Corridos por El Chapo
La fuga del l¨ªder del cartel de Sinaloa reverdece un g¨¦nero que ha cantado la historia de M¨¦xico
Lo dice un corrido. ¡°El d¨ªa en que la mataron?/ Rosita estaba de suerte?/ de tres tiros que le dieron?/?nom¨¢s uno era de muerte¡±. Dif¨ªcil expresar mejor el fatalismo mexicano y su iron¨ªa ante la muerte. Bastan cuatro versos y unos acordes dulzones. Ese es el poder del corrido, un g¨¦nero de tiro r¨¢pido que en M¨¦xico forma parte de la narrativa hist¨®rica. F¨¢ciles de recordar, sus octos¨ªlabos deleitaron durante generaciones a una sociedad estancada en el mundo agr¨ªcola. En sus letras anidaba el esp¨ªritu de la ¨¦poca. Eran historia. La misma Guerra de Independencia y, sobre todo, la Revoluci¨®n tuvieron casi m¨¢s baladas que los grandes amores rotos y los forajidos.?
La modernidad rompi¨® las esclusas de este universo y arrastr¨® muchos corridos al olvido. Pero nunca desaparecieron. Arrinconados por las nuevas m¨²sicas, han vivido un ocaso de destellos gloriosos, y en los ¨²ltimos a?os han hallado una floreciente variante: el narcocorrido. Con sus letras de pelo en pecho y sangre f¨¢cil, estas loas al narcotraficante saturan las emisoras de radio locales y, con grupos como Los Tigres del Norte o Los Tucanes de Tijuana, congregan multitudes.
Para muchos mexicanos, sin embargo, esta flor del arrabal es una aberraci¨®n. Un culto al asesino que traspasa los l¨ªmites del arte; puro veneno para las v¨ªctimas. No es poco argumento en un pa¨ªs donde la guerra del narco ha dejado 100.000 muertos y 23.000 desaparecidos. En consonancia con este rechazo, ha habido intentos para proscribirlos. Ciudades como Chihuahua los han prohibido este mismo a?o so pena de arresto de 36 horas y multa de hasta 20.000 d¨®lares. Pero nada, de momento, consigue silenciarlos.
El ¨²ltimo ejemplo ha sido la fuga de Joaqu¨ªn Guzm¨¢n Loera, El Chapo. El l¨ªder del cartel de Sinaloa, un asesino despiadado, ha logrado entrar en la leyenda con su incre¨ªble huida de la c¨¢rcel de m¨¢xima seguridad de El Altiplano. Decenas de m¨²sicos cantan su evasi¨®n en YouTube, como hace un siglo lo habr¨ªan hecho en una taberna norte?a. Acallar sus voces es imposible. Y menos a¨²n el mito creado en torno a El Chapo. El corrido, aunque a tiros, vuelve a ser historia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.