Francisco contra los lobos

La decisi¨®n del papa Francisco de crear un tribunal especial para juzgar a los obispos que encubran casos de pederastia entre sus subordinados merece ser alabada: supone un paso decisivo en la lucha contra los abusos sexuales contra menores en la Iglesia cat¨®lica.

El gran esc¨¢ndalo p¨²blico en el que la instituci¨®n que ahora preside Bergoglio se ha visto envuelta en la ¨²ltima d¨¦cada y media viene tanto de los hechos en s¨ª como del manto de silencio interno que garantizaba la impunidad de los agresores y el desamparo total de las v¨ªctimas. En los testimonios de estas se repite sistem¨¢ticamente c¨®mo sus denuncias fueron deso¨ªdas; y ellas, despreciadas, a veces con el silencio y a veces ¡ªa¨²n peor¡ª con absurdos consejos o amenazas.

Lo que el Papa ha ordenado crear es precisamente una v¨ªa ¡ªtriple y con final en la Congregaci¨®n para la doctrina de la fe, el antiguo Santo Oficio¡ª que garantice que las v¨ªctimas puedan ser escuchadas y que la investigaci¨®n afecte tanto a los autores de los abusos como a los obispos que los encubran. Porque son esos obispos encubridores quienes tienen, despu¨¦s de los abusadores, m¨¢s responsabilidad en los hechos. En una organizaci¨®n tan jerarquizada y vertical como la Iglesia, los prelados cuentan con todo el poder para frenar estas situaciones intolerables.

M¨¢s all¨¢ de las medidas de fuero interno que pueda adoptar la Iglesia, conviene recordar que en los c¨®digos penales de los pa¨ªses democr¨¢ticos el encubrimiento constituye un delito punible. Los encubridores deben responder ante las leyes civiles, independientemente de las sanciones a las que sean sometidos por las organizaciones a las que pertenezcan. Y esto afecta tambi¨¦n a los obispos.

Francisco dijo al comienzo de su pontificado que quer¨ªa pastores que ¡°huelan a oveja¡±. Con esta medida les deja bien claro adem¨¢s que no pueden ser ni siquiera amigos de los lobos.