Lecciones griegas
No solo Atenas cometi¨® errores; tambi¨¦n algunos dirigentes del Eurogrupo
Grecia pagar¨¢ ma?ana a sus acreedores. Contra lo que algunos auguraban hace una semana, su impago (default) quedar¨¢ as¨ª descartado. El acuerdo en la cumbre del lunes va a buen ritmo. El cr¨¦dito-puente de la Uni¨®n se ha dispensado en tiempo r¨¦cord; varios Parlamentos han aplaudido las decisiones adoptadas; el BCE ha aumentado la ayuda de emergencia a la banca griega; y el primer ministro, Alexis Tsipras, ha empezado a cumplir un pacto que le disgusta, pero con seriedad, como demuestra la destituci¨®n de los ministros que le desafiaron.
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El camino hacia el tercer rescate se despeja, pues, aunque siga erizado de obst¨¢culos. Entre ellos, el exceso de pesimismo de acad¨¦micos y agentes de los mercados sobre el peso de la deuda. Cierta inquietud sobre su buen fin se entiende, sobre todo si el alivio en vencimientos y tipos de inter¨¦s no fuese dr¨¢stico. Pero al cabo, su sostenibilidad depende de la capacidad de generar crecimiento, y las grandes aceleraciones se registran a veces tras las grandes ca¨ªdas.
El ¨¦nfasis en el crecimiento, y por tanto en la inversi¨®n (europea), es precisamente uno de los d¨¦ficits que ha mostrado el Eurogrupo en estos meses de tensi¨®n. Todo habr¨ªa ido mejor si hubiese activado, junto a la exigencia a Atenas del cumplimiento de las reglas, una estrategia de empat¨ªa, complicidad, nuevos incentivos, que solo surgieron en la ¨²ltima fase de la negociaci¨®n.
Los negociadores del Gobierno de Syriza no lo pusieron f¨¢cil, como corrobora ex post la actual actitud del exministro de Hacienda, desafiando con deslealtad a quien le encumbr¨® y a quien jur¨® apoyar. Pero tampoco estuvieron a la altura debida otros actores de la negociaci¨®n. Result¨® ins¨®lito que el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, se refocilase aventando las retiradas de dep¨®sitos bancarios como muestra de desconfianza de los ciudadanos griegos en la eficacia de su Gobierno: lo era, pero nunca debi¨® decirlo. Un responsable apaga incendios, no los agrava.
Tambi¨¦n ha sido reprobable la insistencia del ministro de Hacienda alem¨¢n,Wolfgang Sch?uble, en propugnar como mejor soluci¨®n la salida inducida de Grecia del euro: no lo es, como supo ver, y evitar, su superiora, la canciller Angela Merkel. Esa hip¨®tesis ni est¨¢ jur¨ªdicamente especificada en el Tratado (pues los constituyentes la descartaron), ni figura hoy en ninguna decisi¨®n pol¨ªtica; pero se ha trasladado a los mercados, lo que deteriora la seguridad de la moneda ¨²nica, un duro rev¨¦s para esta del que Sch?uble debe responder.
La eurozona, y toda la UE, deben compensar esas deficiencias y torpezas acelerando su integraci¨®n, de forma que se fortalezca la uni¨®n monetaria, en vez de debilitarse. Pero quienes se rasgan las vestiduras por el presunto colapso del esp¨ªritu europeo y el reemplazo de una Europa solidaria por otra ego¨ªsta pecan de ingenuidad: el tercer rescate exigir¨¢ mucha solidaridad. O bien olvidan cu¨¢n encarnizadas han sido en los ¨²ltimos veinte a?os las discusiones econ¨®micas, por ejemplo, sobre el presupuesto de la Uni¨®n, entre ricos y pobres, norte y sur, a veces caricaturizados como la banda de los cuatro y los pigs.
Europa empieza a encauzar el envite griego. No ha salido hundida de su expediente m¨¢s dif¨ªcil. Pero s¨ª tocada. Debe autoaplicarse los remedios que ya conoce.
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