ªa social relativamente simple.
De acuerdo con esa teor¨ªa, las l¨ªneas divisorias entre el bien y el mal est¨¢n absolutamente claras. El conflicto esencial es el que se produce entre la pureza traumatizada de la v¨ªctima y la violencia verbal del opresor.
Su combate es noble, pero los activistas cargan tambi¨¦n contra el pensamiento incorrecto
Y de acuerdo con esa teor¨ªa, la autoridad suprema no emana de ninguna verdad dif¨ªcil de entender. Emana de los sentimientos personales de cada individuo. En cuanto una persona percibe que algo le ha causado dolor, o que no est¨¢n de acuerdo con ella, o se siente ¡°insegura¡±, se ha cometido una infracci¨®n. En el ensayo de Shulevitz, una alumna de Brown abandona un debate en la universidad y se resguarda en una habitaci¨®n aislada porque ¡°se sent¨ªa bombardeada por una avalancha de puntos de vista que iban verdaderamente en contra¡± de sus firmes y adoradas convicciones.
Los activistas universitarios de hoy en d¨ªa no luchan solo contra verdaderos actos de discriminaci¨®n, un combate que es admirable. Tambi¨¦n luchan contra el pensamiento incorrecto, contra la irreverencia y la blasfemia. Persiguen a muchas personas solo porque, en su opini¨®n, no muestran la deferencia ni el respeto suficientes hacia las normas que ellos juzgan m¨¢s valiosas. A veces mezclan las ideas con los actos, y consideran que las ideas controvertidas son formas de violencia.
Algunas de las personas que han sido objeto de sus ataques se han mostrado deliberadamente irreverentes. Laura Kipnis es una feminista y profesora de cine en Northwestern University, autora de un provocador ensayo sobre las costumbres sexuales en el campus que se public¨® en febrero. Las autoridades universitarias la acusaron de haber infringido el T¨ªtulo IX (una disposici¨®n que proh¨ªbe la discriminaci¨®n por raz¨®n de sexo en los programas educativos y actividades que reciben financiaci¨®n federal), con el argumento, no probado, de que sus palabras podr¨ªan tener ¡°consecuencias escalofriantes¡± para una persona que tuviera necesidad de denunciar una agresi¨®n sexual.
Otros blancos de esta cruzada, en cambio, lo han sido sin tener ni idea del l¨ªo en el que se estaban metiendo. Un estudiante de George Washington University escribi¨® un ensayo sobre la historia de la esv¨¢stica antes de que la adoptaran los nazis. Un profesor de Brandeis mencion¨® un insulto hist¨®rico contra los hispanos para proceder a continuaci¨®n a criticarlo. La investigadora Wendy Kaminer utiliz¨® la palabra nigger en un acto de antiguos alumnos de Smith College durante un debate que no ten¨ªa nada de racista sobre los eufemismos y la libertad de expresi¨®n.
Para alcanzar la sabidur¨ªa hay que tolerar las diferencias y afrontar verdades inc¨®modas
Todas esas personas fueron objetos de purgas por el simple hecho de atreverse a emplear unas palabras inaceptables en p¨²blico. Seg¨²n cuenta Powers en The Silencing, a Kaminer la acusaron de violencia racial e incitaci¨®n al odio. Al rector de la universidad le pusieron en la picota por haber consentido un ambiente que se hab¨ªa vuelto ¡°hostil¡± e ¡°inseguro¡±.
Nos encontramos en una situaci¨®n en la que los estudiantes, los profesores y los colegas a los que critican han perdido la capacidad de di¨¢logo. Los estudiantes, porque creen que otros no comprenden el trauma al que han sobrevivido; los profesores, porque se sienten v¨ªctimas de una moderna caza de brujas al estilo de Salem. Todo el mundo anda de puntillas.
En las universidades siempre habr¨¢ pasi¨®n y fervor moral. Hoy, quienes estructuran ese fervor buscan ante todo la pureza moral de la v¨ªctima vulnerable. Pero es posible propagar otro fervor ¨¦tico, m¨¢s maduro, construido de acuerdo con el ideal cl¨¢sico del fil¨®sofo experimentado, con el deseo de no escondernos de lo que nos inspira miedo sino hacerle frente, y de saber que en ocasiones, para alcanzar la sabidur¨ªa, es necesario aceptar los sentimientos heridos, tolerar las diferencias y afrontar verdades inc¨®modas.
David Brooks es periodista
? 2015 New York Times News Service
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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