Isabel II y el verdadero opio del pueblo
Hay que abrir los archivos hist¨®ricos para no ceder a la estafa intelectual de los medios sensacionalistas
La verdad es la misma para poderosos y porqueros, como recuerda la alusi¨®n a Agamen¨®n escrita por Machado. De ser as¨ª, los asuntos difundidos por la prensa sensacionalista no tienen que ser necesariamente falsos. Por ejemplo: si un medio amarillista (el Sun brit¨¢nico) difunde una imagen de Isabel II haciendo el saludo nazi, no hay motivo para dudar de que ocurriera as¨ª. ?Se trata de una verdad completa, clara? Por supuesto que no. Nadie sensato puede creerse que una ni?a de siete a?os (la imagen es de 1933) tuviera opiniones formadas como para ser nacionalsocialista. Su padre, Jorge VI, rey durante la II Guerra Mundial, ha pasado a la historia como uno de los s¨ªmbolos de la resistencia a la maquinaria militar alemana, que, entre otros objetivos, atac¨® el palacio de Buckingham.
Si no se cuestiona el comportamiento del monarca ni de su heredera durante el conflicto b¨¦lico, ?qu¨¦ es lo que nos explica la imagen difundida ahora? M¨¢s bien hay que preguntarse lo que hubiera sucedido si Eduardo VIII, hermano mayor de Jorge VI y t¨ªo de Isabel, hubiera ocupado el trono brit¨¢nico durante la guerra. Su renuncia de 1936 no tuvo que ver con motivaciones ideol¨®gicas, sino con el amor a una divorciada, Wallis Simpson, asunto que, en aquellos remotos tiempos, caus¨® una crisis insalvable. Pero el rey abdicado viaj¨® a la Alemania nazi en 1937 y confraterniz¨® con sus jefes. Dato de contexto: Adolf Hitler no hab¨ªa desatado a¨²n la conflagraci¨®n mundial, si bien ya colaboraba activamente en Espa?a con el bando sublevado en la Guerra Civil. Eduardo es quien aparece en la imagen publicada ahora, junto a Isabel, y tambi¨¦n levanta el brazo al modo hitleriano, entre otros familiares.
Las cr¨ªticas a la publicaci¨®n evidencian lo embarazoso del episodio, empezando por los portavoces de la reina ¡ªcomo cab¨ªa esperar¡ª. Pero otras muchas se alzan para pedir la apertura de los archivos a los investigadores. De momento se ignora incluso la procedencia de lo publicado: las hip¨®tesis van desde un robo en el archivo real, hasta una subasta de objetos de la casa parisiense donde vivi¨® el abdicado Eduardo VIII hasta su fallecimiento.
Todos los retazos de esta historia resultan en cierto modo fascinantes, pero son muy incompletos. Nunca es bueno dejar el pasado en la nebulosa de no saber bien lo que ocurri¨® y c¨®mo se comportaron los responsables de millones de vidas. Por eso llevan raz¨®n los que reclaman la apertura de los archivos hist¨®ricos a la investigaci¨®n. No hacerlo equivale a ceder a la estafa intelectual practicada a menudo por los medios de comunicaci¨®n sensacionalistas, que apelan a reacciones viscerales ¡ªah¨ª est¨¢ la demoledora tarea del Bild alem¨¢n respecto a Grecia¡ª o desv¨ªan la atenci¨®n de los temas de fondo, sin explicarlos bien ni aclarar el contexto de lo que cuentan. Ese tipo de medios, que se han ganado el derecho a ser tildados de opio del pueblo en los tiempos contempor¨¢neos, merecen ser combatidos con el arma del rigor y no con secretismos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.