Moratoria pol¨¦mica
Hay que regular modelos sostenibles de turismo sin da?ar la econom¨ªa
Apenas unas semanas despu¨¦s de asumir el cargo, la alcaldesa de Barcelona y su equipo de gobierno han aplicado uno de los puntos m¨¢s controvertidos de su programa electoral: una moratoria de un a?o en la licencia de apertura de nuevos establecimientos tur¨ªsticos, desde grandes hoteles a pensiones y albergues juveniles. Con esta medida, el equipo de gobierno pretende replantear la principal actividad econ¨®mica de la ciudad; lo que hace, adem¨¢s, es abrir un debate interesante para otros lugares de Espa?a.
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Barcelona es la ciudad espa?ola con m¨¢s pernoctaciones tur¨ªsticas ¡ª17,4 millones en 2014¡ª, y su oferta hotelera ha experimentado un r¨¢pido ascenso: de 37.224 plazas en 2003 a las actuales 69.128. Adem¨¢s, la oferta de apartamentos tur¨ªsticos ha pasado en tres a?os de 2.059 a 9.606, a los que hay que sumar una cifra no determinada que operan sin licencia. El fuerte crecimiento de los ¨²ltimos a?os ha alarmado a los que temen ¡ªincluido el propio sector¡ª que el modelo pueda morir de ¨¦xito. La concentraci¨®n de la oferta en unos pocos barrios del centro y la llegada de grandes cruceros causa un nivel de saturaci¨®n que ocasiona tensiones con el vecindario y disgusta a los propios turistas. La Rambla es un paseo maravilloso, a condici¨®n de que sea m¨ªnimamente confortable pasear por ella.
Los problemas se manifestaron el a?o pasado con movilizaciones ciudadanas contra la masificaci¨®n y el turismo de borrachera, que llevaron al entonces alcalde Xavier Trias a decretar la suspensi¨®n de licencias de apartamentos tur¨ªsticos y abrir un periodo de reflexi¨®n para redefinir el modelo. Esta reflexi¨®n es imprescindible, no solo en Barcelona, sino en otras ciudades espa?olas, donde las infraestructuras tur¨ªsticas (alojamiento, confort ciudadano, transporte) empiezan a estar superadas por la masiva afluencia de visitantes. El turismo, como industria, necesita de planes de negocio que implican, entre otras cosas, decidir qu¨¦ zonas y mercados se estimulan mediante la inversi¨®n selectiva y cu¨¢les deben ser relegadas por baja rentabilidad o simplemente porque son incompatibles con el bienestar de ciudades o barrios.
La planificaci¨®n tur¨ªstica exige pues un periodo de meditaci¨®n. El problema es que el primer deber de una moratoria es minimizar los da?os de la paralizaci¨®n. El crecimiento exponencial de visitantes en una ciudad escasa de espacio y comprimida entre el mar y la monta?a debe ser objeto de revisi¨®n, pero esta tiene que ser consensuada con el sector; y hay que conciliar los distintos intereses sin da?ar el que en estos momentos constituye, con el 14% del PIB y 120.000 empleos, un motor econ¨®mico imprescindible.
Es obvio preguntarse si no hubiera sido posible hacer esa revisi¨®n sin necesidad de una moratoria de licencias. Una vez decretada, el periodo de un a?o es claramente excesivo, y m¨¢s todav¨ªa la posibilidad de prorrogarlo. No se puede tener tanto tiempo paralizado un sector as¨ª. Tambi¨¦n hay que reconsiderar la situaci¨®n de los proyectos cuya licencia ya hab¨ªa sido solicitada. La necesidad de regulaci¨®n no est¨¢ re?ida con la seguridad jur¨ªdica y con la protecci¨®n de intereses previos leg¨ªtimos.
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