Desplazados forzosos por la violencia
En El Salvador, los ciudadanos solo pueden librarse de la presi¨®n de las maras poniendo kil¨®metros de por medio
Ante la atenta mirada de la polic¨ªa, un grupo de familias va recogiendo sus pertenencias. Las pandillas han decidido que necesitan sus casas. Y ni la polic¨ªa les asegura que podr¨¢n permanecer en ellas. A Godofredo P. la amenaza de las pandillas de su barrio le llev¨® a vivir a tres horas de la capital en la regi¨®n de Usulutan entre laderas de cafetales, sin acceso a agua potable, ni luz el¨¦ctrica. ¡°Trabajaba como bombero y la situaci¨®n se volvi¨® insufrible por el temor a que reclutaran a uno de mis seis hijos¡±. Lo que m¨¢s le preocupaba era su hijo de 12 a?os y su hija de 10. ¡°Si te se?alan a uno de ellos, no puedes hacer nada: les obligar¨¢n a extorsionar; si no lo hacen, los amenazar¨¢n de muerte¡±. Una presi¨®n que s¨®lo se rompe con kil¨®metros de por medio. ¡°Denunciarlo a la polic¨ªa s¨®lo te puede traer problemas porque siempre se enteran¡±.
Alexander N. Tambi¨¦n opt¨® por vivir en la zona de Usulutan. Trabajaba para el Isna, Instituto Salvadore?o para el Desarrollo Integral de la Ni?ez y la Adolescencia, en la capital del pa¨ªs. En concreto, en un de los centros de acogida para menores de edad. ¡°Son peque?os de edad pero pueden llegar a realizar verdaderas atrocidades: un d¨ªa vi como degollaban a un de siete a?os. ?se d¨ªa decid¨ª irme¡±. Tras tres intentos de cruzar a los Estados Unidos como ilegal, espera al mes de mayo para volver a intentarlo.
¡°Buscan a las ni?as en las escuelas para reclutarlas: bien como novias, bien para vender su virginidad en la prostituci¨®n¡±. Tanto Godofredo como Alexander forman parte ahora de un proyecto de liderazgo comunal a trav¨¦s de la ONGD Solidaridad Internacional ¨C Nazioarteko Elkartasuna para impulsar las zonas rurales a trav¨¦s de apoyo a las asociaciones comunitarias. ¡°S¨®lo manteni¨¦ndonos unidos conseguiremos vivir en paz¡±. La pobreza ha dejado de ser la principal preocupaci¨®n para muchos habitantes del El Salvador, una convivencia en paz con sus vecinos ha llevado a muchos a rehacer sus vidas en las zonas m¨¢s rurales.
Buscan a las ni?as en las escuelas para reclutarlas: bien como novias, bien para vender su virginidad en la prostituci¨®n
A tan s¨®lo tres kil¨®metros de sus casas, las pandillas han tomado Santiago de Mar¨ªa, una ciudad en la que muchos de sus hijos deber¨¢n ir si quieren ampliar los estudios m¨¢s all¨¢ del bachiller. ¡°Lo sabemos y no dejamos de hablar con el Ej¨¦rcito para que d¨¦ clases de prevenci¨®n a nuestros hijos: las pandillas pueden convertir sus vidas en un infierno¡±, zanja Godofredo P.
Roxana H. no ha podido irse a ninguna otra parte. No tiene ahorros como para comprar un terreno o alquilar una casa en otro lugar. ¡°Toda la vida peleando para sacar adelante a mi hijo y ahora las pandillas me han pedido mi casa¡±, solloza Roxana mientras sube una a una las escalares de la Catedral de San Salvador. Ahora s¨®lo conf¨ªa en un milagro. Todas las ma?anas acude ante la tumba de Monse?or Romero para pedirle que los pandilleros le dejen vivir en su casa.
Desde el Instituto de Derechos Humanos de la UCA, Luis Monterrosa dirige varios grupos de investigaci¨®n sobre estos desplazados, las ra¨ªces de la violencia juvenil y los ¨ªndices de impunidad del pa¨ªs. Para ¨¦l m¨¢s que de un milagro, depende de un gran cambio nacional frente a la violencia. ¡°Necesitamos c¨®mo sea armar una tercera v¨ªa ligada al di¨¢logo con estos j¨®venes entre la polic¨ªa, el gobierno y las propias familias¡±. De todos modos, lo reconoce: es f¨¢cil hablar cu¨¢ndo los m¨¢s afectados son las familias pobres entre las que se est¨¢n matando y extorsionando.
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