El p¨¦ndulo de la memoria
Hay que mostrar el antifranquismo, pero tambi¨¦n sus puntos negros en ese trayecto hist¨®rico
La construcci¨®n de la memoria ha sido siempre un instrumento utilizado por el poder, y otro tanto cabe decir de la damnatio memoriae,de su eliminaci¨®n, presente desde que un fara¨®n puso su nombre en el cartucho que identificaba a un predecesor para aprovechar su estatua. Existe asimismo una memoria individual o de grupo, que se transmite a las dos siguientes generaciones, e incluso en circunstancias excepcionales m¨¢s all¨¢ de las mismas cuando su fundador deja un legado trascendental o confluye con un proceso de formaci¨®n de memoria colectiva. Es lo que ha sucedido con el genocidio armenio, pero tambi¨¦n ocurre que la intensidad de un cambio hist¨®rico borra sus propias ra¨ªces en un tiempo m¨¢s breve.
Otros art¨ªculos del autor
Tenemos el caso de la Transici¨®n espa?ola. Para la mayor¨ªa de los j¨®venes de hoy, la percepci¨®n de lo que supuso el tr¨¢nsito del franquismo a la democracia queda tapada detr¨¢s de la cortina de la crisis y de la corrupci¨®n que dejan en nada el anterior balance positivo. Y el hecho no es irrelevante, porque sobre esa deformaci¨®n se basa el edificio pol¨ªtico de un partido como Podemos, que as¨ª puede tranquilamente proclamar su prop¨®sito de cancelar el r¨¦gimen del 78 y dictaminar que la obra del PCE en ese per¨ªodo fue in¨²til. Nicol¨¢s Sartorius ha dejado claras las cosas al respecto, pero la ignorancia voluntaria tiene la piel dura.
A veces la condena de la memoria no logra del todo sus prop¨®sitos. As¨ª sucedi¨® en las figuras del Palatium en San Apolinar Nuovo de Ravena, donde la sustituci¨®n obligada de mosaicos deja ver las sombras de los personajes eliminados y sobre todo persisten las im¨¢genes de sus manos sobre las columnas. La larga noche de la posguerra ofreci¨® entre nosotros un panorama semejante. Los vencidos ocultaban con frecuencia su vida pol¨ªtica pre-39 a los propios familiares: llegabas a conocer que tu padre form¨® parte del comit¨¦ ugetista de socializaci¨®n de la Bolsa de Madrid por la investigaci¨®n de unos alumnos.
Desde los a?os sesenta, la cortina fue siendo rasgada y, como era de esperar, y seg¨²n sucediera en la Armenia turca, la tercera generaci¨®n asumi¨® la tarea de abordar ese rescate del pasado. Por desgracia, la eventual responsabilidad de los familiares franquistas, incluso m¨¢s all¨¢ de la guerra, y la larga sombra de la victoria, suscitaron el rechazo violento de capas conservadoras, que gracias a ella hab¨ªan disfrutado de una prolongada dominaci¨®n pol¨ªtica y social. No hubo, como auspiciara Ian Gibson, la aut¨¦ntica reconciliaci¨®n, fruto de la verdad hist¨®rica.
Los vencidos en la Guerra Civil ocultaban con frecuencia su vida pol¨ªtica a los propios familiares:
El rechazo total a admitir que la sublevaci¨®n franquista fuese un genocidio, cuando se dan todos los requisitos fijados por Lemkin ¡ªideolog¨ªa de aniquilamiento de la Antiespa?a, conspiraci¨®n militar, pr¨¢ctica de exterminio antes y despu¨¦s de la guerra, voluntad de extirpar la cultura de los vencidos¡ª tiene por contrapunto que desde la izquierda es olvidado que en la Espa?a republicana, aunque sin responsabilidad del Gobierno, se cometieron cr¨ªmenes contra la humanidad (Paracuellos, chekas, patrullas de control de la FAI en Catalu?a). Unos fueron diablos, pero entre los antifranquistas tampoco faltaron.
Sin aclarar este punto, no cabe esperar una conciencia democr¨¢tica, y s¨ª una eclosi¨®n de sectarismo y odio. Una reciente participaci¨®n en la C¨¢tedra de la Memoria de la Complutense me confirma en esta idea: la justa pretensi¨®n de recuperar la memoria de los perseguidos y represaliados de 1936 a 1975 va unida al rechazo tajante de reconocer los propios actos de barbarie. ¡°Hay que recuperar solo la memoria silenciada¡±, postul¨® el profesor Clavero.
Conviene recordarlo cuando las nuevas Administraciones anuncian la intenci¨®n de limpiar el callejero de residuos fascistas y, en el caso de Madrid, de construir un Museo de la Memoria. Lo primero parece de todo punto necesario, por lo que toca a la pl¨¦yade de generales golpistas y evocaciones lamentables. Solo cabe exigir ponderaci¨®n y no eliminar a un buen escritor por su militancia franquista, sin convertir tampoco en referencias de la memoria a pol¨ªticos de izquierda siniestros.
Otro tanto cabe decir del museo, que deber¨ªa mostrar la cultura y la resistencia antifranquistas, y tambi¨¦n los puntos negros registrados en ese trayecto hist¨®rico. ¡°Es necesario contar lo ocurrido¡±, advierte Todorov en un luminoso art¨ªculo de Letras Libres.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Ciencias Pol¨ªticas.
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