Pegar al profe
No se sabe qu¨¦ juego es peor; si el virtual de una juventud que pega a los profesores como diversi¨®n o el real de una sociedad que lo hace con su desconsideraci¨®n
Tras el juego de atropellar ancianos, tan divertido, parece que ahora el que va a triunfar entre nuestros j¨®venes es uno que consiste en pegar al profesor, ese enemigo p¨²blico para muchos de ellos y m¨¢s en tiempo de ex¨¢menes como el de estos d¨ªas. Las im¨¢genes que he visto por la televisi¨®n no pueden ser m¨¢s expl¨ªcitas: el alumno le pega al profesor con una silla, le clava unas tijeras en el cuello, se ensa?a con ¨¦l cuando est¨¢ en el suelo¡ Comparado con el de atropellar ancianos, tal vez sea un poco light, pero a buen seguro que tendr¨¢ ¨¦xito.
Sin reparar en el trauma que pueden provocar en nuestros j¨®venes, muchas personas han pedido enseguida la prohibici¨®n del juego, algo dif¨ªcil de conseguir porque la libertad de expresi¨®n ampara su difusi¨®n y, si no, tampoco importa demasiado: la pirater¨ªa ya se encargar¨¢ de que llegue al ¨²ltimo iPad, PC, Mac, smartphone, iPhone, Play Station y dem¨¢s ap¨¦ndices tecnol¨®gicos a los que nuestra poblaci¨®n m¨¢s joven permanece conectada d¨ªa y noche como los enfermos a sus goteros en el hospital. El prestigio del que gozan los piratas inform¨¢ticos no lo han ganado a la loter¨ªa.
Como miembro de una familia de profesores (uno prefiere decir maestros, una palabra que deber¨ªa recuperarse por lo que signific¨® y significa para mucha gente), el cuerpo tambi¨¦n me pide rasgarme las vestiduras y poner el grito en el cielo por lo que parece un paso m¨¢s hacia el envilecimiento de una juventud que, al parecer, ya no respeta ni a los ancianos, ni a sus padres, ni a los profesores; es m¨¢s, que disfruta despreci¨¢ndolos y humill¨¢ndolos, ya sea en sus juegos, ya sea en la realidad. El problema con el que me encuentro es que comparto a¨²n menos las opiniones de los que se escandalizan del jueguecito, entre los que reconozco a muchas personas que llevan culpando a los profesores de todos los problemas de sus hijos y desautoriz¨¢ndolos ante ¨¦stos, que han aprendido a verlos as¨ª como sus enemigos. Que pol¨ªticos que han acusado de vagos y de ignorantes a nuestros profesores, que tertulianos que han opinado de ellos que son unos ego¨ªstas por oponerse a ciertas pol¨ªticas ministeriales de restricci¨®n m¨¢s que por ellos por sus alumnos, que la misma sociedad que los considera unos pobres hombres sin aspiraciones por dedicarse a una actividad tan poco gratificada econ¨®micamente se erijan ahora en sus defensores invita a uno a situarse en la trinchera opuesta. Juego por juego, no s¨¦ cu¨¢l es peor, si el virtual de una juventud que pega a los profesores como diversi¨®n o el real de una sociedad que lo hace de verdad desde hace tiempo con su desconsideraci¨®n.
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