De la realidad virtual a la cueva del ogro
No sabemos c¨®mo comportarnos ante ese enorme monstruo que es Internet y todos cometemos errores que hacen da?o
Hace unos d¨ªas asist¨ª en la Fundaci¨®n Telef¨®nica a una presentaci¨®n de la tecnolog¨ªa VR, que significa Realidad Virtual. O lo que es lo mismo: ponerte unas gafas y ver una pel¨ªcula situ¨¢ndote dentro de ella, de manera que puedes mover la cabeza y contemplar todo el escenario que est¨¢ a tu alrededor, o encima de ti, o a tus pies. Este concepto de la VR nos es sobradamente conocido por la ciencia-ficci¨®n (de hecho, en mi ¨²ltima novela, El peso del coraz¨®n, que sucede en Madrid en 2109, hay un cap¨ªtulo en el que los protagonistas se encuentran en un escenario de realidad virtual), pero ahora ya se est¨¢n rodando pel¨ªculas con esta t¨¦cnica. Y, claro, una cosa es imaginarlo y otra probarlo. Mi amiga Ana Patricia Echegoyen, que es una crack y tiene una productora de publicidad virtual, New Horizons VR, me mostr¨® un precioso anuncio/cuento que han hecho para una prestigiosa bodega de La Rioja. Me imagino lo que debieron de sentir los primeros espectadores del famoso tren de los Lumi¨¨re el 28 de diciembre de 1895, cuando de repente vieron avanzar hacia ellos una locomotora (algunos salieron corriendo de la sala). El otro d¨ªa yo no sal¨ª corriendo, pero tuve que agarrarme para no caer en el vac¨ªo. Es un avance espectacular, hipnotizante. Lo que har¨¢ esta tecnolog¨ªa por las personas impedidas y por los ancianos con dificultosa movilidad es algo extraordinario. Y su futuro como herramienta de ocio es evidente: dentro de poco habr¨¢ pel¨ªculas de argumento en VR y ser¨¢ toda una experiencia. Eso s¨ª, en los filmes de misterio los asesinos tendr¨¢n que matar o bien fuera de escena o bien siempre encapuchados, porque podr¨¢s darte la vuelta y ver claramente qui¨¦n maneja el cuchillo.
A menudo tengo la sensaci¨®n de estar viviendo hoy dentro de los libros de ciencia-ficci¨®n que le¨ªa en mi adolescencia. La incre¨ªble capacidad de adaptaci¨®n que tenemos los humanos (y que nos ha hecho tan triunfantes como especie que somos una especie de virus para el planeta) nos ha permitido asumir cambios gigantescos en un tiempo ¨ªnfimo. Las nuevas tecnolog¨ªas han creado un mundo completamente nuevo cuyos efectos en nosotros todav¨ªa est¨¢n por dilucidar. Por ejemplo, poder llevar la biblioteca de Alejandr¨ªa en el bolsillo, tener acceso a todo el conocimiento del mundo a trav¨¦s de tu m¨®vil, es una maravilla que no dejo de celebrar cada d¨ªa; pero no cabe duda de que esa circu?laci¨®n incesante de la informaci¨®n a trav¨¦s del ciberespacio, ese acceso instant¨¢neo, tiene sus aspectos oscuros e incluso tenebrosos, como el uso de las redes sociales para acosar a las personas, especialmente a ni?os y a adolescentes. Muchos se han suicidado ya por esta causa en todo el mundo. Internet va engordando d¨ªa tras d¨ªa su historial de v¨ªctimas, como el ogro de cuento que va llenando su cueva con los huesecillos de los que devora.
La Red tambi¨¦n puede producir un sufrimiento muy profundo cuando rebota de manera ciega e infinita informaciones
La Red tambi¨¦n puede producir un sufrimiento muy profundo cuando rebota de manera ciega e infinita informaciones o im¨¢genes que afectan a la intimidad de las personas. Una lectora, R. G. G¨¢lvez, me acaba de contar esta historia terrible. Hace a?o y medio, su hijo de 19 a?os muri¨® en la calle ¡°en circunstancias muy duras¡±. Acudi¨® a una escuela de Sabadell, dispar¨® con un arma de fogueo y, tras beberse un producto t¨®xico, falleci¨® en la acera. Al parecer hubo detr¨¢s una obsesi¨®n amorosa que le llev¨® al suicidio. P. Aren¨®s, una fot¨®grafa/periodista que sal¨ªa con sus hijos del colegio, le fotografi¨® mientras agonizaba: el chico la miraba directamente a la cara; luego envi¨® la imagen a La Vanguardia y la foto apareci¨® sin pixelar, cosa que, como es natural, traumatiz¨® a los hermanos y dem¨¢s allegados de la v¨ªctima. Amigos de la familia llamaron, escribieron e incluso fueron personalmente a La Vanguardia pidiendo que retiraran la morbosa instant¨¢nea de la red del peri¨®dico, cosa que se logr¨® al cabo de unos d¨ªas. Sin embargo, ahora, desde mediados de mayo, han vuelto a ver la foto en Internet. Al parecer dos diarios etiquetaron sin querer la imagen, y ah¨ª sigue dando vueltas. R. G. ha pedido a La Vanguardia que se hagan cargo de eliminarla, puesto que ellos la pusieron en circulaci¨®n, pero no le han contestado.
Tampoco ha respondido la fot¨®grafa cuando le pidi¨® que la ayudara a ponerse en contacto con los dos diarios. ¡°Quiero poder enterrar digitalmente a mi hijo y para ello, seg¨²n me han dicho, he de pagar a una empresa que elimine la fotograf¨ªa, porque no fue ning¨²n delito ni hacerla ni colgarla en la Red¡±. Delito seguro que no, pero s¨ª un horror, un dolor, una falta de empat¨ªa colosal. No sabemos c¨®mo comportarnos ante ese enorme monstruo que es Internet y todos cometemos errores. Equivocaciones que hacen mucho da?o. Y que van acumulando huesecillos mondos en la gruta del ogro.
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