La buena muerte
¡®El arte de morir¡¯, de Peter y Elizabeth Fenwick, es una actualizada ¡®gu¨ªa¡¯ para el ¨²ltimo viaje
A finales de la d¨¦cada de 1340, la peste negra mat¨® entre uno y dos tercios de la poblaci¨®n mundial. El horror marc¨® tan intensamente a los supervivientes que la Iglesia public¨® en 1415 una gu¨ªa para la muerte que bautiz¨® Ars Moriendi. La obra no solo daba consejos a los enfermos para ¡°morir bien¡±, sino tambi¨¦n a los familiares y amigos para comportarse adecuadamente junto al lecho del moribundo. No hay motivos para temer el final, era el mensaje. El texto tuvo tal ¨¦xito que fue traducido a la mayor¨ªa de las lenguas europeas occidentales y a?os despu¨¦s se public¨® una versi¨®n abreviada. Este best seller medieval inaugur¨® una larga tradici¨®n literaria: las gu¨ªas para el ¨²ltimo viaje.
El ¨²ltimo viaje
Obsesionados con prolongar la vida, aseguran Peter y Elizabeth Fenwick, nos hemos olvidado de cuidar nuestro final. En el ensayo El arte de morir (Atalanta) tejen una panor¨¢mica de experiencias diversas (muchas de ellas, poco convencionales) para que, aspiran, el lector piense con mayor naturalidad ¨Cy menor gravedad¨C en la muerte.
Casi siete siglos despu¨¦s, la medicina ha conseguido prolongar nuestras vidas, pero la muerte es un tab¨². En el pasado, el duelo y el luto formaban parte de la cotidianeidad. Hoy, la muerte es una experiencia casi clandestina, relegada a hospitales y tanatorios. A muchos nos gustar¨ªa morir en casa, rodeados de nuestros seres queridos, pero lo m¨¢s probable es que terminemos en una unidad de cuidados intensivos con tubos conectados a cada orificio de nuestro cuerpo. ?Es eso morir bien? ?Nadie teme el encarnizamiento terap¨¦utico? ?Qu¨¦ significa exactamente una buena muerte?
A esas preguntas dedican El arte de morir el neuropsiquiatra Peter Fenwick y su esposa Elizabeth, que ha trabajado con enfermos terminales. Ambos defienden la necesidad de una nueva Ars Moriendi para el siglo XXI. Fieles al esp¨ªritu de la obra original, los Fenwick ofrecen una sosegada, casi dulce, visi¨®n de la muerte. Para ello acuden a testimonios de personas que han estado muy cerca de morir, de enfermos que fueron diagnosticados como cl¨ªnicamente muertos, del personal que los atiende y de sus familiares. Muchos encontrar¨¢n este enfoque esot¨¦rico y discutible, pero hay en el ensayo una defensa apasionada de la ¡°buena muerte¡±, del derecho a elegir d¨®nde y c¨®mo queremos morir. Y ese asunto nos afecta a usted y a m¨ª.
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