La pipa de Balb¨ªn
Nos hemos familiarizado con los espacios que se nutren del insulto, el despelleje, o el morbo. La cr¨®nica social puede ser un g¨¦nero muy noble y saleroso. Pero no as¨ª
Hubo un tiempo en que una pipa, la de Balb¨ªn, lleg¨® a ser un icono de la mejor televisi¨®n. Cualquiera pod¨ªa fumar en la tele y, en ciertas tertulias, era casi inconcebible que no se hiciera. La ley lo impide s¨®lo desde 2011 pero es algo tan sensato que se dir¨ªa que ha pasado una eternidad. A ning¨²n loco se le ocurrir¨ªa volver a permitirlo. Nos echar¨ªamos las manos a la cabeza y la presi¨®n p¨²blica lo har¨ªa imposible.
En 2015 los medios muestran cosas que deber¨ªan parecer igual de anacr¨®nicas, absurdas y peligrosas para la salud, en este caso, ¨¦tica, cultural y mental. Nos hemos familiarizado de tal modo con los espacios que se nutren del insulto, el despelleje, la mentira, la calumnia, el rumor, el chisme, el morbo, la especulaci¨®n alrededor de los sentimientos o la descarada violaci¨®n de la intimidad que, como suced¨ªa con la pipa de Balb¨ªn, creemos que forman parte natural del paisaje. La cr¨®nica social puede ser un g¨¦nero muy noble y saleroso. Pero no as¨ª.
Cada vez que veo a los reporteros apostados en la entrada de un tanatorio, procurando capturar el dolor de alguien en los peores instantes de su vida, siento que a¨²n queda tarea por delante. Esa clase de bazofia emocional es impropia de una sociedad civilizada y quiero pensar que su prohibici¨®n ser¨ªa bendecida por la mayor¨ªa. La raz¨®n por la que una barbaridad de ese calibre sigue permitida es tan clara que da verg¨¹enza subrayarla. Si fumar en la tele engordara los ¨ªndices de audiencia no estoy seguro de que alg¨²n valiente hubiera tenido el coraje de frenar el disparate.
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