Ciudades inteligentes¡ ?para ciudadanos idiotas?
Vistas de los jardines de la Bahia desde el edificio Marina Bay, Singapur. Fotograf¨ªa: @Pgarciaserna / Towards the Human City
Smart est¨¢ de moda. Sobretodo trat¨¢ndose de ciudades. El concepto smart city est¨¢ arrasando en los nuevos modelos de desarrollo y planificaci¨®n urbana. El modelo apuesta por ciudades conectadas. Todo tiende a la conectividad: el coche, la pared, las ventanas y puertas, los sem¨¢foros, las se?ales de los cruces. Todo objeto pasa a ser un portador potencial de dispositivo tecnol¨®gico que registra los movimientos de ciudadanos a trav¨¦s de sensores, centralizando la informaci¨®n en grandes bases de megadatos, en principio para mejorar la cotidianidad de los ciudadanos.
Si el m¨®vil es el catalizador por excelencia para desenvolverse en las ciudades inteligentes, los alcaldes han sido el blanco perfecto en el punto de mira de los iniciadores de este nuevo mundo de hiperconectividad urbana. Alimentando y benefici¨¢ndose de toda la maquinaria, est¨¢n las empresas de los sectores clave de provisi¨®n de servicios urbanos. Empresas de los sectores de energ¨ªa, agua, transporte, telecomunicaciones, infraestructuras y tecnolog¨ªa, que nutren de dispositivos, medidores, sensores, c¨¢maras y sistemas de control los objetos en el mundo f¨ªsico para recoger y gestionar la megadata en funci¨®n de intereses espec¨ªficos.
Los efectos positivos son incuestionables: recibir alertas cuando el nivel de poluci¨®n del aire en una calle sobrepasa los l¨ªmites aceptados, controlar la iluminaci¨®n de zonas de la ciudad en funci¨®n de la movilidad de la gente, establecer captores en los contenedores de basura que activen una alarma cuando est¨¦n llenos, o poder identificar plazas de aparcamiento antes de salir de la casa, son s¨®lo algunas de las muchas ventajas que tiene aplicar tecnolog¨ªa y gesti¨®n de megadatos a mejorar la interacci¨®n de ciudadanos con su ciudad.
Hasta la fecha, estos sistemas en su mayor¨ªa se han instalado de forma independiente el uno del otro sirviendo una funci¨®n espec¨ªfica en su ¨¢rea de servicio. Aunque actualmente, la apuesta es desarrollar y desplegar plataformas de ciudades inteligentes en la que todos los sistemas dispares converjan entre s¨ª, comunic¨¢ndose entre ellos y compartiendo informaci¨®n.
Se plantean ciudades con centros de monitoreo formados por sistemas que ofrecen un nivel sin precedentes de vigilancia y control de espacios p¨²blicos, con la capacidad de almacenar una enorme cantidad de datos sobre ciudadanos individuales. Empiezan a proliferar proyectos piloto en varias ciudades tan dispares como Rio de Janeiro, Bangalore, Singapur, Portland, Catar o Bandung, por mencionar s¨®lo algunos.
Abanderando el movimiento y compitiendo por el liderazgo en la creaci¨®n de ciudades inteligentes, est¨¢n India y China. Si el primer ministro indio, Narendra Modi, promete construir 100 nuevas ciudades inteligentes en los pr¨®ximos 20 a?os, el Ministerio Chino de Ciencia y Tecnolog¨ªa organiza diversas plataformas, como la Alianza Estrat¨¦gica para Tecnolog¨ªa Industrial de Innovaci¨®n hacia las Smart Cities, creando fondos de inversi¨®n de m¨¢s 8 mil millones de d¨®lares para la investigaci¨®n de modelos de ciudad inteligente.
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¡°Si la informaci¨®n se ha convertido en el oro del Siglo XXI, las ciudades son las grandes minas donde se genera y almacena el material¡±.
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Como era de esperar, la suspicacia generada sobre la vigilancia y la privacidad de los individuos se ha convertido en una bomba de relojer¨ªa. Nos hemos acostumbrado a ciudades donde cada individuo est¨¢ armado con una c¨¢mara de v¨ªdeo en su m¨®vil y conectado a alg¨²n tipo de Facebook. Por ende, podemos asumir que la privacidad y el derecho al anonimato se est¨¢ convertido en un lujo casi obsoleto. A pesar de ello, el modelo de conectividad propuesto por este nuevo tipo de ciudad traslada el control y el debate sobre el derecho a la intimidad ciudadana a dimensiones inimaginables.
Peatones cruzando una de las principales calles de Hong Kong. Fotograf¨ªa: @Pgarciaserna / Towards the Human City
Priorizar intereses estrat¨¦gicos espec¨ªficos a v¨ªas alternativas de desarrollo urbano m¨¢s participativas, convertir espacios p¨²blicos en plataformas comerciales personalizadas a los h¨¢bitos de sus vecinos, o subestimar los efectos negativos que puede ocasionar el destino y uso de la informaci¨®n registrada, son s¨®lo algunos de los riesgos que puede conllevar tal proceso.
Aunque quiz¨¢s el mayor riesgo es la interpretaci¨®n que se puede dar a la informaci¨®n: si con los megadatos los alcaldes predicen el comportamiento de la mayor¨ªa, podr¨ªan adoptar decisiones de gasto p¨²blico en acorde a su interpretaci¨®n, obviando los procesos de participaci¨®n.
Existe una dicotom¨ªa entre la inteligencia urbana acumulada durante siglos y ese mundo visual de ciudades inteligentes formada por emoticonos sonrientes repleta de dispositivos tecnol¨®gicos. Uno est¨¢ basado en el consenso y en la experiencia comunitaria acumulada; el otro, en modelos de dispositivos tecnol¨®gicos que almacenan informaci¨®n para tomar decisiones en funci¨®n de la agregaci¨®n de tendencias de comportamiento.
Entre medio de estos dos mundos est¨¢ el individuo. Con toda su complejidad y creatividad. Y en torno al individuo la ciudad que lo nutre, que se presenta como plataforma que alimenta o destruye la cultura humana, el ingenio, la innovaci¨®n y la creatividad. Al final, una ciudad puede potenciar el tipo de individuo que desea formar: ciudadanos en formato de pixels en movimiento comport¨¢ndose seg¨²n predicciones cuantitativas o ciudadanos impredecibles con criterio exigiendo derechos fundamentales.
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¡°No hay que olvidar que las ciudades ya eran inteligentes. La inteligencia siempre estuvo en la comunidad¡±.
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El tema esencial, del que no se habla lo suficiente, es quien almacena la informaci¨®n y quien tiene derecho a tener acceso y utilizarla. Si la informaci¨®n se ha convertido en el oro del Siglo XXI, las ciudades son las grandes minas donde se genera y almacena el material. Para que las ciudades inteligentes no generen ciudadanos idiotas, es preciso que ese oro moderno sea accesible a todos. No s¨®lo por coherencia y justicia econ¨®mica: si son los ciudadanos quienes lo financian con sus impuestos deber¨ªan tener derecho a su acceso. Tambi¨¦n para potenciar las oportunidades que se generan para todos. La democratizaci¨®n de la tecnolog¨ªa y el acceso a datos, bien gestionados, puede ser una fuente ilimitada para la innovaci¨®n social y la participaci¨®n ciudadana activa en el dise?o y gesti¨®n de las ciudades.
Pero para ello, el eje central de las ciudades inteligentes deber¨ªa ser el ciudadano. La tecnolog¨ªa es relevante en funci¨®n y s¨®lo en funci¨®n de c¨®mo sirve a los intereses de la ciudadan¨ªa y c¨®mo potencia la interacci¨®n entre ciudadanos y las asociaciones que ellos crean. Las instituciones p¨²blicas inteligentes del futuro ser¨¢n las que se apliquen en escuchar y entender qu¨¦ quieren los activistas locales, los innovadores sociales, los emprendedores y sus comunidades y act¨²en de catalizadores empoder¨¢ndoles y creando estructuras para que puedan desarrollarse.
No hay que olvidar que las ciudades ya eran inteligentes. La inteligencia siempre estuvo en la comunidad, que en definitiva fue la que cre¨® los dispositivos tecnol¨®gicos.
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