Lo que pinta la moda
Una exposici¨®n en el Museo Thyssen bucea en los archivos de ¡®Vogue¡¯ para estudiar la relaci¨®n entre fot¨®grafos y grandes maestros de la pintura
Una sutil m¨¢scara de encaje negro con la silueta de Mickey Mouse dise?ada por el maquillador Peter Philips deja ver el p¨¢lido rostro de la modelo Lisa Cant, cuyo pelo gris, obra de las exquisitas manos del peluquero Julien d¡¯Ys, crea delicados matices de color y volumen con la blusa de chiffon blanco de Stefano Pilati para Yves Saint Laurent. Sin este trabajo de orquesta con solistas de primera l¨ªnea no se explicar¨ªa la perfecci¨®n de Miss Mouse, nombre que recibe esta composici¨®n atemporal e intimidante de 2005, creada por uno de los m¨¢s grandes fot¨®grafos de la historia de la moda, Irving Penn. La hizo cuando ya era un anciano que lo hab¨ªa demostrado todo pero que se segu¨ªa exigiendo a s¨ª mismo como si le quedara todo por demostrar. Con ella se abre la exposici¨®n del Museo Thyssen-Bornemisza Vogue. Like a painting, que se inaugurar¨¢ el lunes y repasa en 61 im¨¢genes la relaci¨®n de la fotograf¨ªa de moda con la pintura.
Desde esa primera parada en Irving Penn, que tambi¨¦n cierra el recorrido con una imagen de la actriz Cate Blanchett caracterizada de Isabel I, asoma la fuerza de un segundo hilo argumental m¨¢s conceptual: el declive de las aspiraciones femeninas, el peso de sus falsos presupuestos. ¡°Penn juega con el sue?o de la mujer-princesa y con la culpa de Disney en hacernos creer que todas los somos. Phyllis Posnick fue la estilista de Miss Mouse, ella trabaj¨® mucho con ¨¦l y me cont¨® que nunca ha colaborado con un fot¨®grafo m¨¢s exigente. Si ten¨ªa que fotografiar un lim¨®n hac¨ªa un casting con 200 limones. Todo el trabajo era previo al disparo. ?l no hac¨ªa retoques¡±, explica la comisaria, Debra Smith.
La influencia de Hopper, Vermeer, Balthus, Botticelli, Dal¨ª, Sorolla o Zurbar¨¢n, entre otros, se deja ver en fotograf¨ªas de Edward Steichen, Cecil Beaton, Horst P. Horst, Tim Walker, Steven Klein, Peter Lindbergh, Paolo Roversi, Erwin Olaf, Deborah Turbeville, William Klein, Annie Leibovitz, Erwin Blumenfeld, Patrick Demarchelier, Clifford Coffin o Mariano Vivanco, entre otros. Durante dos a?os y medio Debra Smith ha rescatado de los archivos de Vogue fotograf¨ªas que son un gui?o directo a los maestros del pincel, que se inspiran en g¨¦neros pict¨®ricos como el bodeg¨®n y el retrato o que, con su uso del color y el volumen, emulan con la c¨¢mara el golpe de un pincel.
As¨ª, Carmen como la Santa Isabel de Zurbar¨¢n, fotograf¨ªa de Michael Thompson de 2000, tiene su referente directo a pocas calles de distancia, en la Santa Isabel de Portugal del Museo del Prado, pero tambi¨¦n en la Santa Casilda del propio Thyssen. Si el peso de Zurbar¨¢n en la moda es un clich¨¦ manido solo comparable a los que sobrevuelan las pinturas holandesas, resulta estimulante descubrir el trabajo de los fot¨®grafos m¨¢s presentes en la cita, el brit¨¢nico Tim Walker, el alem¨¢n?Peter Lindbergh y el italiano Paolo Roversi. Precisamente, una imagen de este ¨²ltimo para Romeo Gigli de 1988 ofrece uno de los ejemplos m¨¢s claros de c¨®mo se puede pintar con la c¨¢mara un Boticelli contempor¨¢neo sin caer en un mero gui?o al pasado. ¡°Roversi y Lindbergh son dos fot¨®grafos con una visi¨®n elevada de la mujer, que nunca es vulgar, llevan d¨¦cadas haciendo este trabajo y han sabido mantenerse fieles a esa visi¨®n¡±, afirma Debra Smith.
Walker, por su parte, se siente un heredero de Cecil Beaton. La influencia en su trabajo del teatro y de la escenograf¨ªa de la propia naturaleza le llevan a una obra extremadamente concienzuda y detallista pero, a la vez, tocada por la magia de la imperfecci¨®n. Un v¨ªdeo mudo (pieza imperdible) creado por ¨¦l mismo muestra la belleza de sus fantas¨ªas y c¨®mo la moda deja de ser banal en el momento que apela a la imaginaci¨®n. ¡°No es f¨¢cil encontrar una fotograf¨ªa de moda que pueda entrar en un museo¡±, reconoce la comisaria. ¡°Un museo es un lugar para pensar y yo creo que desde una revista de moda hay que seguir intentando que la gente reflexione, aunque sea un poco, sobre una representaci¨®n digna de la mujer y no solo como un mero objeto¡±. Una reflexi¨®n que alcanza su destino final en una pieza que no es una imagen sino un vestido real. Se trata de un modelo de la dise?adora china Guo Pei (s¨ª, la del traje-tortilla que luci¨® Rihanna en la ¨²ltima gala del MET) que pesa entre 40 y 50 kilos, vale 600.000 euros, necesita de varias personas para cargarlo, ha costado a?os de trabajo y representa por s¨ª solo el delirio de nuestro tiempo. ¡°Es un vestido que no se puede llevar, es para mirarlo, y por eso es un cuadro. Tiene una mezcla interesante, entre la ¨®pera china y la reina de Inglaterra, y creo que su dise?adora, sin quererlo, cuenta muchas cosas, sobre las fantas¨ªas de las mujeres, sobre las princesas¡ Para m¨ª no tiene explicaci¨®n y por eso me parece perfecto para acabar¡±.
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