La lucha por existir de un barrio fronterizo
Los vecinos de Maclovio Rojas, un vecindario de Tijuana (M¨¦xico) marcado por la violencia, contin¨²an sus vidas tratando de esquivar las amenazas de desalojo de sus tierras
Mientras conduce junto al cauce seco del r¨ªo Tijuana en direcci¨®n sureste, M¨ªriam Mendoza, promotora pedag¨®gica crecida en el suburbio de El Florido, se?ala una monta?a enorme, yerma y plana por arriba: ¡°Vamos detr¨¢s del Cerro Colorado, antes tierra de nadie. Circulaban memes de Simba en los que su padre le dec¨ªa: 'M¨¢s all¨¢ es El Florido. No vayas. Ni se te ocurra¡±. En la ladera, piedras blancas forman letras, grandes, como para los pasajeros de un avi¨®n: ¡°Jes¨²s Cristo es el Se?or¡±. Es com¨²n. Una mesilla, casas trepadoras y otra alusi¨®n al m¨¢s all¨¢. El m¨¢s ac¨¢ es dif¨ªcil.
La colonia Maclovio Rojas tambi¨¦n queda detr¨¢s del cerro, y en 2011 super¨® en fama a El Florido. Arriba de una loma coronada por muros de ladrillo y concreto, al cabo de calles arenosas y casitas de bloque, aparecieron dos fosas cerradas. Hed¨ªan. Ocultaban 17.000 litros de v¨ªsceras humanas. A Santiago Meza, en c¨ªnica alusi¨®n, lo llamaban El Pozolero. El pozole es un caldo. Y Meza, un sinaloense al servicio del narco, confes¨® haber llevado all¨ª y disuelto en sosa c¨¢ustica unos 300 cad¨¢veres. Cobraba 600 d¨®lares semanales por una rutina que lleg¨® a considerar ¡°normal¡±. Adem¨¢s de neum¨¢ticos usados como en toda Tijuana, all¨ª hay fotos de desaparecidos, preguntas escritas hacia el cielo y unas pinturas murales (ver fotogaler¨ªa). Una peque?a muestra de que alguien ¡ªlas autoridades no¡ª intent¨® decir que El Maclovio ten¨ªa otra historia, no s¨®lo restos inimaginables del horror humano.
En la colonia Maclovio Rojas se encontraron dos fosas que ocultaban 17.000 litros de v¨ªsceras humanas
Maclovio Rojas, donde tambi¨¦n existe una planta de Hyundai, ya ten¨ªa mala fama cuando le llevaron tantos muertos. La colonia tom¨® el nombre de un l¨ªder campesino supuestamente atropellado en los ochenta. Empez¨® como ejido, un terreno cultivable solicitado al Gobierno federal por algunos guerrerenses y oaxaque?os, 25 familias campesinas migradas del sur que en 1988 ocuparon terrenos federales junto a El Florido. Seg¨²n la ley, cualquier mexicano pod¨ªa asentarse en suelo p¨²blico y solicitar formalmente la compra para cultivarlo y poblarlo en comunidad. Crearon una asociaci¨®n agraria, pidieron 1.800 hect¨¢reas polvorientas, se asentaron y empezaron a pagar. Pero en 1992, el gobierno priista de Carlos Salinas de Gortari reform¨® la ley agraria y autoriz¨® a vender ejidos. En 1994, el Tratado de Libre Comercio de Am¨¦rica de Norte (TLCAN) elimin¨® aranceles. Muchas empresas manufactureras (maquilas) se mudaron del norte al sur de la frontera buscando mano de obra barata. Y un ejido aleda?o solicit¨® esas mismas tierras que en 1995 le fueron concedidas. En El Maclovio denuncian que ese ejido nunca cultiv¨®. Y que, en cambio, no tard¨® en venderse.
Hoy, decenas de remolques de camiones ocupan una explanada bald¨ªa junto al poblado. Los remolques salen de la planta que Hyundai inici¨® en 1989 bajo acuerdos preexistentes. Las v¨ªas que vienen de San Diego, California, pasan cerca, y la tierra valdr¨¢ m¨¢s cuando se construya la l¨ªnea Tecate-Ensenada, cuyo puerto en el Pac¨ªfico mexicano facilitar¨¢ la exportaci¨®n. Los vecinos ya no pelean los terrenos de Hyundai (que en Tijuana emplea ahora a 3.000 personas, varias de El Maclovio, y en 2014 inaugur¨® una planta contigua). S¨®lo las 197 hect¨¢reas que habitan y que ya pagaron. Pero no tienen papeles.
27 a?os despu¨¦s de establecerse legalmente, no son due?os de su suelo. Al ser reconocidos como posesionarios, no propietarios, todo eran trabas para lograr agua, luz o alcantarillado, y varios vecinos pagaron su lucha con la c¨¢rcel. Con el PRI de vuelta a la alcald¨ªa lograron s¨®lo algo de calma. El PAN, la derecha, lleva desde 1989 al frente Baja California, su estado, y fue siempre su mayor azote. Y el PRD, la izquierda, s¨®lo logr¨® cierta representaci¨®n tras sonadas huelgas de obreros. La inversi¨®n extranjera obsesionaba a la pol¨ªtica local, m¨¢s preocupada por la competitividad de China. Tal vez El Maclovio no significaba muchos votos. Sin escrituras, se?alados, se organizaron y siguieron adelante.
Un problema estatal
El Maclovio es un barrio singular entre otros cientos. Seg¨²n el diario Frontera, en el estado de Baja California 140.000 familias viv¨ªan en 2014 en terrenos en litigio. 3.500 de ellas en Maclovio Rojas. Lo que a mitad del siglo XX fue una pol¨ªtica nacional ¡ªse buscaba poblar la frontera por seguridad¡ª lo continuaron los migrantes del Programa Bracero, habitualmente del sur de M¨¦xico, a quienes EE UU ofrec¨ªa trabajo estacional en sus campos. Esos temporeros se afincaron en el norte mexicano, y tanto la eclosi¨®n de maquilas a partir de los a?os 70 como la agroindustria ¡ªambas encontraron mano de obra barata con las devaluaciones del peso¡ª, sumadas a ventajas impositivas, hicieron que el norte del pa¨ªs se poblara desordenadamente. En esos tiempos, los propios partidos invitaban a invadir terrenos.
Los vecinos ya no pelean los terrenos de Hyundai ; s¨®lo las 197 hect¨¢reas que pagaron, pero no tienen papeles
Hoy hay m¨¢s de 3.000 maquilas a lo largo de la frontera con m¨¢s de un mill¨®n de puestos fijos; en los campos mexicanos se estiman m¨¢s de dos millones de jornaleros, muchos malviviendo en sobreexplotadas plantaciones del norte, como las de San Quint¨ªn. Etnias, lenguas y h¨¢bitos de todo M¨¦xico y Centroam¨¦rica se hibridan en El Maclovio y otras colonias del estado, lo que algunos llaman el ¡°peque?o Norte¡±. Pero su producci¨®n, consumida al otro lado de la frontera, es muda.
El periodista neoyorquino David Bacon recopil¨® en Hijos del libre comercio (El Viejo Topo, 2005) algunas batallas que los trabajadores fronterizos libraron en el cambio de siglo: las artima?as de los sindicatos charros, pagados por las corporaciones para mantener a raya a los empleados, se vieron en la huelga ante Han Young, proveedora de chasis de Hyundai; las quejas por las condiciones de semiesclavitud en San Quint¨ªn ya fueron acalladas cuando la Polic¨ªa, desacatando incluso sentencias judiciales, detuvo a sus l¨ªderes en los 90. Invertir en M¨¦xico requer¨ªa mano de obra barata. Y los campesinos sin capacidad exportadora de las parcelas monta?osas sure?as segu¨ªan migrando a EE UU. O a la frontera. El gobierno de Bill Clinton pretendi¨® que un tratado anexo al TLCAN velara por los trabajadores, pero M¨¦xico no acept¨® injerencias: cada pa¨ªs se vigilar¨ªa a s¨ª mismo. Entonces, el poder de los sindicatos oficiales y la b¨²squeda de inversi¨®n a toda costa echaron mano de corruptelas locales para garantizar que los trabajadores no se sublevaran. Cuando suced¨ªa, se les acusaba de estar dirigidos por intereses extranjeros ¡ªcomo United Farm Workers, el sindicato de C¨¦sar Ch¨¢vez¡ª, y de amedrentar a los inversores. Se perdieron a?os de logros sindicales. Los l¨ªderes despedidos no lograban emplearse en otras maquilas porque listas negras con sus nombres circulaban por toda la frontera.
Bacon tambi¨¦n narra c¨®mo se enquist¨® el problema en El Maclovio. Uno de los l¨ªderes del sindicato independiente de Han Young, habitante de la colonia, recibi¨® el apoyo vecinal. Entonces comenzaron a ser hostigados por la Polic¨ªa. Hubo despliegues espectaculares para detener a vecinos como Hortensia Hern¨¢ndez.
La lucha por existir
Hern¨¢ndez y su hijo viven del sueldo de su esposo mec¨¢nico. Antes, pas¨® de 2002 a 2008 escondida, viviendo ¡°a salto de mata¡±. Entre 1995 y 2002 la detuvieron tres veces y pas¨® un a?o en prisi¨®n. Junto a otros dos l¨ªderes vecinales fue acusada de "despojo" por desviar tomas de agua ¡ªuna pr¨¢ctica que no suele perseguirse, habitual en barrios sin suministro¡ª y le sumaron aquello de "agravado por instigadora". La segunda vez fue igual, y la tercera por vender agua. Aunque la soltaban por falta de pruebas, a¨²n teme que puedan colgarle alg¨²n delito. Hern¨¢ndez tiene detractores. Otros muchos le agradecen. Ella anhela un empleo normal, pero su ¡°trabajo¡± no le deja tiempo.
De las tres fosas halladas al Pozolero, las m¨¢s complejas estaban en El Maclovio. Hern¨¢ndez no ve relaci¨®n directa entre ello y la Polic¨ªa, ni las corporaciones, menos a¨²n con sus vecinos. Pero, igual que reconoce chicos en la droga, y hay mujeres asaltadas en calles oscuras como en colonias similares, piensa que un barrio sin infraestructura da para que algo tan macabro pueda suceder y pase inadvertido. Un bald¨ªo los puso en el mapa del horror, algo similar a los feminicidios de Ciudad Ju¨¢rez. ¡°Nos juzgan como narcos. Nosotros hemos levantado todo con nuestro trabajo, hacemos el que no hace el Gobierno, que nos quiere fuera". Pero esa trayectoria no ha pasado desapercibida para investigadores de la Universidad Aut¨®noma de Baja California (UABC), como Paola Ovalle. ¡°Ven¨ªan de estados del sur; formaban parte de colectivos, estaban fuertemente politizados y ten¨ªan un sentido de comunidad¡±, explica. Atrajeron a ONG y a documentalistas estadounidenses. Un profesor universitario de San Diego vio all¨ª m¨¢s democracia que en el resto de M¨¦xico. ¡°El Gobierno nos odia; para las organizaciones sociales somos un ejemplo a seguir¡±, dice Hern¨¢ndez.
No sin papeles
M¨¦xico no creci¨® como se esperaba con el TLCAN. Para el Banco Mundial, el tratado result¨® ¡°positivo, aunque insuficiente¡± tras la devaluaci¨®n de 1994, y la falta de inversi¨®n en educaci¨®n e infraestructura, as¨ª como de ¡°calidad institucional¡±, pesaron. Invertir en relaciones con los barrios trabajadores podr¨ªa aportar estabilidad y mayor productividad. ¡°Pero eso significar¨ªa aplicar la Ley mexicana del Trabajo, y la garant¨ªa es no aplicar la ley¡±, zanja Ram¨®n Corona, un experimentado asesor defe?o. ¡°Das prioridad a las f¨¢bricas en pol¨ªticas urbanas y mantienes los impuestos a quien hace vivienda. Tendr¨¢s una clase trabajadora explotada y una renovaci¨®n [rotaci¨®n] muy alta.¡±
En los ¨²ltimos a?os, El Maclovio obtuvo suministro legal de luz; ya pagan agua, aunque el servicio municipal usa la instalaci¨®n que hicieron los vecinos; y una calle pavimentada ¡ªuna¡ª roza esa loma repleta de casas hechas de madera, bloques y puertas met¨¢licas desechadas del pa¨ªs vecino. Los pobladores hicieron huelgas de hambre y marchas ¡ªcaminando a la sede del Gobierno en Mexicali, a 160 kil¨®metros, un vecino muri¨® de infarto¡ª. Con cuotas autoimpuestas levantaron tres escuelas, canchas, un centro comunitario, y pagan a profesores y vigilantes. Ahora, el cami¨®n de la basura los visita, el 22254 es su c¨®digo postal y tienen clave catastral. Que no escrituras. Y, aunque programas p¨²blicos o grupos religiosos ayudan puntualmente ¡ªse levant¨® otra escuela¡ª, el desarrollo identitario y art¨ªstico viene de entusiastas como M¨ªriam Mendoza, que coordina un centro cultural, o Ram¨®n Garc¨ªa y Libre Guti¨¦rrez, artistas que crearon sobre las fosas.
Con cuotas autoimpuestas, los vecinos levantaron tres escuelas, canchas, un centro comunitario, y pagan a profesores y vigilantes
Las fosas terminaron selladas: c¨®mo reconocer los restos. Junto a las otras dos, cuentan, quedaron hedor y vecinos huidizos. Los de El Maclovio, que recibieron amenazas, se unieron a la Asociaci¨®n Unidos por los Desaparecidos de Baja California en torno a un proyecto coordinado por la UABC al que bautizaron RECO. Recordar, reconstruir, reconciliar. Tras memoriales inacabados como en Villas de Salv¨¢rcar (Ciudad Ju¨¢rez), hicieron valer su trayectoria sin esperar nada de las autoridades. Menos el olvido, todo suma. Para ello, los artistas y j¨®venes de la colonia (como Libre Guti¨¦rrez) crearon, literalmente, sobre las fosas. ¡°No pod¨ªa ser un memorial si la herida sigue abierta¡±. Los lazos de comunidad y la experiencia de lucha de El Maclovio se sumaron al proyecto.
Los llamados Tribunales Agrarios fallar¨¢n sobre las escrituras. Alejandro Monraz, director del Instituto para el Desarrollo Inmobiliario y de la Vivienda estatal, dice al tel¨¦fono: ¡°Veo un juicio a¨²n muy largo, y veo inejecutable una orden de desalojo, son miles de familias viviendo¡±. Prev¨¦ que al Gobierno federal le tocar¨¢ mediar para indemnizarlas. O reubicarlas. Las colinas que rodean El Florido siguen valiendo mucho, pese a memes jocosos. Y Hortensia Hern¨¢ndez no quiere ni o¨ªr de abandonarlas. Maclovio Rojas pudo significar muerte, pero otros, dice, pusieron all¨ª su vida.
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