Frases c¨¦lebres
Nuestros pol¨ªticos sueltan tambi¨¦n grandes palabras antes de votar
Hay ¨²ltimas frases de personajes c¨¦lebres ¨Cciertas o atribuidas¨C para todos los gustos. Cuando su mujer le pregunt¨® a Bob Hope d¨®nde quer¨ªa ser enterrado, contest¨®: ¡°Que sea una sorpresa¡±. Y ya no tuvo tiempo de hacer m¨¢s chistes. Churchill, cuya vida fue apasionante, dijo: ¡°Qu¨¦ aburrido es todo¡±. Joe DiMaggio mantuvo su romanticismo hasta la muerte: ¡°Al fin podr¨¦ ver a Marilyn¡±. Mar¨ªa Antonieta pis¨® al verdugo, camino de la guillotina: ¡°Perd¨®n, se?or¡±. Karl Marx espet¨®, al inquirir su ama de llaves si reservaba alguna frase para la posteridad: ¡°?Vamos, fuera! ?Las ¨²ltimas palabras las dicen los idiotas que no han dicho suficiente!¡±.
Nuestros pol¨ªticos, por lo general no muy acertados, pero con un innegable sentido de la historia y de su propia importancia, sueltan tambi¨¦n grandes frases antes de votar, y posiblemente ya est¨¦n pensando en las del d¨ªa de las generales, que empiezan a olerse. Rita Barber¨¢, la del caloret, dijo: ¡°Vamos, chica¡±, al introducir su voto, ignorante a¨²n de que poco m¨¢s tarde murmurar¨ªa: ¡°Qu¨¦ hostia¡ Qu¨¦ hostia¡¡±. Esperanza Aguirre fue m¨¢s all¨¢: ¡°Que el Esp¨ªritu Santo inspire a los madrile?os para que voten lo mejor para Madrid¡±, y qui¨¦n sabe si el Esp¨ªritu Santo le hizo caso. Ana Botella no dijo ni mu, o al menos vot¨® en secreto, propiciando no pocas c¨¢balas. Manuela Carmena, esa se?ora que ser¨¢ alcaldesa de Madrid porque muchos se la han imaginado cuidando a sus nietos o llevando a la nuera unas lentejas caseras, parafrase¨® a Emilio Lled¨®: ¡°Esperemos que Madrid recupere la decencia¡±. Ahora le tocar¨¢ convencer a sus votantes y a sus no votantes de que no orinen en las calles ni tiren basura al suelo. Quiz¨¢ para amortizar un cursillo de Vaughan, Pablo Iglesias utiliz¨® la lengua del imperio del mal, aparente contradicci¨®n que me ha quitado el sue?o durante varias noches: ¡°Tonight the change begins in our town halls and regions, and it also begins in Spain¡± (esta noche el cambio comienza en nuestras ciudades y comunidades, y tambi¨¦n comienza en Espa?a). Suena a Juego de tronos, y m¨¢s en su boca, pero no. Albert Rivera, ¡°no vale con quejarse, hay que votar¡±, despert¨® a mi polic¨ªa ling¨¹¨ªstico, y pens¨¦ que ten¨ªa que haber dicho basta y no vale. ?ngel Gabilondo, solemne, declar¨® que ¡°la palabra se hace acci¨®n¡±, y lo remat¨® con un deseo de ¡°una transformaci¨®n hacia lo mejor¡±, con lo cual me mand¨® directo a la balda en la que descansa, ajado y polvoriento, mi manual de filosof¨ªa de COU.
En todo hay un antes y un despu¨¦s. Entre el animoso ¡°Vamos, chica¡± y el desolado ¡°Qu¨¦ hostia¡ Qu¨¦ hostia¡¡± de Rita Caloret van apenas unas cuantas horas de recuento, que son las que ponen fin al cuento. De ni?o me preocupaban las postreras palabras de Jesucristo: ¡°Dios m¨ªo, Dios m¨ªo, ?por qu¨¦ me has abandonado?¡±. Algo semejante estar¨¢n pregunt¨¢ndose algunos, si el pueblo es el dios de la democracia. Y veremos qu¨¦ ocurre en las generales, en las que puede haber m¨¢s infidelidades, m¨¢s abandonos y m¨¢s hostias (con perd¨®n), dado este ambiente entre festivo y apocal¨ªptico en el que vivimos ¨²ltimamente. Frente a este panorama a m¨ª me consuela el que, todav¨ªa, como a Luis Garc¨ªa Montero, no me hayan hecho perder ¡°la ilusi¨®n de votar¡±.
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