Lo que la historia nos ense?a
La tragedia de Srebenica no habr¨ªa tenido lugar sin la exacerbaci¨®n de los nacionalismos
Hoy hace veinte a?os que fue perpetrado el mayor genocidio que ha conocido Europa desde la II Guerra Mundial. Cerca de nosotros, en el enclave serbo-bosnio de Srebrenica, 8.000 seres humanos, todos ellos varones, eran arrancados de los brazos de sus madres y esposas para ser asesinados por la sola raz¨®n de ser diferentes a sus asesinos. Diferencia que estos basaban torticeramente en razones raciales para justificar aquella injustificable y horrenda operaci¨®n de ¡°limpieza ¨¦tnica¡±, cuando la etnia era y es esencialmente la misma: yugoslava, esto es, eslava del sur. Las diferencias ¡ªmucho menores que las afinidades¡ª habr¨ªa si acaso que buscarlas en razones identitarias llevadas hasta el paroxismo.
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La Historia conoce casos exitosos de sociedades unidas en la diversidad pero tambi¨¦n conoce muchas tropel¨ªas cometidas bajo el pretexto de la identidad. El problema nace cuando las diferencias identitarias se convierten en el eje de la acci¨®n pol¨ªtica. El adversario se convierte entonces en enemigo; los afines en fieles; el respeto a la opini¨®n del otro en la exclusi¨®n la del que no est¨¢ conmigo por estar contra m¨ª.
Llegamos a Sarajevo a mediados de 1997 con la encomienda de la Comunidad Internacional de hacer aplicar los Acuerdos de Dayton que pusieron fin a la guerra de Bosnia-Herzegovina, uno como Alto Representante y el otro como miembro de su gabinete. Hab¨ªan pasado dos a?os de la matanza de Srebrenica, una tragedia que habr¨ªa podido evitarse si no hubiese sido por la ingenuidad e indecisi¨®n de las Naciones Unidas, que al declarar el enclave ¡°lugar seguro¡± atrajeron a unos 40.000 refugiados musulmanes de los que casi una cuarta parte fueron exterminados por orden del presidente bosnio, Radovan Karadzic. En esos dos a?os no solo no hab¨ªan podido cerrarse las heridas de la tragedia, ni siquiera se daba un atisbo de que ese largo proceso fuera a comenzar. Han tenido que transcurrir 20 a?os para que la memoria hist¨®rica haya podido ser recuperada, gran parte de las v¨ªctimas identificadas y dadas sepultura y los culpables est¨¦n siendo juzgados por el Tribunal de La Haya.
Croatas, serbios y musulmanes siguieron siendo, tras el final de la guerra, enemigos irreconciliables
La guerra hab¨ªa terminado gracias a la intervenci¨®n extranjera pero el recuerdo de sus atrocidades permanec¨ªa demasiado vivo para que las tres principales comunidades que se hab¨ªan enfrentado emprendieran juntos la dif¨ªcil tarea de administrar la paz. Tampoco la artificiosa arquitectura institucional de Dayton ayudaba mucho, ya que para tomar decisiones de gobierno se necesita la unanimidad de los representantes de las tres facciones que se hab¨ªan estado matando en una guerra que se sald¨® con m¨¢s de 100.000 v¨ªctimas y 1,8 millones de refugiados y desplazados. La gobernabilidad se hac¨ªa a¨²n m¨¢s dif¨ªcil por el hecho de que los partidos pol¨ªticos mayoritariamente votados no representaban opciones ideol¨®gicas diversas pero transversales desde el punto de vista ¡°¨¦tnico¡±, sino a fuerzas exclusivamente nacionalistas ¡ªcroatas, serbios o musulmanes¡ª que segu¨ªan siendo enemigos irreconciliables. En pol¨ªtica se puede pactar con los adversarios, pero no con los enemigos. Todo compromiso entre estos ¨²ltimos es considerado traici¨®n. Por ello desde la Oficina del Alto Representante nos vimos obligados a superar los bloqueos institucionales y tomar las decisiones imprescindibles para que el pa¨ªs funcionara. Entre ¨¦stas, las leyes de ciudadan¨ªa y de privatizaci¨®n de los monopolios estatales, el dise?o de matr¨ªculas sin signos nacionalistas, una bandera y un himno aceptables para todos, la implantaci¨®n del marco convertible como moneda ¨²nica, la remoci¨®n de cargos que atentasen contra el esp¨ªritu de los acuerdos de paz, y tantas otras.
Hay que decir que estas decisiones fueron aceptadas de buen grado por la ciudadan¨ªa, incluso por los l¨ªderes pol¨ªticos. La mayor parte siguen vigentes. Pero ¨¦ramos conscientes de que los que vinieran despu¨¦s de nosotros tendr¨ªan que acabar poniendo las decisiones en manos locales para evitar un nocivo s¨ªndrome de dependencia. Y as¨ª fue. La pena es que a¨²n ahora la divisi¨®n identitaria contin¨²a bloqueando la normalizaci¨®n del pa¨ªs y con ello su encaje en la Uni¨®n Europea. Esperamos que en este caso les sirvan las lecciones de la Historia. Sobre todo, las impartidas por la tragedia que hoy recordamos, que pudo haberse evitado si a?os atr¨¢s los l¨ªderes de entonces, en vez de exacerbar las diferencias entre sus pueblos, hubiesen potenciado lo mucho que les une.
Carlos Westendorp fue ministro de Asuntos Exteriores y secretario general del Club de Madrid; Pedro S¨¢nchez es secretario general del PSOE y candidato a la presidencia del Gobierno.
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